El Príncipe consorte se cansó pronto de su mujer y comenzó a tener aventuras. Se le han llegado a atribuir varios hijos bastardos
El destino quiso que un brote de sarampión en la Universidad Naval de Dartmouth propiciase en el verano de 1939, el primer encuentro entre una adolescente Isabel (entonces la llamaban Lilibet), de 13 años y el cadete Felipe de 18 años, alto y rubio. La futura Reina acudió de visita junto a su padre el Rey Jorge VI y su hermana Margarita. Para evitar el contagio, las dejaron al aire libre y al cuidado de Felipe, que jugó con ellas a saltar la red de una cancha de tenis. Luego vendría una larga relación epistolar, cuyo contenido nunca ha trascendido.
Cuando le daban unos días de permiso lo invitaban al castillo de Windsor, aunque el Rey Jorge VI no le hablaba y la Reina Elizabeth tampoco. Marion Crawford, la institutriz de aquella época narró en unas memorias, que le arreglaba la poca ropa civil que tenía ya que siempre usaba el uniforme. Pero que la Princesa era tan feliz durante estas visitas que se la escuchaba cantar por palacio ‘La gente dirá que estamos enamorados’, signo evidente de su felicidad. Felipe pasó las Navidades de 1943 con la Familia Real en Windsor y ya entonces los tabloides comenzaron a especular con su relación. Se comprometieron extraoficialmente en el verano de 1946 mientras se alojaban en Balmoral, pero el anuncio oficial se retrasó hasta que la Princesa Isabel cumplió 21 años y regresó de una gira real por Sudáfrica. Al padre de la novia no le convencía su elección. Ostentaba el título de Príncipe de Grecia y Dinamarca, pero había perdido el reino en la guerra, no tenía ni unos padres aptos. De lo único que podía alardear era de ser uno de los oficiales más jóvenes de la Armada y que su tío era un hombre poderoso. Para poder casarse renunció a los títulos nobiliarios para ser un ciudadano británico, cambió la religión ortodoxa por la
Borbón se estableciera en España y la Hannover en Gran Bretaña, esta relación se reforzó en 1906, tras el enlace de Alfonso XIII con Victoria Eugenia, y se estrechó aún más cuando su hijo, Don Juan de Borbón, tuvo que abandonar España, tras la proclamación de la II República, y continuó su formación como marino en la famosa Academia inglesa de Darmouth. Durante aquellos años de exilio, el Conde de Barcelona visitaba con frecuencia a la Familia Real británica, que le acogió con gran cariño.
Varias generaciones