ABC (Andalucía)

Fue el primer vicepresid­ente de Estados Unidos en tener una influencia política clara

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

HASTA la elección de Joe Biden hace unos meses, solo dos antiguos vicepresid­entes de Estados Unidos lograron alcanzar posteriorm­ente la Casa Blanca durante el último medio siglo▶ Richard Nixon, en 1968, y George H.W. Bush, veinte años después. Walter Mondale fue, junto a Al Gore, uno de los damnificad­os de esa tendencia▶ su nítida derrota de 1984 frente a Ronald Reagan truncó para siempre sus ambiciones presidenci­ales. Su campaña se cimentaba en argumentos sólidos en el marco de una ideología progresist­a de la que siempre fue un abanderado –era partidario confeso de un Estado intervenci­onista en materia económica– e innovó al proponer a una mujer, la congresist­a Geraldine Ferraro, para el cargo de vicepresid­ente. Incluso, empleó una fórmula bien afilada para desarmar a su adversario▶ «El presidente Reagan subirá los impuestos y yo también; pero él no lo dice». Los hechos le dieron la razón en este asunto. Sin embargo, sus constantes malas prestacion­es televisiva­s y su incapacida­d para percibir el giro conservado­r que se estaba produciend­o en Estados Unidos resultaron ser insalvable­s obstáculos de los que no logró despejarse.

Lo que nadie discute a Mondale es el haber dotado de contenido e influencia al cargo de vicepresid­ente en los cuatro años, entre 1977 y 1981, en los que acompañó a Jimmy Carter. No fue una casualidad sino una de las condicione­s que Mondale, sabedor de la marginació­n a la que Lyndon Johnson sometió a su mentor Hubert Humphrey, que planteó a Carter. Este último la satisfizo. Y así fue como Mondale fue asociado a las principale­s decisiones de política interior y exterior. En materia diplomátic­a, contribuyó a dos de los éxitos –fueron en realidad los únicos– de aquella Administra­ción▶ logró que el Senado aprobase el tratado de cesión del Canal de Panamá y su buena relación con el primer ministro israelí Menahem Beguin facilitó la conclusión de los Acuerdos de Camp David. La única divergenci­a importante entre Mondale y Carter se produjo a raíz de un torpe discurso presidenci­al motivado por la crisis energética de 1979 con sus largas colas en las gasolinera­s. La pésima y cínica gestión, primero de los últimos meses del régimen del Sha de Irán y de los primeros meses de la Revolución islámica, así como la el erróneo enfoque de la invasión soviética de Afganistán remataron irremisibl­emente a Carter y también a Mondale. Los historiado­res y demás ensayistas siguen debatiendo si este último hubiera merecido un mejor destino. Uno de ellos, Stephen Grauber le considera en ‘The Presidents’ como el último de los fieles discípulos de Roosevelt, Truman y Johnson. Solo le faltó sentarse en el Despacho Oval.

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