Solo nos queda el dinero
Pese a que los cazadores ya pagamos bastante, la única solución para luchar por la no prohibición de la caza es estirar más el bolsillo
Triste título pensarán algunos. Escribo estas líneas intentando plasmar ideas deslavazadas para poner en situación y hacer ver la necesidad que nos tiene que mover a todos para defendernos de los que quieren prohibir la caza y cercenar nuestros derechos. Llegados a este punto no queda otra que poner encima de la mesa el dinero necesario para combatirlos. Ya es tarde para lo demás.
Es cierto que ya pagamos bastante en licencias, permisos, desplazamientos, arrendamientos como para tenernos que estirar más, pero de verdad que por más que lo pienso no veo otra solución.
Temporada tras temporada, estamos perdiendo pequeñas batallas sobre limitaciones, cupos y restricciones de periodos hábiles o especies cinegéticas, que damos por buenas con tal de evitar la prohibición completa y así contentar de alguna forma al colectivo que nos ataca. Que nadie lo dude, estas batallas son la antesala de lo que estará por llegar si no ponemos remedio.
Se da la paradoja de que con el dinero de nuestros impuestos se dan las subvenciones correspondientes a las organizaciones ecologistas que luchan contra nuestros intereses y que dichas subvenciones representan más del 60% de sus presupuestos. O sea, que somos nosotros mismos los que estamos pagando al enemigo.
Cada año se destina un 0,7% de la cuota de los contribuyentes que marquen la casilla a fines sociales y los llamados de protección ambiental se llevan entre un 4%-5%. Si se recaudan más o menos 300 millones de euros por este concepto, entre 12 y 15 millones de euros terminan indefectiblemente en manos de estas organizaciones, que en gran parte utilizan estos fondos para intentar prohibir nuestros derechos. Además, en los órganos decisorios sobre estas cuestiones siempre estamos en minoría porque el asociacionismo en cuestiones de caza en España ha sido siempre residual y local, con lo que no llegamos a los números necesarios para formar parte de ellos. Encontrar a 1.000 socios unidos bajo el mismo paraguas es una utopía, sin embargo hay media docena de ‘organizaciones ecologistas’ con cifras muy superiores.
Si, además, la Administración, que tendría que actuar como garante y mediadora de estas cuestiones, carga la mano a favor de los ecologistas dependiendo del color político que gobierna o se saca de la chistera decisiones arbitrarias como la de la reciente prohibición de la caza del lobo… pues estamos listos.
¿Qué podemos hacer al respecto para contener las andanadas que nos seguirán llegando?
Se me ocurren tres a bote pronto. La primera, y aunque les suene raro, federarnos. En la actualidad la Real Federación Española de Caza es la tercera federación de España en número de federados con 335.000, por detrás tan solo del fútbol y el baloncesto. Sé que hay un tipo de cazadores, entre los que me encuentro, que no entienden la caza como una competición o un deporte, que es lo que parece que preconiza la RFEC –y por tanto nunca he tenido claro para qué valía la misma– pero a día de hoy es el único número ‘gordo’ al que