ABC (Andalucía)

Un Mundial lleno de sombras

La selección noruega, primera en unirse a las denuncias de las oenegé por la falta de derechos y libertades en Catar

- CARLOS TRISTÁN

La primera impresión de quienes viajen el próximo año a Catar para disputar el Mundial de fútbol, un camino que para la selección española comenzó ayer ante Grecia, llegará cuando estén sobrevolan­do Doha y oteen desde la ventanilla del avión el fastuoso ‘skyline’ que emerge del mismísimo desierto. Poco después, llamará su atención el lujo que se agolpa en cada rincón del aeropuerto de la capital mientras se escucha por los altavoces la llamada a la oración de los musulmanes. Probableme­nte, después se sorprender­án cuando jueguen en algunos de los estadios más modernos del mundo ante el fervor de una afición entregada a la pelota. No hay que olvidar que todos los recintos han sido construido­s o remodelado­s para la ocasión. Sin embargo, bajo todo este esplendor, subyacen dos realidades bien distintas▶ la de un país con profundas carencias democrátic­as y la de un evento manchado de polémica desde el mismo día de su nacimiento.

Todo empezó el 2 de diciembre de 2010, cuando la FIFA anunció que Catar sería la sede del Mundial tras imponerse a EE.UU., la gran favorita. La mayor cita del fútbol a nivel planetario recalaba, por primera vez en la historia, en un país islámico. «No les defraudare­mos», dijo el presidente del comité de la candidatur­a catarí. Apenas tres años después, ‘France Football’ desveló las irregulari­dades de aquella elección, los presuntos sobornos y la sospechosa reunión que tuvo lugar el 23 de noviembre de 2010 en el Palacio del Elíseo entre Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, Michel Platini, máximo dirigente de la UEFA, y diversos representa­ntes cataríes. Desde 2016, la designació­n de Catar está siendo investigad­a por «corrupción, asociación de malhechore­s y tráfico de influencia­s».

No es una democracia

Más allá de la presunta corrupción, se trata de un Mundial que camina a contracorr­iente. Primero, porque se celebrará en un país con escasa tradición futbolera, por más que haya incorporad­o a viejas glorias a su liga ante la proximidad de la gran cita. Segundo, por unas temperatur­as que pueden superar los cincuenta grados en verano y que obligaron a retrasar la competició­n al mes de noviembre, descuadran­do así al resto de calendario­s. Y, por último, y quizá más indignante, por el hecho de que Catar no es una democracia, lo que se traduce en multitud de vulneracio­nes de los derechos humanos, según vienen denunciand­o diversas oenegés.

Recienteme­nte, el diario ‘The Guardian’ puso cifras a una de las mayores vergüenzas del país▶ las condicione­s laborales de semiesclav­itud habrían acabado con la vida de 6.500 trabajador­es en la última década. Carlos de las Heras es el portavoz en España de Amnistía Internacio­nal, oenegé que lleva tiempo denunciand­o esta situación▶ «El 95% de la mano de obra es migrante que procede en su mayoría del Sudeste Asiático y África. La cosa ha empeorado con los años y afecta a miles de trabajador­es que pueden sufrir jornadas laborales de hasta 16 horas. Muchos de ellos trabajan al aire libre con temperatur­as muy elevadas y en ocasiones con salarios impagados». De las Heras se refiere a un documento que reveló que un centenar de personas habrían trabajado durante siete meses sin cobrar en la construcci­ón del estadio Al Bayt. «Las autoridade­s cataríes lo sabían y la FIFA sencillame­nte no actuó y, como parte organizado­ra, tiene una responsabi­lidad y unos deberes. De hecho, la FIFA puede jugar un papel importante y exigir a Catar que implemente ciertas mejoras», señala.

En este sentido, la selección de Noruega ha sido la primera en alzar la voz contra este tipo de abusos al presentars­e a su partido ante Gibraltar con una camiseta con un mensaje claro▶ «Respeto, dentro y fuera del campo». Un día antes, el selecciona­dor declaró que su equipo iba a «hacer presión sobre la FIFA para que sea todavía más directa y firme ante las autoridade­s de Catar, y que imponga exigencias más estrictas». En Noruega, según una encuesta del diario ‘VG’, el 55% de la población estima que su país debería boicotear el evento.

«Nuestro papel no es, ni ha sido nunca, pedir un boicot, sino aprovechar estos eventos para señalar las vulneracio­nes de los derechos humanos en estos países. Por ejemplo, las restriccio­nes a las mujeres o a la libertad de expresión o la existencia de la pena de muerte, que se retomó en 2020. Pero, sobre todo, está el tema de los trabajador­es, ya que aunque Catar ha introducid­o algunas reformas en los últimos años, no está claro que se estén aplicando», subrayan desde Amnistía Internacio­nal.

Según el último informe sobre democracia­s del Instituto V-Dem, Catar es una autocracia cerrada y ocupa el puesto 156 en un ranking de libertades compuesto por 179 países. Otro estudio elaborado por Freedom House otorga a Catar una puntuación de 25 sobre 100 en calidad democrátic­a. «Arabia Saudí, EAU o Catar han puesto en marcha una estrategia para venderse como estados más modernos y democrátic­os. Una herramient­a conocida como blanqueo deportivo, donde se ofrece una imagen más abierta, pero que oculta una realidad bien distinta», concluye De las Heras.

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EFE Un grupo de trabajador­es en el que será uno de los estadios que acogerá la cita del invierno del 2022

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