Este lunes en la oficina el tema del día será cómo el compañero burló los controles para pasar cuatro días en la playa
El cumplimiento generalizado de las medidas de prevención del coronavirus se está comprometiendo por varios factores, uno de ellos es el hartazgo que produce un año de restricciones, de limitación de la libertad individual. Pero no menos importante es la discriminación en su cumplimiento. Difícil será hacer cumplir las normas en lo sucesivo si se generaliza la manga ancha y quienes imponen las normas no dan ejemplo.
La Semana Santa ha sido elocuente en comportamientos que no ayudan a concienciar sobre el principio de igualdad. Políticos de todas las instituciones y partidos han adecuado sus agendas para acceder a sus segundas residencias, o se han desplazado en visitas institucionales salvando la prohibición de movilidad entre provincias sin mediar urgencia.
Este lunes en la oficina el tema del día será cómo el compañero burló los controles para pasar cuatro días en la playa. Y la picaresca, tan española, ganará en estima social al reproche.
No dejo de dar vueltas al suceso denunciado por la Junta en Sevilla a cuenta de una noticia falsa que en redes sociales animaba a ir a vacunarse sin cita el Jueves Santo al pabellón de Bermejales. Y no solo porque yo estuve allí entre las diez y las once de la mañana sin observar ninguna alteración más allá de las condiciones en las que las personas mayores han de hacer cola a la intemperie, sino porque la Junta admitiera que vacunó a miles de personas que no estaban citadas porque hicieron caso al bulo, alterando por tanto el sistema de control y registro del plan de vacunas y generando una discriminación con los que confiaron y confían en que la Junta les llamará por un riguroso orden establecido. Raro, muy raro.
Es lógico que quien haya visto el concierto autorizado de Barcelona se pregunte por qué no le permitirán ir a los toros en Sevilla… Y así todo, porque la discriminación genera desconfianza en quien hace la ley.
Por las características de las normas -algunas solo pueden ser recomendaciones- es imposible controlar su general cumplimiento, por eso hay que insistir en el reproche a los insolidarios. Mejor haría la Junta en denunciar de oficio y públicamente a quienes se han colado en los listados de vacunados o en demostrar que las multas del estado de alarma no son papel mojado, porque parece que las restricciones más que normas son un método disuasorio que pronto será ineficaz si de tanto listo la mayoría se harta de parecer tonta.