James Williams_Filósofo
como expresión en cualquier sentido significativo. La libertad de atención es un requisito previo para la libertad de expresión. Esto ya lo señalaron John Stuart Mill y otros filósofos preocupados por la libertad. La razón por la que históricamente nos hemos centrado en afirmar y codificar la libertad de expresión es que, en un entorno de escasez de información, este tipo de libertad corría un riesgo grave y continuo. Aunque la libertad de atención es fundamental –por ejemplo, el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce la libertad de pensamiento– no ha sido tan necesario afirmarla, elaborarla y codificarla explícitamente. Hasta ahora. —A lo largo del ensayo repite la idea de que Internet es hoy un gran tablón de anuncios. Cita a Jeff Hammerbacher, antiguo jefe de datos de Facebook: «Las mejores mentes de mi generación están pensando en cómo hacer para que la gente clique en sus anuncios; es muy triste». ¿Estamos desaprovechando el potencial de la tecnología? —No solo estamos desperdiciando el poder de la tecnología, sino también el potencial de muchas personas inteligentes y bienintencionadas que podrían pasar sus días trabajando en proyectos que elevan las capacidades humanas en lugar de erosionarlas... Creo que las cosas que hacen avanzar a nuestra especie tienen que ver con la razón, la justicia, la libertad, el amor, el conocimiento, la salud, etc. No puedo pensar en una sola forma en la que la captura industrializada de la atención humana y su manipulación haya mejorado ninguno de estos aspectos en su conjunto.
—Como usuarios, hemos entregado nuestra atención y nuestra privacidad para disfrutar de aplicaciones gratuitas con las que nos mensajeamos y nos mandarnos memes. ¿No hemos vendido estos bienes a un precio muy bajo?
—A un precio negativo, en realidad. Hemos entregado nuestra atención a cambio de facilitar que nos persuada. Hemos vendido nuestro yo presente por la posibilidad de perder nuestro yo futuro.
—Hay quien habla de la adicción a las redes sociales y al ‘smartphone’ como una drogadicción. ¿Qué le parece la comparación?
—Hay algunas cuestiones muy concretas en las que la metáfora de la droga puede ser un punto de partida útil. Cuestiones sobre los efectos individuales de un estímulo extremadamente bien definido, y que se puede describir en términos de un modelo de dosis-respuesta. Sin embargo, como marco general para pensar nuestra relación con las tecnologías es una metáfora terrible.
—¿Por qué?
James Williams.
Editorial Gatopardo. 192 páginas. Precio:
18,95 euros.