La sucesora de Iglesias quiere asaltar el mercado laboral
YOLANDA Díaz enseñó esta semana la patita enharinada para intentar tranquilizarnos sobre qué quiere hacer con el mercado laboral. O, mejor dicho, qué es lo que haría si llegara a presidir el Gobierno, porque Nadia Calviño no le dejará materializar sus intenciones. Como viene siendo habitual en sus discursos, la sucesora de Pablo Iglesias realizó un diagnóstico acertado del problema existente y lo acompañó de una soflama transversal con la que cualquiera puede estar de acuerdo▶ «Modernizar la política de trabajo significa también hacer partícipes a las personas trabajadoras de la prosperidad del país». Como principio, nada que objetar. Qué menos que cuando las cosas van bien el empleado saque provecho, ya que cuando vienen mal dadas pierde su trabajo o le bajan el sueldo. La cuestión radica en que para fijar la evolución de los salarios ya existe la negociación colectiva. Por tanto, ¿qué pretende Díaz realmente?
La ministra podemita ha enseñado la patita blanca y ha escondido convenientemente el resto del lobo▶ cómo y de qué manera quiere repartir la prosperidad del país. Y ahí reside el quid de la cuestión porque su aparentemente inocente declaración puede interpretarse de dos formas. Al uso tradicional marxista por el que los trabajadores deberían acceder a la propiedad o a cierto control de la empresa en caso de beneficios. O en el sentido de vincular las retribuciones privadas a la evolución del PIB.
Cualquiera de estas dos recetas es inviable en una economía de mercado. Indexar el crecimiento a los sueldos puede parecer una idea sensacional para acabar con la precariedad pero nos encontraríamos con que autónomos y empresarios tendrían que elevar las nóminas de sus empleados lo mismo que creciera la economía y otro tanto adicional las cotizaciones sociales. ¿También habría que añadir una participación del Estado en ese crecimiento económico? Porque, en ese caso, habría que sumar el mismo porcentaje en subida de impuestos. Al final, los gastos de empresarios y autónomos estarían creciendo muy por encima de sus ganancias, lo que reduciría su capacidad de inversión productiva y estrangularía la economía. Todo ello sin entrar en otras consideraciones básicas, como que no todos los sectores crecen al mismo ritmo o que muchos lo hacen por debajo del Producto Interior Bruto.
Mario Cortés, el coordinador económico del PP, lo define a la perfección. «La insinuación de Díaz es puro marxismo económico, basado en un concepto de lucha de clases anacrónico, e incompatible con una economía abierta y liberal. Si pretende referenciar los sueldos privados al crecimiento económico, igual que quieren topar los precios del mercado del alquiler, hundirían los principios de libertad económica y seguridad jurídica». Es decir, que una vez abierta la puerta al lobo, el caos que se desencadenaría no lo arreglaría ni mamá cabra volviendo a casa.