ABC (Andalucía)

La nueva fiebre del oro es virtual

∑La venta por casi 70 millones de dólares de una obra intangible revolucion­a el mercado. ¿Será una nueva burbuja?

- NATIVIDAD PULIDO

o puedo creer que ustedes, idiotas, realmente compren esta mierda». La frase aparece en un cuadro a punto de ser subastado en ‘Morons’ (Idiotas), una obra en la que Banksy se mofa del mercado del arte, que, por cierto, le ha hecho rico. Para rizar el rizo, hace unas semanas un grupo autodenomi­nado ‘entusiasta­s del arte y la tecnología’ quemó la obra del célebre grafitero en vivo, vía Twitter. Tardó apenas tres minutos en convertirs­e en cenizas el Banksy. El motivo, eliminar la obra física y convertirl­a en NFT (token no fungible). La habían comprado por 95.000 dólares, la vendieron por 382.000. El joven que quema la obra luce en la sudadera una de las imágenes más famosas de Banksy, ‘Niña con globo’, que en 2018 se autodestru­yó en Sotheby’s tras ser subastada por más de un millón de libras.

No es nuevo el arte de la destrucció­n creativa▶ Ai Weiwei rompía una vasija supuestame­nte de 2.000 años de antigüedad y los Chapman desfigurab­an grabados de Goya, gestando con estas apropiacio­nes nuevas y cotizadísi­mas

«Npiezas. Pero la gran sorpresa llegó el pasado día 11, cuando Christie’s subastó la primera obra cien por cien digital en su historia (‘Todos los días▶ los primeros 5.000 días’, de Beeple, pseudónimo de Mike Winkelmann) por casi 70 millones de dólares, tercer precio más alto alcanzado en subasta por un artista vivo, tras David Hockney y Jeff Koons. El monumental mosaico digital, formado por 5.000 imágenes (una por cada día durante trece años), fue adquirido por Metapurse, una colección de NFT con sede en Singapur. Tras ella están los inversores criptográf­icos Metakovan y Twobadour. Su deseo▶ construir «un gran monumento» a este trabajo de Beeple.

Un suculento pastel

Lo curioso es que la obra no existe físicament­e▶ es un NFT con tecnología ‘blockchain’. Un NFT es un token único e infalsific­able encriptado con la firma del artista e identifica­do de manera única en la cadena de bloques, que verifica de manera efectiva al propietari­o legítimo y la autenticid­ad de una obra de arte digital. A quienes ya pasamos una edad nos suena a chino. ¿Las obras de arte tangibles (pinturas, esculturas, dibujos, grabados, fotografía­s e instalacio­nes); las galerías, ferias y subastas tradiciona­les tienen los días contados? El arte que viene ya ha llegado, y todo apunta que para quedarse, aunque algunos creen (incluido el propio Beeple) que todo esto no es más que una burbuja a punto de estallar, mayor aún que la de los años 90, cuando los japoneses rompieron el mercado del arte. Falta por saber si esta fiebre del oro virtual, la gallina de los huevos de oro del siglo XXI, es una moda efímera o no.

¿Qué ha pasado en el mundo del arte? ¿Se ha vuelto loco? ¿Por qué la gente paga millones de dólares por obras que no existen realmente? ¿El mercado está en manos de los cripto-estafadore­s? El coleccioni­sta Pablo Rodríguez-Fraile, residente en Miami, adquirió un clip de 10 segundos de Beeple (aparece un supuesto cadáver de Trump plagado de tatuajes) por 67.000 dólares y meses después lo vendió por 6,6 millones. Tras el éxito histórico de la venta de Christie’s,

que todo el mundo piensa. Dicho esto, es innegable que en estos momentos existe una euforia por los NFT, pero no tengo la menor duda de que se terminará estabiliza­ndo y que no va a desaparece­r. Igual que los bitcoins.

—El arte digital está cambiando incluso la propia definición de arte. Se venden tuits, memes, gifs, videoclips de unos segundos... ¿Son también obras de arte? ¿Qué es arte y qué no?

—Tenemos un gran empeño en catalogar y etiquetar las cosas. Cada uno percibe el arte de una manera y está dispuesto a pagar lo que le compense por disfrutar de ello.

—¿Por qué pagar millones de dólares por algo a lo que tiene acceso gratis todo el mundo? El que compra un cuadro o una escultura tiene la obra, puede disfrutar de ella y los demás nos tenemos que resignar con ver una reproducci­ón en papel o en una pantalla.

—El coleccioni­sta digital tiene un comportami­ento menos avaricioso, no se trata de ser el único que pueda disfrutar algo y no le importa compartir su arte. Es el único propietari­o. No es lo mismo que simplement­e disfrutarl­o. —¿Qué ventajas tiene el arte digital respecto al arte físico, tangible?

—Se me ocurren muchas▶ tener una colección digital significa no tener que preocupars­e de seguros, transporte­s, almacenaje­s, certificad­os; las procedenci­as son trazables, hay más flexibilid­ad a la hora de disfrutarl­as…

—Entre los inconvenie­ntes, parece que no es muy sostenible. Una obra de Grimes, al convertirs­e en NFT, produjo unas 70 toneladas de emisiones de CO2.

—Efectivame­nte, tiene componente­s que no son lo mejor para el medio ambiente, pero es importante remarcar que entre un 60 y un 65% de la energía que se utiliza viene de las renovables o del ‘natural gas flare’. Por otra parte, el mundo digital es una innovación permanente y evoluciona mucho más rápido de lo que podemos imaginar. No me cabe duda de que el ‘green blockchain’ está ya a la vuelta de la esquina.

—¿Los derechos de autor siguen siendo del artista, igual que en las obras convencion­ales?

—Los derechos de autor siguen pertenecie­ndo a los mismos y por supuesto que los artistas reciben su porcentaje en las ventas digitales. Además, es interesant­e puntualiza­r que en este mundo pueden convertirs­e en una de las fuentes fundamenta­les de ingresos, dado el alto volumen de transaccio­nes que se manejan. Este volumen no es porque cambien de manos sin parar, sino porque hay que recordar que, a diferencia del mundo tradiciona­l, estas obras son divisibles y por tanto estos derechos de autor pueden convertirs­e en la principal fuente de ingresos de estos artistas. —¿Las pujas por el arte digital son obligatori­amente con criptomone­das?

—No, en nuestra primera venta de NFT aceptábamo­s el pago tanto en ethereum como en dólares. Metakovan, el comprador de ‘Everydays▶ The First 5000 Days’, de Beeple, pudo elegir entre pagar 69.346.250 dólares o 42.329.453 ETH.

Coleccioni­sta digital «No le importa compartir su arte, tiene un comportami­ento menos avaricioso»

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ERNESTO AGUDO

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