No duerme nadie
El titular de Transportes desautoriza a Gabilondo por rechazar un posible pacto con Pablo Iglesias
Mientras anuncia y repite que «no duerme nadie», dice García Lorca que «vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan» en su ‘Ciudad sin sueño’, breve antología de la pesadilla y el insomnio por la que circulan cocodrilos, niños muertos, carne viva y mariposas disecadas, más o menos lo normal cuando sube la fiebre y los antígenos detectan la angustia al final de las fosas nasales, a la altura de los sesos. No aparece en esta ‘paroniria’ Pablo Iglesias, personaje que representa el fin de la poesía y el triunfo del hiperrealismo para una nación que no pega ojo solo de pensar que el todavía vicepresidente del Gobierno vuelve a emerger como pieza o pegamento del puzle de una hipotética mayoría de progreso. Fue Pedro Sánchez, justo antes de medicarse con los somníferos que le recetaron para sobrellevar su minoría parlamentaria, quien confesó que no podría dormir con Iglesias en el Gobierno, y ayer fue Ángel Gabilondo el que reconoció su intranquilidad ante el horizonte de una coalición con el antisistema de Galapagar. Especialista en trastornos del sueño, aeroportuarios o estáticos, fue Ábalos el encargado de tratar el desasosiego de Gabilondo al recordarle mientras movía un péndulo hipnótico «la experiencia muy positiva del Gobierno progresista» del que aún forma parte Iglesias, el de los alquileres. El titular de Transportes no solo recomienda a su paciente que eche una cabezadita reconstituyente y sumisa, sino que le recuerda que está de paso en una legislatura que apenas va a durar dos años y para la que solo es necesario llegar descansado de casa.