Moreno y Ayuso, las dos vías del PP
El presidente andaluz es moderación y pragmatismo; la madrileña tiene un discurso ideológico sin rehuir charcos
LA pasada era la primera Navidad que no íbamos a disfrutar. Pero, lógicamente capitidisminuida, terminamos por disfrutarla. Y ocurrió lo que ocurrió. Nos fue dada la libertad y decidimos festejarla jugando a la ruleta rusa. Algunos tuvimos suerte; otros muchos, ninguna. Supongo que ni los más negacionistas se atreverán a decir que aquello no fue un error. Terrible error.
Hoy, Domingo de Ramos, entramos de lleno en la segunda Semana Santa que nos es robada. Antes de todo esto, podíamos pensar que algún día tendríamos que prescindir por el motivo que fuera de alguno de nuestros momentos más extraordinarios. De uno. Una enfermedad, una obligación laboral inexcusable. Yo qué sé.
Pero nunca, nunca, pudimos prever que serían dos años seguidos (y ojalá que se quede en eso) los que lloraríamos desde casa imaginando el sonido del gozne de la puerta que no se abrirá; aspirando sin suerte el aroma mágico que acompaña al desfile; proyectando en el azul de este cielo sin color Su figura al iniciar la marcha. Cornetas, tambores. Manzana y caramelo, limones cascarúos y algodón de azúcar, silencio, algarabía, bulla, recogimiento, no puedo más con mis pies, cómo no voy a volver mañana.
Algún día lo recordaremos como un mal sueño. Quiero pensar que pronto lo disfrutaremos el doble. Para ello lo más urgente, lo perentorio, es no confundirse. Sin necesidad de salir de la provincia, ni mucho menos de la comunidad autónoma, se pueden cometer muchas sandeces. La autoridad, siempre tan competente, ha sido esta vez más severa. Pero cuidado. Esta segunda Semana Santa, que no lo es tanto, no resulta igual que la primera, cuando el cielo se iba a caer sobre nuestras cabezas. Tampoco saldrán del templo, pero nosotros sí iremos allí a verlos. Responsabilidad. Está en nosotros. Y, a ésta sí, hemos de hacer lo posible para citarnos todos en esa salida que está sólo a la vuelta de la vacuna, aunque sea de AstraZeneca. Y cómo sonarán esas campanas.