El poeta punk cumple doscientos años
Impresentable, drogadicto, sifilítico... Múltiples reediciones y ‘revisiones’ recuerdan los rostros del genio y el hombre
Doscientos años después, Charles Baudelaire (París, 1821-1867) sigue siendo ‘impresentable’▶ drogadicto, sifilítico, punk, putero con tentaciones sadomasoquistas, atraído por las mulatas y lesbianas, las jovencitas menores de edad, dandi que dilapida una fortuna a una velocidad suicida.
Si la poesía moderna nace con el Romanticismo, de Hölderlin a Rosalía, de Byron y Keats a Leopardi y Bécquer, Arthur Rimbaud y Charles Baudelaire están en las fuentes bautismales donde se cruzan todas y otras tradiciones.
A partir de esa matriz común, Baudelaire siembra la modernidad con semillas propias▶ descubrimiento final de Goya, instalado en el panteón de los patriarcas de un nuevo arte de pintar y mirar que culminará con el cine; ‘invención’ definitiva del poema en prosa; concepción de una crítica del arte contemporáneo que se confunde con la ‘pintura de la vida moderna’…
Con motivo del segundo centenario de su nacimiento, un alud de reediciones y ‘revisiones’ nos recuerdan muchos otros rostros del genio y el hombre. Jean Teulé ha escrito una nueva biografía ‘heterodoxa’, recordándonos los rostros menos ‘convencionales’ del genio▶ «Baudelaire fue un punk dopado todo el santo día. Al despertarse tomaba ‘confitura verde’… una mezcla de extractos de hachís, ‘maría’, marihuana, chocolate, con mil y otros productos aromáticos. Algunos artistas de su época se tomaban media cucharadita de café después de comer, como quien se fuma un canuto, un porro, un petardo. Baudelaire comenzaba su día poniendo una o dos cucharadas, llenas, en su taza de té. El poeta dandi también le pegaba al éter y el láudano. Para curar la sífilis bebía vino con opio. El médico que trataba su sífilis, contraída en un prostíbulo o en el lecho de la más legendaria de sus amantes, le recetó siete gotas por día.
Uno de los dibujos de Charles Baudelaire, fundador, además de poeta, de la crítica de arte moderna
Baudelaire se chutaba con mil quinientas gotas diarias».
Amiga y amante tumultuosa, Jeanne Duval, la famosa ‘Venus Negra’, mulata francesa nacida en fecha y lugar mal conocido, en alguna de las antiguas colonias francesas, también fue la compañera de Baudelaire en su descenso a muy distintos infiernos. Brigitte Kernel le ha consagrado una biografía novelesca y describe un amor escandaloso, según todas las normas convencionales de la mejor sociedad▶ «Jeanne y Baudelaire se conocieron a la salida de un ¿club? donde ella ‘bailaba’. Jeanne soñaba con ser una actriz famosa, una ‘star’ diríamos hoy. Había sido amante de Félix Nadar, y frecuentaba salones literarios y salones escandalosos. Fueron una pareja bastante famosa. Pero ella fue víctima de un racismo monstruoso. Su vida tumultuosa y su piel negra atraían y escandalizaban. Baudelaire la llevaba por todas partes, imponiéndola con orgullo, para horror de su propia madre. No correspondía a los criterios de la época y los medios burgueses de donde venía Baudelaire. Rompieron en muchas ocasiones. Al final, ella murió en la miseria, sola, caminaba con muletas en un barrio miserable, Batignolles. Baudelaire le consagró poemas legendarios que forman parte esencial en la historia de la poesía moderna».
A pesar de esa vida y relaciones escandalosas, prostibularias, en bastantes ocasiones, Baudelaire se ganó pronto gran prestigio como crítico de arte y poeta, prosista de genio, finalmente condenado por la justicia, tras la publicación de su libro más legendario, ‘Las flores del mal’ (1857). A los dos meses cortos de su primera edición, el fiscal imperial de Napoleón III persiguió y condenó al poeta y su editor por delitos de ofensas a la moral y las buenas costumbres… Comenzaba un nuevo purgatorio, calvario que culminó con la muerte, víctima de la sífilis.
Dandi escandaloso
Dandi escandaloso, joven burgués arruinado prematuramente, amante y drogadicto perseguido por oscuros fantasmas, Baudelaire también había soñado con la gloria académica. En vano. El proceso y condena de uno de sus libros capitales también agravó la suerte estrictamente editorial. La emperatriz Eugenia de Montijo, granadi