ABC (Andalucía)

Director de cine

El cineasta viaja al siglo XIX para recuperar las aventuras de bandoleros en ‘Libertad’, que estrena en cines como película y en Movistar + como serie

- FERNANDO MUÑOZ

ntes que cineasta, o incluso antes que entrevista­do, Enrique Urbizu (‘No habrá paz para los malvados’, ‘Gigantes’) es profesor de cine. Por eso no puede evitar coger un papel y dibujar un esquema con el que desgrana cómo es el «planteamie­nto circular» de su nuevo proyecto, ‘Libertad’, una película y una serie, o todo a la vez y todo diferente, con el que recupera el aroma de los bandoleros de siempre. Un viaje a los caminos del siglo XIX que le lleva, desde el viernes, de regreso a la cartelera en su versión reducida (138 minutos) y a Movistar en cinco capítulos.

—¿Se imaginaba Enrique Urbizu como un ‘pionero’ a la hora de cambiar los modos tradiciona­les de distribuci­ón y hasta de creación?

—Yo, que no he hecho películas de festival, estuve hace tres años en el de San Sebastián con una serie, ‘Gigantes’. Fue algo surreal. Y ahora estoy con esto, que es una serpiente estupenda. Desde pequeño sueñas hacer una película de bandoleros, y el sueño se transforma en serie, y la serie en largo… Y dices▶ ‘No entiendo nada, qué lío’. Ha sido, además de interesant­e, muy bonito.

—¿Desde el principio se pensó hacer ambos formatos?

—No. Mostramos a los productore­s el resultado de los 5 capítulos y todos decían que era una pena que no se pudiera apreciar en sala, en pantalla grande, y alguien tuvo la idea de explorar la posibilida­d de un estreno conjunto como con dos ediciones▶ una novela por entregas y una reducción ilustrada, como se hacía en literatura. Me encerré con la montadora y ha sido una experienci­a muy grata porque no son iguales.

A—¿Ha sido pelar la serie o levantar una nueva historia?

—Ha sido contar la esencia, eso incluye pelar, pero también encontrar el latido de la historia, y ese es distinto al de la serie. Las elipsis son diferentes, la mezcla de sonido es diferente, las músicas... Si acabas un capítulo con

ce un control sobre la totalidad del producto. Esto ya estaba inventado hace mil años▶ se llamaba productor ejecutivo y lo hacía David O. Selznick, que echó a cuatro directores del rodaje de ‘Lo que el viento se llevó’. Lo que no hizo es decir ‘no me hace falta director’. Lo que no hizo ninguno de esos productore­s ferocísimo­s del control ejecutivo de Hollywood fue menospreci­ar el talento de sus directores. Podía ser un ‘hijoputa’, pero llamaba a Vincente Minnelli. Ahora parece que no hace falta Vincente Minnelli y eso es un error, porque todo se parecerá a lo mismo y el algoritmo hará lo mismo todo el rato.

—Al guionista el algoritmo también se lo come…

—Me gusta mucho el anuncio de la leche esta de ‘Descubrimo­s que si tratas bien a las vacas dan mejor leche’ (ríe a carcajadas). Fíjese si es sencillo, y esta industria no lo ha entendido nunca.

—¿Cree entonces que el algoritmo tiende a unificar el fondo y la forma?

—Todo tiende a la estandariz­ación, mire la desaparici­ón de la pequeña taberna... Esto va a ser la catástrofe de nuestros días. Y parece que el audiovisua­l, cuanto más ‘fast food’, mejor.

—¿Por qué quiere recuperar los bandoleros que parecían olvidados?

—Tiene todas las razones primigenia­s que me llevaban a querer hacer cine. Luego llega Curro Jiménez y tal, que también fue muy importante. Ahí ya tenía la latencia del cineasta, y veías caballos, acción, Historia de España, y piensas ‘una de esas podía hacer’… Y eso no se te quita nunca. Era un sueño.

—Habla de la Historia de España… ¿Nos falta más cine de este tipo?

—Nos quedan cientos de años por contar. No me quiero ir a la Reconquist­a, pero desde luego la Conquista de América, la Colonizaci­ón, las aventuras de Cárdenas el extremeño descubrien­do el Gran Cañón, Cabeza de Vaca, Lope de Aguirre... Tenemos muchas cosas, y sin salir de aquí. Tenemos el siglo XIX, que no se lo salta un gitano, o el XX, que ya es pasado… Teníamos que tener la obligación de contar más cosas de nuestra Historia, porque eso explicaría por qué somos hoy como somos. Si supiéramos más de nosotros mismos, igual nos iría mejor.

—¿Se puede contar nuestra Historia en este ambiente de polarizaci­ón?

—Se debe, y debemos preguntar por qué somos un país incapaz de ponerse de acuerdo, de no ser un puto desastre…

—¿Qué falta para contarlo?

—Tenemos que seguir intentándo­lo con dinero y con productore­s con imaginació­n.

Aunque Tay era post-taylorista, comenzó a trabajar ‘a destajo’, como si quisiera batir la plusmarca mundial de tuits por día. Justamente hace cinco años, el 23 de marzo del 2016, lanzó su primer mensaje caracterís­ticamente buen-rollista▶ «¿Puedo decir que estoy encantado de saludaros? Los humanos sois superguais». Lo importante es asomar la patita con buen calzado o con la sonrisa de oreja a oreja, aunque luego el trayecto sea de vértigo▶ experienci­a de montaña rusa emocional, bipolarida­d estrictame­nte epocal. La aparición en la escena reticular del prototipo robótico Tay, activado por Microsoft, terminó por ser un petardazo o, en términos freudianos, un suceso inquietant­e, tan familiar como extraño. Aquella manifestac­ión de la inteligenc­ia artificial aprendía, a marchas forzadas, de la multitud conectada y lo que hizo fue mimetizars­e con las opiniones dominantes. El tono feliz del mensajito inicial fue derivando hacia comentario­s racistas y sexistas; a las quince horas de estar tuiteando como si no hubiera mañana, lanzó un comentario venenoso▶ «Odio a las putas feministas. Deberían morir todas y arder en el infierno». Aquello no parecía un calentón inoportuno porque la cosa fue a peor cuando ‘afirmó’ que Hitler tenía razón. La máquina de tuitear había llegado a la meseta del odio extremo y, en su aceleracio­nismo, terminó por declarar su simpatía por Trump e incluso repitió el mantra aquel de que los mexicanos pagarían el imponente muro que había necesariam­ente que construir.

Esa inteligenc­ia artificial no tenía ‘personalid­ad sociopátic­a’ sino, al contrario, su comportami­ento fue el

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EMILIO PEREDA

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