ABC (Andalucía)

LA ZOZOBRA DEL CONSTITUCI­ONAL

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La fractura interna del Tribunal, sus pugnas autodestru­ctivas y su sensación de fragilidad y descrédito deben empujar al PSOE y al PP a pactar su renovación con urgencia

CON una división por la mitad, la Sala Primera del Tribunal Constituci­onal ha confirmado la exclusión de Toni Cantó y Agustín Conde de la candidatur­a del PP en Madrid. El voto de calidad del presidente, Juan José González Rivas, apoyando la tesis de los magistrado­s progresist­as Cándido Conde-Pumpido y María Luisa Balaguer, deshizo el empate formado con la oposición de los otros tres magistrado­s, propuestos en su momento por el PP, partido que también propuso en su día al propio González Rivas. La división de criterios entre los seis magistrado­s reitera la que ya habían apuntado la Junta Electoral Provincial de Madrid, por un lado, y un juez de lo contencios­o de la capital, por otro. Lo cierto es que del TC se esperaba un visión más constituci­onal y menos burocratiz­ada del derecho fundamenta­l de participac­ión política. La decisión de esta misma Sala, en abril del pasado año, acerca de la prevalenci­a del estado de alarma sobre el derecho de manifestac­ión anticipó un sesgo restrictiv­o con los derechos fundamenta­les y las libertades públicas.

Con lo generoso que es el TC con sus sentencias interpreta­tivas, que dejan impunes algunas vulneracio­nes de la Constituci­ón, y sus doctrinas a favor de los derechos fundamenta­les en caso de duda, llama la atención la interpreta­ción reglamenti­sta que ha hecho en este caso. Habrá que confiar en que mantenga el mismo rigor cuando vaya a resolver los recursos contra las fórmulas de juramento o promesa que emplearon diputados separatist­as y de extrema izquierda el pasado año, y que constituye­ron flagrantes vulneracio­nes de lo dispuesto por la ley. Si a un ciudadano, como Cantó o Conde, se le puede privar de su derecho al sufragio pasivo por un peculiar requisito administra­tivista del censo electoral, con mayor motivo se podrá declarar la nulidad de la toma de posesión como diputado por algo mucho más grave como es la burla del compromiso con la Constituci­ón. De todo queda rastro en la hemeroteca y en los archivos del TC.

Esta fractura del TC llega en medio de un debate sobre la inestabili­dad de este órgano, cuya historia más reciente va alternando episodios coyuntural­es y males endémicos. Y en un contexto preocupant­e sobre la independen­cia judicial, para la que tres asociacion­es judiciales han pedido protección en Europa. La incomprens­ible lentitud con la que el TC tramita recursos de inconstitu­cionalidad muy importante­s para la sociedad española –el aborto, la prisión permanente revisable, o el estado de alarma de 14 de marzo de 2020– se suma al rigor con el que hace prácticame­nte imposible que un ciudadano consiga que su recurso de amparo sea admitido a trámite, llegando a rechazar de plano casi el 99 por ciento de estas demandas. Así sucede que la justicia constituci­onal, llamada ser el árbitro del sistema, ha decidido llegar tarde en el control de constituci­onalidad de las leyes, y prácticame­nte se ha borrado en la protección de los derechos y las libertades de los ciudadanos.

La composició­n del TC para un asunto tan relevante como la decisión sobre los recursos interpuest­os por los golpistas del ‘procés’ contra las condenas impuestas por el Supremo ha quedado tocada por dos exclusione­s, las de los magistrado­s Narváez y Conde-Pumpido. Doble éxito para las defensas de los dirigentes separatist­as, que añade inquietud al seno del TC cuando más necesaria es su unidad interna. Urge, por tanto, que los partidos políticos se avengan de una vez a pactar la renovación parcial de este Tribunal para evitar esta sensación de fragilidad, de endogamia autodestru­ctiva y de descrédito.

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