La utilidad del voto inútil
especialmente entre Unidas Podemos y Vox, consiguen seguir socavando al bipartidismo. A priori, y a tenor de los primeros sondeos publicados, no parece ser así. Al contrario. Aparentemente ni Vox crece –aunque pueda ser esencial para la conformación de un gobierno mayoritario de Díaz Ayuso–, ni Iglesias será el revulsivo de una izquierda radical decepcionada que empieza a arrinconar por demagógico aquel voto de reclamo emocional frente a la ‘alerta antifascista’, y que se palpa el bolsillo y, por tanto, la gestión de Iglesias.
Inutilizar al oponente
Desde Más Madrid, Íñigo Errejón aspira a inutilizar el voto de Iglesias. Desde el PP, Díaz Ayuso pretende inutilizar –lo justo– el voto de Vox. Ciudadanos se ha inutilizado a sí mismo, y solo le quedará el recurso de superar el cinco por ciento del voto madrileño para aspirar a condicionar con menos de una decena de escaños el Gobierno madrileño y tomar resuello en su proceso de descomposición. Sánchez pretende inutilizar de modo definitivo a Unidas Podemos, como ha ocurrido ya en las elecciones vascas y gallegas, y en menor medida, pero también, en las catalanas. E Iglesias, pretende inutilizar a todos asumiendo el riesgo máximo de inutilizar definitivamente a su propio partido. Y lo que es más perjudicial para
Debilitar la legislatura de Sánchez
«A Díaz Ayuso solo le quedará no cometer errores en campaña, evitar una sobreactuada euforia preventiva y confiada... y esperar. Porque ahora, al contrario que hace dos años, ni necesita darse a conocer ni maquillar su discurso»
Sánchez cuenta de antemano con no gobernar Madrid… Si después surge la ocasión, lo negociará a cualquier precio. Sin embargo y como alternativa, su principal activo será asistir a la progresiva asfixia de Podemos y disponer de dos años más para recuperar progresivamente un caudal de voto perdido a la izquierda del PSOE. Ni Arrimadas ni Iglesias tienen asegurado un futuro apacible, entre otros motivos porque los comicios madrileños no solo permitirán calibrar el volumen del ‘voto a favor’ de Díaz Ayuso, sino el valor real del ‘voto en contra’. El voto de la penalización y el castigo, incluso por encima del voto ‘ilusionante’, ese que en términos demoscópicos genera habitualmente expectativas contagiosas.
En mayo es más factible que impere el voto contra algunos candidatos por encima del voto a favor de otros. Pero si se produjera una mezcla plausible de ambos en esa disyuntiva límite que pretende plantear Podemos –una pugna particular Iglesias-Ayuso–, sería Sánchez quien tendría un motivo real para la preocupación por el debilitamiento de su legislatura. Primero, porque un triunfo reforzado de Díaz Ayuso supondría una reafirmación anímica para el PP y, segundo, porque su estrategia de apoyo en Podemos empezaría a caducar definitivamente, y su estrategia para reflotar a Ciudadanos habría resultado un fracaso.
Recesión y temor frente a ideología
La recesión económica será asimismo un factor crucial en las elecciones. Sin bonanza económica, las ideologías, el dogmatismo y la radicalización populista tienden a decaer en favor de los criterios estrictos de gestión. Desde esa perspectiva, Díaz Ayuso ha consagrado a su favor una imagen de rebeldía frente a las medidas de Sánchez, frente a la propaganda de La Moncloa y frente a las campañas de acoso político y mediático de la izquierda. En principio, esta estrategia le beneficia demoscópicamente, incluso rebañando por primera vez en tres años un incipiente voto de Vox, basado en cierta identificación programática, pero sobre todo en la percepción de un amplio sector de la derecha de que es la única alternativa viable y la aglutinante de un voto útil que permita dedicar el primer voto de castigo serio a Sánchez.
Si a ello se suman, frente a las facilidades que tenía Iglesias años atrás para movilizar a un votante ilusionado de la izquierda, las dificultades que tiene hoy derivadas de su pérdida de credibilidad, a Díaz Ayuso solo le quedará no cometer errores en campaña, evitar una sobreactuada euforia preventiva y confiada… y esperar. Porque ahora, al contrario que hace dos años, ni necesita darse a conocer ni tiene necesidad de maquillar su discurso. De hecho, lo reafirmará.