La cuarta ola llena las UCI de pacientes más jóvenes con un Covid muy severo
∑«Más de la mitad precisan ventilación artificial», alertan los internistas ∑Aguantan más que los mayores en su casa e ingresan ya sin poder respirar
Las unidades de cuidados intensivos (UCI) soportan el peso final de la pandemia. Son el último muro de contención cuando llega el tsunami, donde los enfermos que no pueden respirar por sí mismos libran su partida de ajedrez a vida o muerte contra el Covid. Una batalla particular dentro de la gran guerra que la humanidad mantiene desde hace más de un año contra el enemigo invisible del coronavirus.
El cuarto embate ha vuelto a poner en jaque a las áreas de críticos en los hospitales, sobre las que recae el peso de los pacientes con neumonías bilaterales virulentas. No han terminado de recuperarse de la tercera ola y ya han regresado los nervios entre los boxes, las carreras a contrarreloj, el sudor bajo los equipos de protección individual (EPI), los respiradores a pie de cama, los enfermos con máscara, los pulmones exhaustos, los cables, las bombonas de oxígeno, las pantallas del monitor, la cabeza fría y el corazón caliente de los sanitarios, la angustiosa espera… Pero lo peor es la promesa incumplida. «Quien ingresa en la UCI está aterrado porque sabe lo que le espera. Tratamos de tranquilizarlo diciéndole que lo más oportuno es dormirlo y conectarlo a un respirador, pero que no se preocupe porque se va a despertar. Desgraciadamente, con algunos de ellos no cumplimos la promesa y acaban falleciendo». Esa sensación de desengaño y frustración martillea la conciencia de Horacio García, médico intensivista del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla desde que inició la residencia en 2001.
Este especialista no olvida el desplome fatal de los pronósticos ni tampoco los nombres «de los que salieron adelante y de los que no». Dentro de la UCI cada jornada es tan incierta como el destino de una botella que se arroja al mar. «Hemos hecho rutina de algo absolutamente excepcional», señala a ABC. Es su mecanismo de defensa para convivir con el ‘bicho’.
Más ola que «olita»
Esta cuarta ola tampoco se está viviendo igual que las tres anteriores en el epicentro de las unidades de críticos. La vacunación, pese a que avanza a trompicones por la falta de suministro, las ha deshabitado de los pacientes más longevos y vulnerables. Quienes requieren ahora ventilación mecánica son más jóvenes▶ se mueven en una horquilla que va de los 40 a los 67 años. «Aguantan más en casa, vienen varias veces a Urgencias y cuando llegan al hospital están más graves. Eso nos desconcierta un poco porque nos rompe las previsiones», resume Eugenia Yuste, médico intensivista del Hospital Clínico San Cecilio de Granada, la provincia con más pacientes críticos de Andalucía, 77 hasta ayer.
Uno de cada cuatro enfermos ingresados está un hospital granadino. Allí la cuarta ola, tras la relajación de restricciones en Semana Santa, no tiene
visos de quedarse en una «olita», como aventura el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.
«Al inicio de la cuarta ola sólo un tercio de los pacientes necesitaba ventilación mecánica invasiva, pero conforme ha ido pasando el tiempo la requieren entre el 50 y 60 por ciento. En la tercera ola eran entre el 40 y 50 por ciento. De los cinco pacientes con neumonía que llegaron el domingo, tres pasaron directamente a la UCI», detalla Eugenia Yuste.
Esta facultativa de 53 años corrobora, a pie de cama, el diagnóstico del consejero de Salud, Jesús Aguirre. Las personas mayores, al sufrir más bruscamente la falta de oxígeno, acuden a Urgencias en una fase más precoz. Los más jóvenes llegan más tarde al hospital y cuando lo hacen tienen «una saturación de oxígeno muy baja, lo que hace que pasen directamente a la UCI», explicaba Aguirre. El intensivista Horacio García da fe de ello▶ «Todos tenemos la sensación de que el perfil de edad tiende a la baja. En la cuarta ola lo notamos más».
«Cuando alguien tiene una neumonía bacteriana o un edema, los pulmones no oxigenan bien la sangre y aparece la sensación de asfixia. Esto le pone en alerta para ir al hospital.
«En la UCI lo que
hacemos es comprar tiempo
hasta que el paciente respire
por sí solo»
Lo terrible del coronavirus es que el cerebro no recibe la sensación de asfixia, el enfermo no se da cuenta. Padece una hipoxemia feliz o silenciosa. Eso hace que tarde más tiempo en ir al hospital o que lo haga cuando la situación es límite. Algo así no había ocurrido nunca con una patología pulmonar», explica el médico del hospital Virgen del Rocío.
La vacuna es un triunfo de la ciencia que está salvando vidas. Todos los mayores de 80 años en Andalucía ya se han puesto al menos una dosis y el 85 por ciento de quienes tienen entre 75 y 79 años. Gran parte de la población con un riesgo más alto de fallecer a causa del Covid-19 está fuera de la zona de peligro. «Todavía tenemos con ventilación artificial a mayores de 70 años que cogieron la infección en la tercera ola. Es una pena que se quedaran a las puertas de vacunarse», lamenta García. «Antes llegaban al hospital personas mayores que no eran candidatos a medidas invasivas de intubación en la UCI. Ahora quien entra, al ser más joven, tiene más capacidad de supervivencia», admite.
Estancias muy largas
En Andalucía hay 314 ingresados en la UCI. No ha alcanzado el pico de la tercera ola, cuando hubo hasta 705 el 1 de febrero. Pero la pandemia no da tregua. El virus ha obligado a reforzar toda la infraestructura en las unidades de intensivos. Las estancias en la UCI son muy largas. Se cuentan por semanas o meses. «Las catorce camas que teníamos antes del coronavirus se han convertido en treinta y tantas. Cuando se habla de que están ocupadas un 20 por ciento no es real. Ahora tenemos 17 pacientes Covid. Estamos al 150 y 200 por ciento de ocupación», subraya la médica de San Cecilio. Se habla mucho de las camas, pero poco de las manos que hacen falta. «Tenemos que lidiar con un equipo a veces escaso. Para intubar a un paciente son necesarias entre cuatro y cinco personas. Cuando el oxígeno no llega a la sangre, hay que ponerlo boca abajo, moverlo con cuidado porque tiene su peligro».
En la primera ola la UCI «era una cárcel». Los sanitarios iban a tientas. «Ahora hemos aprendido y tratamos de humanizarlas. Permitimos una visita de un familiar al día. Eso ayuda mucho cuando se está solo», comenta Yuste.
El tratamiento farmacológico está muy tasado▶ corticoides, heparina y algún antiinflamatorio. En la UCI se libra una batalla contra el reloj, señala Horacio García. «Sustituimos de manera artificial lo que el paciente no puede hacer por sí solo▶ respirar. Lo que hacemos es comprar tiempo».