La vacuna devuelve la esperanza a pacientes con Covid persistente
Sin descubrir aún a qué se deben sus síntomas ni cómo atajarlos, estas personas podrían mejorar su calidad de vida si se inmunizan
uando Lola descuelga el teléfono tiene que sentarse para atender la llamada. Casi medio año después de haberse contagiado de coronavirus, aún le cuesta realizar dos acciones al mismo tiempo▶ hablar y caminar, agacharse y no ahogarse, leer un libro y ser capaz de concentrarse... A pesar de trabajar en una UCI con enfermos de Covid-19 desde el mes de marzo, se contagió en una comida al aire libre junto a su burbuja de convivencia estable. Tiene 46 años y era, hasta entonces, deportista habitual, lo que no impidió que sufriera en primera persona la virulencia de la enfermedad, que la mantuvo en una unidad de cuidados intensivos durante unos días críticos. Desde entonces, los médicos, según cuenta, han ido ‘parcheando’ los síntomas que el llamado Covid persistente ha dejado en ella, incapaz de reincorporarse aún a su puesto de trabajo.
El 79% de quienes lo sufren son mujeres con una edad media de 43 años. Al igual que ella, Isabelle Hernández todavía tiene síntomas que le han complicado su día a día. Se contagió el mismo día que la OMS declaró la pandemia mundial, el 11 de marzo de 2020. «Aún huelo cosas que no están ahí»,
Ccuenta al otro lado del teléfono. Aunque lleva ocho días sin salir de la cama, hoy decide atender a este diario con la mejor de las sonrisas y al aire libre, «para que la sociedad se dé cuenta de que somos gente joven, que tenemos ganas de superarlo y realmente lo deseamos», asevera entre lágrimas.
Según estima la OMS, una de cada diez personas que han sufrido el Covid-19 continúan con síntomas hasta doce semanas después; con estas cifras, en España podrían rondar las trescientas mil personas afectadas. Otros estudios, como el publicado en ‘Jama Network Open’, elevan su persistencia hasta nueve meses. Aunque la fatiga, la pérdida del gusto y del olfato son los más comunes, entre los pacientes que sufren el Covid persistente pueden encontrarse más de cincuenta complicaciones, que afectan a casi todas las partes del cuerpo. La pérdida de calidad de vida es la constante en todos ellos, afligidos por una enfermedad que aún hoy tiene por delante el reto de ser investigada y explicada y en la que van apareciendo nuevos síntomas. Ante la falta de investigación, las vacunas se han convertido en la esperanza a corto plazo de muchos de ellos.
Su esperanza
Un estudio prepublicado en ‘medRxiv’ elaborado por el sistema de salud británico apunta que los pacientes con Covid persistente vacunados no solo no empeoran sus síntomas sino que podrían, incluso, mejorar, tanto con las vacunas de ARNm (Pfizer) como las de adenovirus (AstraZeneca). «Los trabajos hasta la fecha nos dicen que la vacuna no empeora significativamente sus síntomas, pero no hay ninguna evidencia sólida científica que diga que la vacuna mejora los síntomas pos-Covid. Probablemente la vacuna no sea la solución a la clínica que presentan estos pacientes, nos hace falta investigar mucho más», señala el director del área de enfermedades infecciones de la Clínica Universidad de Navarra, José Luis del Pozo.
Datos en %
Pérdida del gusto Pérdida del olfato
Fatiga generalizada «Lo que es cierto es que hay pacientes con recelo a ser vacunados por si acaso empeora sus síntomas, y por eso estos estudios podrían ser de gran ayuda», apostilla.
La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) ya ha
Miles de afectados Una de cada diez personas que sufren Covid-19 mantienen algún síntoma hasta 12 semanas después
informado de estos pequeños avances a los colectivos de pacientes, aunque en España los sanitarios con esta enfermedad que han recibido alguna de estas vacunas han reaccionado de manera desigual. «Hay un grupo de ellos que empeoran con la vacuna, pero pensamos que a los que tengan el virus acartonado en su cuerpo sí que podría funcionarles», informa la doctora Pilar Rodríguez Ledo, vicepresidenta de la SEMG.
«Los médicos no les podemos decir casi nada porque falta conocimiento aún, por eso hay que reclamar mucha que perdieron toda su fuerza y músculo durante los días que estuvo peleando contra la enfermedad. Una cándida, una operación de vesícula, problemas en el hombro y, sobre todo, en los pulmones. Ahora no tiene reparos en reprochar el comportamiento de quien se cruza con él por la calle y no lleva bien puesta la mascarilla: «Es que lo que he pasado es muy duro». atención y protocolos que homogenicen la atención que se les presta. Mientras no tengamos esa información, debemos intentar mejorar sus síntomas, no les podemos dar una curación», cuenta la doctora Rodríguez Ledo. En cuanto al número creciente de casos persistentes, alerta de que «estamos solo ante la punta de un iceberg, pero debajo hay una gran masa que va creciendo conforme avanzan los contagios». A pesar de que los estudios son aún limitados, se cree que en algunos pacientes es probable que el virus persista alojado en alguna parte del cuerpo (por ejemplo, en el sistema digestivo) mientras que en otros es más probable que se trate de un problema de autoinmunidad, que provoca que persistan los síntomas de forma multiorgánica, detalla la doctora.
Rehabilitarlos
Aunque las perspectivas para los pacientes no sean halagüeñas, en España se ha puesto en marcha uno de los pocos estudios centrados en cómo rehabilitar a estos pacientes. En este proyecto, desarrollado por la Universidad Complutense de Madrid en colaboración con el Instituto de Investigación Sanitaria Hospital Clínico San Carlos y el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad, consiste en una intervención de fisioterapia domiciliaria basada en un programa de entrenamiento de la musculatura respiratoria para el manejo y tratamiento de las posibles secuelas físicas, pulmonares y psicológicas.
El 75 por ciento de los participantes de este estudio, según cuentan los investigadores Tamara del Corral y Raúl Fabero, son pacientes que se contagiaron durante la primera ola, jóvenes de entre 30 y 38 años que han sido incapaces, por sus limitaciones, de reincorporarse a su trabajo. «Actualmente desconocemos tanto la evolución como el tratamiento óptimo dirigido a minimizar los síntomas persistentes derivados del Covid-19, como son la constante sensación de falta de aire, la fatiga y el cansancio extremo. De hecho, la mayoría de estos pacientes se encuentran inmersos en un laberinto fruto de las constantes derivaciones a múltiples especialistas al no encontrarse una causa física que concuerde con dicha sintomatología», añaden.
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Falta de apoyo
Uno de los mayores retos a los que se enfrentan estos pacientes es la falta de empatía de la sociedad. Sara Haro, portavoz de Long Covid Acts en Valencia cuenta que a veces se ha encontrado en su propia familia la incomprensión. Con un bebé recién nacido, le denegaron la baja laboral al no existir el Covid persistente como diagnóstico, por lo que la catalogaron como una depresión, a pesar de haber sufrido durante este año nueve infecciones pulmonares. «Ahora estoy sin ingresos, sin reconocimiento de la enfermedad, sin nada, pero solo tengo 34 años y tengo que trabajar, tengo que estar curada», se emociona. Quienes sufren esta enfermedad cuentan con PCR negativa, pero en muchos persiste el miedo a contagiar a sus familiares, y por eso, pese a que su hijo tiene ahora apenas un año y medio, sigue sin ver a su familia desde 2019, y a pesar de vivir encima de un supermercado, prefiere hacer la compra online. Resume su último año como «una lucha constante» contra todo▶ los médicos, la sociedad y la burocracia. «Nunca me imaginé que con mi edad estaría así, programando alarmas para recordar que he puesto una sartén en el fuego», apostilla Sara. Las pérdidas de memoria o incluso la dislexia son cada vez más frecuentes entre estos pacientes, sobre todo desde la segunda ola hasta esta parte.
Entre los colectivos, y a pesar de que al principio se creía que a los menores no les afectaba el Covid-19, se encuentran
Nuevos síntomas Desde la segunda ola, estos enfermos sufren cada vez más pérdidas de memoria y
dislexia
también los niños. Elizabeth Samper se contagió junto a sus tres hijos, y los cuatro sufren a día de hoy las secuelas del coronavirus. «No hemos podido recuperar todavía nuestra vida anterior. Nos levantamos y valoramos nuestros síntomas para saber qué actividades podemos hacer o no, que suelen ser tan básicas como recoger y limpiar la casa», cuenta la presidenta de la asociación Covid Persistente España. Después del verano, incluso llevarlos al colegio suponía todo «un triunfo». Desde su asociación calculan que alrededor de un 40 por ciento de quienes han pasado el coronavirus continúa con los síntomas meses después, porque los cuadros se confunden habitualmente con los de otras enfermedades. Las consecuencias, tanto económicas como sociales, de apartarlos del sistema pueden ser catastróficas.