ABC (Andalucía)

Biden abre una vía para lograr la mayoría demócrata en el Supremo

Una comisión estudiará ampliar su composició­n y limitar mandatos, lo que podría acabar con el control conservado­r

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

Está integrado por nueve jueces y su cargo es vitalicio. Los elige el presidente y los confirma el Senado. En la

elec-¿ Joe Biden anunció ayer la creación de actualidad, seis fueron

una comisión sobre el asunto de mayor elegidos por presidente­s sensibilid­ad política en EE.UU.▶ la republican­os, frente a tres

reforma del Tribunal Supremo, incluyendo nominados por demócratas. la ampliación en el número de jueces y la duración de sus cargos. Es una decisión que agitará al Alto Tribunal Rebajar la mayoría y al clima político de EE.UU., ya conservado­ra y que se

polarizado al extremo, pero que Biden alargará muchos años con la

se comprometi­ó a tomar, casi a regañadien­tes, inclusión de más jueces en el durante la campaña tribunal, todos nombrados

toral que le llevó a la Casa Blanca. por un presidente demócrata.

Todo lo desencaden­ó la muerte de la juez Ruth Bader Ginsburg, el bastión progresist­a del Supremo, en septiembre del año pasado, a mes y medio de la cita con las urnas. Los republican­os aprovechar­on la mayoría que entonces gozaban en el Senado para impulsar un recambio exprés de la magistrada y colocar a una jueza nominada por Trump, Amy Coney Barrett. Cuatro años antes, tomaron el camino contrario para bloquear durante meses a un juez nominado por Barack Obama y esperar a las elecciones de 2016, las que ganó Trump, para colocar a un juez conservado­r.

Sectores amplios del partido demócrata fueron muy críticos con la doble vara de medir que usaron los republican­os y que consiguió reforzar la línea conservado­ra del tribunal, que en la actualidad es de seis jueces conservado­res frente a tres progresist­as. La respuesta de muchos fue ‘Pack the court’, ‘llenad el tribunal’, es decir▶ ganar las elecciones presidenci­ales, recuperar la mayoría en el Senado y utilizarlo­s para ampliar el número de jueces y dar la vuelta a la línea ideológica del tribunal.

El asunto ponía a Biden entre la espada y la pared. No podía asustar al electorado moderado que necesitaba para ganar la elección ni llevar la contraria a las corrientes izquierdis­tas de su partido. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, trató de esquivar el asunto todo lo que pudo hasta llegar a una solución que solo era una patada adelante▶ la creación de una comisión de estudio.

Promesa electoral

Ahora cumple esa promesa hecha en campaña, pero da señales de que no busca cambios radicales en el Supremo. La comisión, establecid­a por decreto presidenci­al, no culminará con una serie de recomendac­iones específica­s al presidente, sino con un análisis sobre los posibles cambios que podrían producirse. Este mecanismo es decepciona­nte para las corrientes izquierdis­tas, que buscaban una alteración rápida del tribunal para aprovechar el poder que tienen ahora los demócratas en la Casa Blanca y en el Senado, antes de que corran riesgo. El año que viene se renueva un tercio de la cámara alta y la exigua mayoría demócrata podría desaparece­r.

La comisión durará seis meses, estará compuesta por 36 expertos juristas de diversa procedenci­a ideológica y ofrecerá sus conclusion­es en octubre. Entre los asuntos que tratará están las necesidade­s de reforma del tribunal, el número de miembros que lo integran, la duración del cargo y el proceso de selección de casos.

El anuncio de la comisión viene calentado por las declaracio­nes de uno de los jueces progresist­as del Supremo, Stephen Breyer, que aseguró que un intento de ampliar el número de magistrado­s tendrá como resultado la «erosión de la confianza» en el organismo.

Jacques Delors decía que no todos los alemanes creen en Dios, pero sí en el Bundesbank. Habría que añadir a este consenso popular al Tribunal Constituci­onal, responsabl­e en el plano jurídico de la enorme historia de éxito de la República Federal Alemana. Pero desde la ratificaci­ón del Tratado de Lisboa en 2009, el alto tribunal se ha empeñado en poner palos en las ruedas de la integració­n europea sin una argumentac­ión del todo comprensib­le.

Lejos quedan los tiempos en los que los admirados jueces de Karslruhe ayudaban a construir la doctrina comunitari­a de protección de derechos fundamenta­les o advertía con acierto sobre la necesidad democratiz­ar las institucio­nes europeas y encontrar límites materiales a los poderes de Bruselas. El 26 de marzo pasado el tribunal constituci­onal frenó en seco la entrada en vigor de la legislació­n nacional que permite la puesta en marcha del fondo de recuperaci­ón. Se propuso comprobar antes la compatibil­idad con el Derecho europeo y el alemán de su novedoso sistema de financiaci­ón, con deuda emitida por la Comisión, una reclamació­n de un puñado de euro-escépticos bien organizado­s. Lo más previsible es que acabe dando luz verde al fondo y no se atreva a ir tan lejos como en mayo de 2020, cuando en una de sus peores sentencias no reconoció el principio de primacía del Derecho europeo ni la jurisdicci­ón del Tribunal de Justicia de la UE.

El nuevo desacierto judicial alemán causaría de todos modos un retraso serio –entre seis meses y un año– en la utilizació­n del fondo, un instrument­o esencial para muchos países. Uno de los mejores juristas de la UE, Jean-Claude Piris, explica que lo mejor que puede hacer el tribunal constituci­onal es cerrar el caso cuanto antes o enviarlo al Tribunal de Luxemburgo, al tiempo que permite la ratificaci­ón en entredicho. Los jueces de Karlsruhe han ido demasiado lejos y se juegan su prestigio profesiona­l. Es sabido que los grandes tribunales despliegan un especial instinto de autoconser­vación. Pero también hay casos sorprenden­tes en los que, a cambio del gusto de dar un portazo, tiran su capital político por la borda.

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ABC La muerte de Ruth Bader, segunda por la derecha, reforzó la mayoría conservado­ra en el Supremo
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¿Cuál es la composició­n del Tribunal Supremo?

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