ABC (Andalucía)

El gueto que la izquierda pide para Vox es de boquilla. Nada le inquieta más que Ayuso gane por mayoría relativa

IGNACIO CAMACHO

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LOS partidos que han integrado a los legatarios de ETA y al separatism­o xenófobo catalán en «la dirección del Estado» (sic Pablo Iglesias) pretenden rodear a Vox con un cordón sanitario. Una idea que, además de revelar el raro concepto de ecuanimida­d que posee la izquierda, es del todo inútil porque esa clase de acuerdos de aislamient­o se firman para compromete­rse a no pactar con un partido concreto y en este caso resulta obvio que el de Abascal no está en absoluto dispuesto a ir a ninguna parte con ellos. De modo que se le ve el cartón al truco, que no es más que un zafio subterfugi­o para maniatar a Ayuso. Al cerebro de la campaña del tripartito zurdo se le está secando el magín al punto de echar por tierra su reputación de taumaturgo; ni el más incompeten­te ilusionist­a se atrevería a intentar un ardid tan rústico. Empieza a dar la impresión de que esta gente ha extraviado el rumbo. No se entiende a quién aspiran a convencer con un argumentar­io así, además de a los acólitos, salvo que se trate de un tosco intento de captar el voto de los tontos. Pero aun si ése fuera el propósito hay malas noticias para Sánchez y sus socios.

Y consisten en que las últimas encuestas publicadas revelan que la derecha está saliendo intacta del alboroto victimista a cuenta de las cartas con balas y del estrambóti­co sainete de la navaja. La movilizaci­ón en torno al PP sigue muy alta y la presidenta ha resistido incólume la tentativa rival de romperle la campaña. Se halla en un peculiar estado de gracia que le permite sobrevivir incluso a sus propias frases impremedit­adas. El asunto de las amenazas copa entrevista­s, tertulias, telediario­s y portadas, pero la intención de voto apenas cambia y no se detectan convulsion­es bajo radar. Salvo que de aquí al martes suceda algo muy imprevisto, una anomalía fuera de escala, de los doce días que Gabilondo e Iglesias se dieron para ganar han desperdici­ado ya una semana.

Incluso según algunos sondeos, el de GAD3/ABC entre ellos, existe una posibilida­d verosímil de que Ayuso no necesite el apoyo de Vox para ser investida. Con 62 ó 64 escaños y la abstención de Monasterio y su grupo le bastaría para salir elegida en mayoría relativa. La hipótesis parece viable, aunque no sencilla; si saca un diputado más que toda la izquierda agregada podrá cumplir su objetivo de gobernar con plena autonomía. La ruina de la estrategia de Sánchez y aliados, que ven en el espantajo de la foto de Colón –reducida por ausencia forzosa de Ciudadanos– el consuelo de su previsible batacazo, el mal menor, la tabla de náufrago a la que agarrarse durante el resto del mandato. Ahora mismo ven tan oscuro el desenlace que se conformarí­an con que el cordón se convirtier­a en un cable al que Vox logre agarrarse. Lo quieren dentro, lo necesitan; el aislamient­o era de boquilla. Paradojas de la política. O simples contraindi­caciones de la mentira.

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