Un Mundial lleno de sombras
La selección noruega, primera en unirse a las denuncias de las oenegé por la falta de derechos y libertades en Catar
La primera impresión de quienes viajen el próximo año a Catar para disputar el Mundial de fútbol, un camino que para la selección española comenzó ayer ante Grecia, llegará cuando estén sobrevolando Doha y oteen desde la ventanilla del avión el fastuoso ‘skyline’ que emerge del mismísimo desierto. Poco después, llamará su atención el lujo que se agolpa en cada rincón del aeropuerto de la capital mientras se escucha por los altavoces la llamada a la oración de los musulmanes. Probablemente, después se sorprenderán cuando jueguen en algunos de los estadios más modernos del mundo ante el fervor de una afición entregada a la pelota. No hay que olvidar que todos los recintos han sido construidos o remodelados para la ocasión. Sin embargo, bajo todo este esplendor, subyacen dos realidades bien distintas▶ la de un país con profundas carencias democráticas y la de un evento manchado de polémica desde el mismo día de su nacimiento.
Todo empezó el 2 de diciembre de 2010, cuando la FIFA anunció que Catar sería la sede del Mundial tras imponerse a EE.UU., la gran favorita. La mayor cita del fútbol a nivel planetario recalaba, por primera vez en la historia, en un país islámico. «No les defraudaremos», dijo el presidente del comité de la candidatura catarí. Apenas tres años después, ‘France Football’ desveló las irregularidades de aquella elección, los presuntos sobornos y la sospechosa reunión que tuvo lugar el 23 de noviembre de 2010 en el Palacio del Elíseo entre Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, Michel Platini, máximo dirigente de la UEFA, y diversos representantes cataríes. Desde 2016, la designación de Catar está siendo investigada por «corrupción, asociación de malhechores y tráfico de influencias».
No es una democracia
Más allá de la presunta corrupción, se trata de un Mundial que camina a contracorriente. Primero, porque se celebrará en un país con escasa tradición futbolera, por más que haya incorporado a viejas glorias a su liga ante la proximidad de la gran cita. Segundo, por unas temperaturas que pueden superar los cincuenta grados en verano y que obligaron a retrasar la competición al mes de noviembre, descuadrando así al resto de calendarios. Y, por último, y quizá más indignante, por el hecho de que Catar no es una democracia, lo que se traduce en multitud de vulneraciones de los derechos humanos, según vienen denunciando diversas oenegés.
Recientemente, el diario ‘The Guardian’ puso cifras a una de las mayores vergüenzas del país▶ las condiciones laborales de semiesclavitud habrían acabado con la vida de 6.500 trabajadores en la última década. Carlos de las Heras es el portavoz en España de Amnistía Internacional, oenegé que lleva tiempo denunciando esta situación▶ «El 95% de la mano de obra es migrante que procede en su mayoría del Sudeste Asiático y África. La cosa ha empeorado con los años y afecta a miles de trabajadores que pueden sufrir jornadas laborales de hasta 16 horas. Muchos de ellos trabajan al aire libre con temperaturas muy elevadas y en ocasiones con salarios impagados». De las Heras se refiere a un documento que reveló que un centenar de personas habrían trabajado durante siete meses sin cobrar en la construcción del estadio Al Bayt. «Las autoridades cataríes lo sabían y la FIFA sencillamente no actuó y, como parte organizadora, tiene una responsabilidad y unos deberes. De hecho, la FIFA puede jugar un papel importante y exigir a Catar que implemente ciertas mejoras», señala.
En este sentido, la selección de Noruega ha sido la primera en alzar la voz contra este tipo de abusos al presentarse a su partido ante Gibraltar con una camiseta con un mensaje claro▶ «Respeto, dentro y fuera del campo». Un día antes, el seleccionador declaró que su equipo iba a «hacer presión sobre la FIFA para que sea todavía más directa y firme ante las autoridades de Catar, y que imponga exigencias más estrictas». En Noruega, según una encuesta del diario ‘VG’, el 55% de la población estima que su país debería boicotear el evento.
«Nuestro papel no es, ni ha sido nunca, pedir un boicot, sino aprovechar estos eventos para señalar las vulneraciones de los derechos humanos en estos países. Por ejemplo, las restricciones a las mujeres o a la libertad de expresión o la existencia de la pena de muerte, que se retomó en 2020. Pero, sobre todo, está el tema de los trabajadores, ya que aunque Catar ha introducido algunas reformas en los últimos años, no está claro que se estén aplicando», subrayan desde Amnistía Internacional.
Según el último informe sobre democracias del Instituto V-Dem, Catar es una autocracia cerrada y ocupa el puesto 156 en un ranking de libertades compuesto por 179 países. Otro estudio elaborado por Freedom House otorga a Catar una puntuación de 25 sobre 100 en calidad democrática. «Arabia Saudí, EAU o Catar han puesto en marcha una estrategia para venderse como estados más modernos y democráticos. Una herramienta conocida como blanqueo deportivo, donde se ofrece una imagen más abierta, pero que oculta una realidad bien distinta», concluye De las Heras.