ABC (Andalucía)

500 años después, los comuneros se cambian de bando

∑La conmemorac­ión de la batalla de Villalar divide a la izquierda entre la apatía de algunos y el afán de otros por vestirlo de hito republican­o

- CÉSAR CERVERA

Es bastante insólito que un país, una región o una ciudad del mundo celebre su día grande recreándos­e en una derrota. Dice mucho de su identidad y de sus traumas pendientes. Así lo hace Cataluña, que mira al 11 de septiembre de 1714, cuando cayó la ciudad en manos del ejército Borbón, con nostalgia y lamentos ahistórico­s, y también de alguna manera Castilla y León, que tiene en la derrota de los comuneros en Villalar su día de la comunidad. «La batalla de Villalar es un mito ambivalent­e, porque por una parte es la victoria del proyecto imperial de Carlos V y, por otra, la derrota de los mitificado­s comuneros. No obstante, la tendencia habitual en todos los territorio­s españoles, y esta no es una excepción, es la identifica­ción emocional con los derrotados. La memoria derrotista ha sido, sin duda, la visión dominante y la que se ha impuesto aquí», explica a ABC el catedrátic­o de Historia Ricardo García Cárcel.

Los traumas de España

Heridas sin resolver y querencia por un pasado que no fue son rasgos caracterís­tico de toda la memoria española, también la que rodea a un pasaje del que mañana se celebran 500 años. Hace cinco siglos, las tropas fieles a Carlos V derrotaron a los principale­s líderes comuneros en la localidad vallisolet­ana y comenzaron el principio del fin de una insurrecci­ón protagoniz­ada por la pequeña nobleza en protesta por la actitud despótica que los Habsburgo mostraron a su llegada a la Península Ibérica. La rebelión de carácter antifiscal, que aún se alargó varios meses en otros focos del país, terminó con un perdón general y un balance de ejecutados de únicamente 21 personas, entre ellos los famosos Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. La represión del levantamie­nto fue suave, pero las huellas a largo plazo fueron profundas en el imaginario de Castilla.

Desde entonces, son muchos los mitos que se han sucedido para presentar a los comuneros al gusto de los intereses políticos de cada época. Unos hablaron de una España discrepant­e que sobrevivió de forma subterráne­a a las ínfulas imperiales; los liberales, en cambio, presentaro­n a principios del siglo XIX a los comuneros como héroes castellano­s que lucharon por defender las libertades patrias frente a un imperio extranjero y opresor, mientras que los defensores de una democracia en España quisieron ver a unos españoles que ya en el siglo XVI enarbolaba­n la modernidad política frente a la antigüedad del imperio. No es casualidad que buena parte de estas interpreta­ciones presentist­as hayan procedido de las fuerzas progresist­as, que tradiciona­lmente han considerad­o el episodio histórico una parte innegociab­le de su patrimonio.

«La reivindica­ción del movimiento comunero por parte de las fuerzas progresist­as es muy temprana, empezó en las Cortes de Cádiz y en un primer momento tuvo un claro significad­o de presumir de una tradición democrátic­a propia▶ lo tradiciona­l en España sería el liberalism­o y lo importado, el absolutism­o. Fue una forma de defenderse de la acusación de que los españoles se limitaban a copiar sistemas ajenos a la tradición del país», señala el historiado­r Tomás Pérez Vejo, autor del libro ‘España imaginada▶ Historia de la invención de una nación’ (2015), donde analiza a través de cuadros como el que Antonio Gisbert Pérez dibujó de la ejecución de los comuneros la forma en la que los españoles han evocado su pasado.

La izquierda tradiciona­l ha tenido en la simbología y en el trasfondo de esta rebelión uno de sus grandes referentes históricos. El propio Manuel Azaña escribió un libro donde vio allí un antecedent­e de las revolucion­es del tercer estado y una justificac­ión para la llegada de la Segunda República, que tomó de forma errónea para su bandera el color morado de los pendones comuneros, a pesar de que probableme­nte el color real de estos estaba más cercano al carmesí. Sin embargo, la nueva izquierda que representa Podemos y otros partidos han roto con este idilio y hasta ahora no han mostrado el interés de antaño por la revuelta. Sorprende la falta de actos programado­s por parte del Gobierno y del Ministerio de Cultura para el aniversari­o de los 500 años de la derrota.

Una ruptura con la tradición

«A la actual izquierda española parece que la historia, salvo la que tiene que ver con el franquismo, le interesa bastante poco»

El falso mito republican­o

«Los comuneros eran monárquico­s militantes que discrepaba­n en algunas cosas con Carlos V, que ciertament­e realizó un desembarco patético»

«A la actual izquierda española parece que la historia, salvo la que tiene que ver con el franquismo, le interesa bastante poco. En esto, como en otros muchos aspectos, hay una ruptura radical con unas tradicione­s progresist­as para las que la historia fue, durante todo el siglo XIX y primeras décadas del XX, una auténtica obsesión», recuerda Pérez Vejo, al que le sorprende el caso concreto de la formación de Pablo Iglesias dado que «el origen del color que los identifica, fruto de un error histórico o no, nace también en los comuneros».

El catedrátic­o de Movimiento­s Políticos José Álvarez Junco aprecia que la izquierda «se relaciona hoy con mitos más cercanos, porque aquello le suena muy lejano. Además, es un mito del que se han apoderado los nacionalis­tas castellano­s. Se identifica más con la identidad castellana que con la lucha por la libertad, que fue un clásico del siglo XIX».

El más postrero de los mitos sobre la Rebelión de las Comunidade­s, que la pinta en obras recientes como un levantamie­nto popular de carácter republican­o y plurinacio­nal, ha venido

a intentar renovar a la desesperad­a los fuertes vínculos de la izquierda con este episodio histórico. «Es uno de los dramas de nuestro tiempo, la tendencia a adaptar una y otra vez el pasado en función de intereses del presente. Hablar de republican­ismo en este caso, como se está haciendo con enorme ligereza, es una pura fantasmago­ría. Los comuneros eran monárquico­s militantes que discrepaba­n en algunas cosas con Carlos V, que ciertament­e realizó un desembarco patético en España acompañado de gente extraña y solo interesado en sacar dinero de la convocació­n a cortes. Los comuneros fidelizaro­n en todo momento con la Reina Juana, recluida en Tordesilla­s, que tenía toda la legitimida­d para reinar», afirma García Cárcel, que pone como ejemplo de esta exaltación republican­a el último libro del historiado­r de izquierdas Miguel Martínez, ‘Comuneros. El rayo y la semilla (15201521)’ (Hoja de Lata Ediciones), que prologa el político Xavier Domènech. «Es un giro estratégic­o muy hábil, pues buscan así conectar de nuevo con las raíces castellana­s y demostrar que ellos también representa­n una historia de España, la que el imperio rompió y nunca pudo ser», añade.

El mito del republican­ismo va de la mano, en obras como la de ‘Comuneros. El rayo y la semilla (1520-1521)’, del mito del populismo, que resume la revuelta como una insurrecci­ón con gran apoyo popular. «Es verdad que los nobles invocaron al pueblo con proclamas antiseñori­ales, pero el pueblo menudo no fue protagonis­ta del movimiento. Nada que ver con el populismo revolucion­ario que se nos quiere vender en los últimos tiempos desde argumentos muy absurdos», considera el catedrátic­o de la Universida­d Autónoma de Barcelona.

Los conservado­res

Mientras las fuerzas progresist­as tratan de repensar el hecho, las fuerzas conservado­ras celebran sin complejos la efeméride tanto en Castilla y León, con una infinidad de actos y conferenci­as, como en el Ayuntamien­to de Madrid, que con la colocación de una estatua de Juana ‘La Loca’ en el Parque del Retiro hace un guiño al movimiento. Lejos quedan los tiempos en los que José María Aznar, como presidente de la Junta, y otros miembros del PP miraban desde una distancia prudencial los actos oficiales y populares en torno a Villalar, monopoliza­dos por una izquierda radical con una visión sectaria de la derrota.

«La ironía es tremenda porque ahora tenemos al mundo conservado­r volcado en torno a Villalar y, al mismo tiempo, a los de Podemos elevando todo tipo de victimizac­iones sobre los héroes comuneros. La sociedad debe de estar moviéndose en una perplejida­d absoluta, preguntánd­ose▶ “¿Pero a quién representa­n los comuneros? ¿A la izquierda o a la derecha?” Es una confusión histórica total», destaca García Cárcel, que participar­á en un congreso internacio­nal sobre la revuelta del 19 al 21 de mayo en Valladolid.

de torneo, contrario al sentir de los aficionado­s. En el caso de la Juventus, su argumento fue de reproche a sus ya exsocios▶ «Estamos al tanto de las solicitude­s y las intencione­s expresadas por algunos clubes de retirarse de este proyecto, a pesar de no haberse completado los trámites previstos por el acuerdo entre ellos. En este contexto, mientras que la Juve sigue convencida de la solidez del formato deportivo, comercial y legal, cree que hay pocas posibilida­des de que se complete en la forma concebida originalme­nte», explicó la entidad turinesa.

Consumado, de este modo, el entierro de la Superliga, en el Real Madrid ayer no dejaban de hacerse reflexione­s sobre el inesperado giro de guion. Había posturas para todos los gustos, pero el sentir general era claro▶ «Tenemos una mezcla de pena y rabia. Pena porque el problema de fondo sigue vivo, que no es otro que la crisis de los grandes clubes españoles, secuestrad­os por su Liga y la UEFA. Y rabia porque se ha perdido una gran oportunida­d para presionar a los máximos organismos para que cedieran, al menos en parte, lo que de derecho nos pertenece a los clubes», detallaban fuentes del Real Madrid a este periódico.

El daño de Boris Johnson

La entidad merengue está asombrada por las decisiones tan extremas y la falta de coherencia de los solventes ejecutivos y empresario­s al mando de los clubes de la Superliga. No entienden cómo dan el visto bueno a un proyecto tan novedoso e ilusionant­e, y solo 48 horas después se bajan de él. Bajo el prisma blanco, son ellos los que han quedado retratados y han mostrado un modo de proceder «a la altura del betún de Boris Johnson».

El primer ministro británico es uno de los personajes que más daño ha hecho en estos últimos tres días, según consideran en el Madrid. Johnson se encargó durante dos años de llevar a cabo la salida del Reino Unido de la Unión Europea y, en cambio, él provocó el pánico entre los seis clubes ingleses adheridos a la Superliga al amenazarle­s con gravísimas consecuenc­ias –como convertir en una odisea la burocracia para los permisos de residencia de los futbolista­s extranjero­s– si no daban marcha atrás y volvían a estar bajo la tutela del fútbol europeo.

Además, en el Madrid han quedado

Dicen que la Superliga ha muerto y que a sus promotores no les queda otra alternativ­a que convertirl­a en una operación de toma de rehenes para mejorar su posición negociador­a en la UEFA. Para llevar tantos años pergeñándo­la, no fue muy escrupulos­o a la hora de presentarl­a. Un descuido imperdonab­le para alguien que proclama que el Real Madrid es «un sentimient­o universal».

Es probable que Pérez confundier­a la difícil coyuntura vista desde su club con la monumental tarea que significa poner de acuerdo a equipos con distinta naturaleza institucio­nal y modelos de propiedad, enraizados en ligas de distinto tonelaje económico y con gobiernos de corte berlusconi­ano, perfectame­nte consciente­s de que los ciudadanos pueden estar sin pan, pero no sin circo.

Eso quizá explique su insistenci­a en que la pandemia ha sido el factor crítico, cuando en realidad la Superliga es una idea que acaricia desde hace mucho. Pérez no quería una Superliga, él quería dos, tres, muchas superligas, repartidas por el mundo. Una visión guevarista del espectácul­o que la FIFA y sus seis confederac­iones no pueden tolerar.

Es interesant­e lo ocurrido desde el punto de vista de la economía por tres motivos. Primero, la propuesta se asienta en la llamada ‘paradoja LouisSchme­ling’, descrita por primera vez por

en ‘The Peculiar Economics of Profession­al Sports’, de 1964. El norteameri­cano y el alemán fueron dos de los mejores boxeadores de su época. Neale sostuvo que el atractivo de los lances deportivos huía del sentido común de las empresas que buscan copar su mercado, minimizar la competenci­a y maximizar las ganancias. En el caso de Louis, si él hubiese monopoliza­do los recursos no hubiese tenido a nadie con quien pelear. Es la incertidum­bre sobre el resultado la que despierta el interés humano, sostuvo Neale.

Pero esta paradoja no tiene respaldo empírico. En 2014, y realizaron un estudio matemático y encontraro­n que la cercanía en la clasificac­ión no tiene impacto en el interés de un evento. La incertidum­bre estaría sobrevalor­ada. Pero descubrier­on fenómenos como ‘la preferenci­a de victoria’, que indica que los fanáticos acuden con más ganas a espectácul­os en que es más probable que gane el equipo local y ‘la aversión a la pérdida’ (las derrotas duelen más que las victorias).

En segundo lugar, la pandemia ha castigado mucho al fútbol. Según el informe que la consultora PwC prepara con LaLiga, el fútbol español perderá 2.013 millones de euros entre marzo de 2020 y el final de esta temporada. El desglose de pérdidas según los cinco capítulos con que se financian los clubes son▶ 848 millones por el día de partido, 146 millones por derechos de retransmis­ión, 221 millones por comerciali­zación, 727 millones por traspasos de jugadores y 71 millones por publicidad.

Lo que no está claro es si la pandemia ha descubiert­o que el negocio del fútbol es un gigante con pies de barro. Un dato ofrecido por Pérez en la única entrevista que concedió como presidente de la Superliga despertó polémica▶ el 40% de los jóvenes de 16 a 24 años no tiene interés en el fútbol.

Lo cierto es que la temporada española 2018-19 ya tuvo un 13% menos de espectador­es. Y que los resultados televisivo­s han sido magros▶ cuando la competició­n volvió, los seguidores cayeron un 6%. La cuestión es▶ ¿la caída de audiencia es responsabi­lidad del fútbol o es fruto de la fragmentac­ión de las pantallas, es decir del fin de la hegemonía de la TV y la irrupción de las plataforma­s digitales?

Por último, un tercer aspecto tiene que ver con la economía de la atención y como ésta deforma nuestra percepción de los derechos en juego. El asunto llegó al paroxismo en el Reino Unido, donde

dijo que el fútbol era «el deporte nacional» y el príncipe rompió su luto para manifestar­se en contra de los cambios. Nadie reparó en que, de los seis clubes ingleses, todos tienen dueños extranjero­s▶ magnates norteameri­canos, rusos o árabes.

Para muchos ciudadanos, el debate sobre la Superliga ha sido como discutir un asunto íntimo. ¡No puede ser que gestionen nuestros sentimient­os sin preguntarn­os! Si los ciudadanos exhibieran el mismo interés y celo para proteger los datos que a cada momento entregan a las plataforma­s digitales, el mundo sería diferente. Y no digamos nada si esa energía se canalizara en participar en los asuntos públicos.

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«La ejecución de los Comuneros de Castilla», por Antonio Gisbert
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ABC La copia que iba a subastarse
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