ABC (Andalucía)

Pecados de juventud contra una roca

∑España jugó una buena primera parte, pero se dejó empatar por una Grecia que apenas atacó y que se encontró la igualada con un penalti discutido

- HUGHES

Tropezón con matices de España, que jugó una buena primera parte y en la segunda, sin jugar bien, abrió otra puerta al futuro. En el lateral derecho jugaba Marcos Llorente, que parecía hacerle un homenaje a Paco Llorente, que también acabó allí alguna vez. El fútbol de España salía empujado por él y por Koke, como un fuelle cholista diagonal hacia la zona opuesta de Canales y Dani Olmo, otro jugador versátil que ha de gustar por fuerza a Luis Enrique, pues lo recuerda. El selecciona­dor era un todocampis­ta fuerte, rápido y son una sabiduría táctica acumulativ­a que podía jugar de nueve, siete, y por las dos bandas a cualquier altura.

La selección se le empieza a parecer, y salió mandona, ordenada, y sin rastro de duda o titubeo, como si la goleada a Alemania ya hubiese sido incorporad­a en la psique grupal. Grecia se defendía, la moderna Grecia ‘holandizad­a’ estaba jugando como la antigua Grecia. El sistema era hoplístico▶ los hoplitas compactado­s alrededor del área.

Al paso de Marcos Llorente, que corre como un lanzador de jabalina, y al resoplido de Koke avanzaba la primera energía de España, que circulaba la pelota luego con algo de esquematis­mo, con algunos buenos cambios de aire de Ramos imitando a Kroos.

Pasada media hora, las porterías no se habían visto. El portero griego, Odysseas Vlajodimos, tenía nombre de chiste homérico. No es solo que no hubiera disparos, es que no había regates. El fútbol actual es así. A veces pasan horas sin un regate. Se atacan los espacios, pero no a los rivales. España comprimía a Grecia con un dominio abusivo de la pelota. Los griegos parecían tener un auténtico desprecio por ella, se preocupaba­n de no dejar huecos. Los espacios se le secaban a Morata, y alarmaba porque, de no cambiar la cosa, previsible­mente iría adquiriend­o ese aspecto de niño grande, de alevín que se afeita que se le

Morata dispara a la portería griega

en la jugada del gol de España pone cuando no puede correr. Faltaba un acto revolucion­ario en España, un cantazo desobedien­te y llegó por Dani Olmo, con un lejano chutazo que dio en el larguero. La sensación retumbante dejó el partido abierto el minuto siguiente, y Koke metió un centro a Morata que marcó con ese virtuosism­o absurdo que a veces demuestra▶ desmarque potente, control y remate sin caer la pelota.

La jugada tenía un subtexto, ‘ruptura de Canales al espacio’, con nombre de exquisitez, de plato de gran chef.

Tras el gol, que hacía una justicia real al partido, no televisiva ni populacher­a sino justicia de gran tribunal futbolero, Grecia no se dio por enterada. Adoptó esa irritante actitud de los equipos que no se quieren dar por notificado­s. Había, realmente, algo muy arcaico en ellos, algo también espartano en su solidarida­d horizontal, mientras que España nos había convencido en su funcional modernidad.

Lo más simpático de Grecia era comprobar que siempre hay un griego que se llama Papadopoul­os. Hizo su primera ‘contra’ Grecia y fue a topar con el sprint de decatleta de Llorente, que en su decatletis­mo era más griego que los griegos.

Hizo poco el rival, casi nada, pero al desperezar­se en la segunda parte se llevó un penalti de íñigo Martínez que marcó Bakasetas y que trajo a la mente la futbolísti­ca palabra ‘bisoñez’ pero

con la voz de Matías Prats en un Nodo. España comenzó a moverse mucho, con un punto nervioso, todos desmarcánd­ose al ‘espacio’, e incluso alguno al no-espacio.

Pero en el 64 se produjo un momento para recordar▶ Luis Enrique hizo debutar a Pedri y Bryan Gil, dos jugadores entusiasma­ntes que regatean, que se van del otro.

Luis Enrique hizo más aún, y lo metió todo en el campo con Thiago y Oyarzabal. Esa línea de cuatro entre Rodri y Morata la llenó de clase pura.

El juego buscó mucho a Gil, decidido y verticalís­imo, y una jugada por allí de Gayá fue un primer aviso de gol.

Le faltaba a España un punto de pausa, de rumia de la jugada, oponer al cinismo berroqueño de los griegos un cinismo de la pelota, esa elasticida­d flemática que daba Iniesta y que se esperaría de Pedri o Thiago.

Alguna acción entre Pedri y Bryan Gil desplazaba el interés más allá del partido, hacia el futuro. Aunque las cosas no terminaban de salir, daba lo mismo porque se estaba invirtiend­o. Era muy audaz lo de Luis Enrique, apostar por una selección tan joven y talentosa. Bryan Gil es una flecha zurda que recuerda al extremo Vicente.

Falta de profundida­d

Grecia resistía y se reforzaba con los minutos. Se hacía granítica, parecía más veterana que España y se veía que los perfiles eran auténticam­ente griegos.

Virtuoso Morata marcó tras

un desmarque potente, un control con el pecho y un remate sin dejar

caer la pelota

Luis Enrique ha hecho algo que merece comentario. Cuando ya tenía un equipo joven, ha decidido rejuvenece­rlo aun más. Es como si estuviera no terminara de reclutar su selección y aun tuviera la puerta abierta para últimas promesas. Como si supiese que la nave va a alguna parte y no quisiera dejar a nadie fuera de la generación.

España fue inconsiste­nte, le faltó orden en el ataque, peligro real, madurez, verosimili­tud adulta, igual que antes en defensa con el penalti o alguna pérdida innecesari­a. Pecado de juventud en un equipo que ilusiona.

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AFP

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