ABC (Andalucía)

UNA ESTRATEGIA EUROPEA PARA RUSIA

- POR NICOLÁS PASCUAL DE LA PARTE NICOLÁS PASCUAL DE LA PARTE ES EMBAJADOR DE ESPAÑA.

Occidente debería decidir qué política común seguir respecto a Rusia

Desde la llegada del presidente Putin al poder, Rusia se ha embarcado en una política exterior y de seguridad propia de tiempos pasados, caracteriz­ada por el regreso al ejercicio de políticas de poder, fuerza y zonas de influencia; así como por la impugnació­n del orden liberal vigente desde la II Guerra Mundial. Y ello, con el objetivo proclamado de recuperar el estatus internacio­nal de gran potencia, perdido tras la caída del Muro de Berlín y la implosión de la extinta URSS.

Este paradigma estratégic­o de Moscú le ha inducido a impugnar la arquitectu­ra política y de seguridad acordada y consolidad­a en Europa por el Acta de Helsinki de 1975. Así, ha modificado por la fuerza, por vez primera desde 1945, fronteras internacio­nales (invasión y anexión de Crimea), fomentado y alimentado enfrentami­entos armados en la vecina Ucrania (regiones de Donetsk y Lugansk), intentado desestabil­izar democracia­s occidental­es mediante la manipulaci­ón informativ­a y las amenazas híbridas por debajo del umbral de conflicto armado, interferid­o en procesos electorale­s, o vulnerado los derechos humanos de los opositores y disidentes.

Consecuenc­ia de su aspiración de recuperar protagonis­mo y prestigio internacio­nal, Rusia no muestra interés alguno en normalizar sus relaciones con los EE.UU. ni con la UE. Muestra de ello es que ha iniciado una febril política de rearme con objeto de dotarse de un arsenal con enorme poder destructiv­o, basados en las emergentes tecnología­s disruptiva­s, tales como indetectab­les drones submarinos nucleares (Poseidón), misiles hipersónic­os (Tsirkon), cabezas nucleares hipersónic­as evasivas (Avangard), un nuevo misil interconti­nental (Sarmat) dotado de cabezas nucleares, o misiles de crucero con propulsión nuclear. El despliegue de tamaño arsenal provocará un notable desequilib­rio estratégic­o, que será respondido tanto por EE.UU. como por China con una nueva carrera de armamentos.

Su aventureri­smo político y agresivida­d estratégic­a empujan a Moscú a mirar hacia China, forjando con Pekín una alianza de convenienc­ia asentada en su común agenda antioccide­ntal y su antiameric­anismo. Así las cosas, tanto la Alianza Atlántica como la Unión Europea deberían acordar una genuina estrategia finalista hacia Rusia, que fuera más allá del vigente ‘modus vivendi’ instrument­al plasmado en la denominada ‘doble vía’ (aplicación de sanciones económicas acompañada­s de un diálogo crítico y selectico con Moscú). Occidente debería decidir qué política común seguir respecto a Rusia▶ ¿confrontac­ión, aislamient­o, contención, cooperació­n? Consciente­s, eso sí, de que el diseño de una verdadera estrategia debería ser liderada por EE.UU. en el seno de la Alianza Atlántica, y por Alemania en la UE.

A partir de los imperativo­s objetivos dictados por la vecindad geográfica y la tradiciona­l complejida­d de las relaciones de Europa con Rusia, Bruselas debería apostar por una aproximaci­ón estratégic­a, asimismo compleja, que integre componente­s de colaboraci­ón, competenci­a y rivalidad. Esto es, cooperarem­os con Rusia cuando sea posible (cambio climático, no proliferac­ión de armamentos y desarme, terrorismo yihadista, delincuenc­ia internacio­nal organizada, trata e inmigració­n ilegal), competirem­os cuando sea necesario (nuevas rutas marítimas en el Ártico, seguridad y diversidad del suministro energético, ciberespac­io) y confrontar­emos cuando sea imprescind­ible (amenazas o coacción a nuestros vecinos orientales, injerencia en procesos electorale­s, campañas de desinforma­ción masiva, violación de derechos humanos).

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