La Liga depende del Barça
El árbitro perjudica gravemente al Valladolid al expulsar
en la banda. El estímulo de quedar a un punto del líder bloqueaba al Barcelona, muy precipitado, poco inteligente, jugando muy por debajo de su nivel y viendo impotente cómo la primera parte se consumía sin ser capaz ya no de marcar sino de crear la sensación de que podía hacerlo. Se jugó la primera mitad que Sergio González quería, aunque Pedri chutó al palo.
Tenía algo de entrañable ver nervioso a un Barça que ha tenido que luchar tanto por recuperar una cierta identidad. Nervioso por ganar. Seguramente es el que está mejor de los tres de arriba, pero semejantes apuros ante el Valladolid le daban un aire de una cierta precariedad, o de una inocencia muy vulnerable, a pesar de que la lógica, la experiencia y una indiscutible superioridad en la calidad comparativa invitaban a pensar que el partido acabaría cayendo de maduro. Messi, camino del vestidor, le dijo a Carlos Naval, delegado del equipo, sobre el trencilla▶ «Tiene unas ganas de sacarme la tarjeta, buf, increíbles», en alusión al
Clásico que se habría perdido si esto hubiese sucedido.
¿Jugó Griezmann? Ni se sabe. Dembélé volvió muy laborioso, y el Barça como más revolucionado, pero la inspiración no comparecía y el Valladolid
continuaba estrellándose contra su frustración en el remate, pero no contra la falta de claras oportunidades. Dembélé buscaba y buscaba y lo poquísimo que tocaba Griezmann era para estropearlo. Triple cambio de Koeman▶ entraron Braithwaite, Trincao y Araújo por Busquets, Mingueza y el inútil y carísimo delantero francés, que está para que lo regalemos en cualquier mercadillo. El Barça quería y no le salía; el Valladolid no se rendía. El tiempo transcurría, los nervios se tensaban y el Barça, más que contra el rival, se media con sus aspiraciones al título. Entró Ilaix por Pedri. Latre expulsó a Óscar Plano en una exageración absolutamente impresentable. Era falta. Era amarilla. Y basta. Lamentable el colegiado. Perjudicar de este modo tan innecesario y absurdo a un equipo que tan valientemente había resisitido 81 minutos contra un equipo teóricamente muy superior, fue un insulto no sólo al Valladolid sino al fútbol, que tendría que protegerse de peligros tan abrasivos como este árbitro.
Y cuando todo parecía atascado y definitivo, Dembelé remató a gol y confirmó, aunque tarde, mal, y con ayuda arbitral –también así se gana, todo hay que decirlo– que el Barça quiere esta Liga.