ABC (Andalucía)

El legado del Capitán América

La serie de Marvel y Disney Plus recupera a viejos villanos y el tono ‘thriller’ de las películas de Steve Rogers

- LUCÍA M. CABANELAS POR OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE MUY BUENA INTERESANT­E

Más allá de los artificios, coloridas explosione­s e impresiona­ntes números de taquilla, hay fondo en la propuesta de Marvel. La pérdida es una constante en la franquicia que, en su salto a la pantalla, explora lo irreversib­le de la misma. En los cómics, los superhéroe­s mueren y resucitan, pero no sucede lo mismo en el cine o en las series, donde, en su intento por ser realistas, la muerte supone el fin de la vida. Nada más, nada menos.

Del mismo modo que las desaparici­ones de Viuda Negra o Iron Man abrieron la puerta a una nueva generación de superhéroe­s, la del sintezoide Visión y la de Steve Rogers permitió abrazar el duelo y explorar los traumas. Si ‘Bruja Escarlata y Visión’ desempolvó las ‘sitcoms’ para escapar del dolor por haber perdido al ser amado, ‘Falcon y el Soldado de Invierno’ enfrenta a sus dos protagonis­tas, sobrepasad­os por el vacío del Capitán América, en un homenaje al género de las ‘buddy cop movies’ en el que los tira y afloja de sus protagonis­tas son el alivio cómico de un viaje dramático para conservar, y descubrir, el legado del héroe caído o, en el caso de Rogers, jubilado.

Tanto Sam Wilson (Anthony Mackie) como Bucky Burnes (Sebastian Stan) lidian con el peso del escudo del Capitán América, un regalo maldito por las responsabi­lidades que implica. «Si quitas al mejor amigo en común, la cruda realidad de su relación queda al descubiert­o. Son como el fuego y el hielo. Sam reacciona con las tripas mientras que Bucky es más frío y calculador. Todo el mundo ha visto los 30 segundos de ‘Civil War’ donde se pelean por la ubicación del asiento de Sam. Desarrolla­mos su relación a partir de esa química», asegura Malcolm Spellman, guionista de la serie.

Dualidad

Una dinámica de colegas forzosos que, como sus personajes, los actores mantienen también sin el croma y los efectos especiales. «Lo genial de esto es que no puedes encontrar dos personas más opuestas que Sebastian y yo, pero hay un respeto mutuo entre nosotros.

Nos escuchamos,

Anthony Mackie es Falcon aprendemos y nos enseñamos un montón el uno al otro, y eso hace que demos lo mejor de nosotros mismos y nos corrijamos cuando no lo estamos haciendo», reconoce ante los medios Mackie, que, ya sin la sombra del resto de Vengadores, despliega las alas metálicas en una impresiona­nte escena de acción de casi diez minutos en el primer episodio.

En clave de ‘thriller’, deudora del tono de las cintas en solitario del Capitán América, la serie de Disney Plus, que se estrenó ayer y emitirá semanalmen­te los cinco episodios restantes, recupera a viejos villanos como el Barón Zemo (Daniel Brühl) o Batroc (Georges St-Piere) y empieza con una declaració­n de intencione­s▶ ambiente de funeral para despedirse del escudo y «una explosión», pura esencia de la franquicia. «No solo por emitirse en televisión iba a dejar de ser lo más grande posible o íbamos a trabajar menos duro», asegura Kevin Feige, el cerebro y el corazón de Marvel, que reconoce que han puesto en esta ficción «sangre, sudor y lágrimas».

Como ya hizo ‘Bruja Escarlata y Visión’, impulsando a un primer plano a personajes que en las películas apenas acaparaban escenas, ‘Falcon y el Soldado de Invierno’ aprovecha las ventajas del formato para profundiza­r en dos viejos conocidos que llevan años participan­do en la franquicia, pero sin el peso de los protagonis­tas. «Para mí, las películas son como un aperitivo y estas series son como la comida. Cuando comes, puedes saborear todo más, del mismo modo que ahora podemos involucrar­nos más con estos personajes. En lugar de dos, pasamos seis horas con ellos, y ese tiempo de más nos permite descubrir nuevos aspectos de sus historias», asegura a ABC la directora de la ficción, Kari Skogland, que se acercó a esta serie «como a una película de seis horas y luego simplement­e buscamos por dónde cortar».

Una herencia envenenada

La pandemia la retrasó –iba a ser la primera serie de Marvel en Disney Plus–, pero no modificó los planes iniciales, solo los colocó en el centro del debate. El asalto al Capitolio o las protestas del Black Lives Matter orbitan, por casualidad, alrededor de ‘Falcon y el Soldado de Invierno’, que busca llenar el vacío de esos héroes de los que el mundo se ha quedado huérfano. «Para Sam, el escudo es una representa­ción del país en el que vivimos. El hecho de que un hombre negro represente a un país que no lo representa a él provoca un gran desconcier­to», afirma Mackie. Tanto que, entre conspiraci­ones, el Gobierno se interpone en la última voluntad de Steve Rogers, coge el escudo del Capitán América, y encarga su relevo a U.S. Agent, el soldado patriótico al que encarna Wyatt Russell. Nunca una herencia estuvo tan envenenada.

EL CINE EN TELEVISIÓN

Italia. 2016. Drama social. 88 m. Dir: Michele Placido. Con Ambra Angiolini, Cristina Capotondi, Fiorella Mannoia. El actor Michele Placido dirige este drama social sobre los problemas laborales de una empresa textil vendida a una multinacio­nal y la lucha de unas mujeres que representa­n a los trabajador­es. Mezcla drama y melodrama con los problemas personales de estas mujeres, muy italianame­nte interpreta­das por excelentes actrices.

EE.UU. 2019. Acción. 98 m. Dir: Steven C. Miller. Con Aaron Eckhart, Dina Meyer, Giancarlo Esposito.

La trama se centra en el policía Aaron Eckhart y su obsesión por enmendar el terrible error que ha cometido▶ matar al sospechoso de un secuestro y arruinar la única pista que podría llevar a la liberación de la víctima. La acción y la intriga son imparables, aunque su desarrollo sea más bien rutinario y facilón.

15.15 Neox

EE.UU. 2001. Animación. 87 m. Dir: Andrew Adamson y Vicky Jenson. DreamWorks Animation.

Aparición de un gran, sorprenden­te e inclasific­able personaje, el ogro Shrek, en un cuento de los de ‘Érase una vez…’, con sus princesas raptadas, su burro charlatán y sus villanos tremendos. Tan divertida, tan extrema e incorrecta que le abrió un agujero a la tupida malla de Pixar por el que se coló DreamWorks.

Reposición del programa nº 39. Presentado por Raquel Sánchez Silva. «Divorcio de ida y vuelta». Alemania. 2019. Dir▶ Helmut Metzger. Int▶ Anna König, Ole Eisfeld.

«Una pizca de amor». Canadá. 2020. Dir▶ Kevin Fair. Int▶ Debs Howard, Dennis Andres.

«Ha llegado un ángel». España. 1961. Dir▶ Luis Lucía. Int▶ Marisol, Isabel Garcés.

Presentado

Incluye «Aritmética electoral», «Prohibido abortar» y «Pueblos con futuro».

Presentado por Boris Izaguirre y Paula Prendes.

Incluye «Cuba, la esperanza contra el cáncer» y «La cruzada contra la polio».

(Rep.)

os Harlem Globetrott­ers eran un equipo de baloncesto de exhibición que jugaba contra un mismo rival al que ganaba siempre. Los otros eran los Washington Generals, iban de serios y reglamenta­rios, y perdían siempre porque su función era esa▶ perder.

Los Washinton Generals de la política son el PP, y los Globetrott­ers son los de la izquierda, que van por el Congreso haciendo rodar la pelota sobre el dedo índice.

Así Errejón, que esta semana sacó el violín para hablar de salud mental. Lo hace después de un encierro enloqueced­or prolongado por la coalición gubernamen­tal, y después de haber ignorado durante años las dramáticas y poco patriarcal­es cifras del suicidio masculino.

Con esos antecedent­es llega Errejón, compasivo y psicopalad­ín, ignorando quizás que hay evidencia (Kirkegaard, 2020) sobre la relación entre izquierda política y enfermedad mental, un resultado al que se podía llegar intuitivam­ente pensando en el efecto que puede tener sobre la psique debilitar sucesivame­nte a Dios, la familia y el trabajo.

Pero como son los Globetrott­ers y prima ‘el más difícil todavía’, Errejón eligió para hablar de suicidios la semana en la que aprueban la ley de Eutanasia, y el torpe «¡Vete al médico!» pepero recibió más atención que la propia ley, cuyo debate social cedía al colapso del partido ilustrado liberal, que nos deja instalados en la vanguardia moral del mundo.

La virtud ya no depende de lo que uno haga, sino de lo que diga de ‘la víctimas’, donde víctima, llegado el momento, puede ser el enfermo.

El Estado ayuda a no nacer y ayudará a morir, y entre medias se preocupará de nuestra infelicida­d, debidament­e patologiza­da, quizás con un futuro derecho a no ser infeliz, que no sería lo mismo que el derecho a procurarse la felicidad de Jefferson, y que convertirí­a al Estado en la enfermera Ratched de ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’.

De los suicidados no se han preocupado mucho porque, al fin y al cabo, no votan. Pero con los cuitados, que son legión, pueden ingeniarse otro móvil perpetuo▶ ellos los fabrican, ellos los asisten.

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