El cubo de la basura que delata a los moriscos
El estudio en un basurero del siglo XVI en Granada demuestra que los conversos al cristianismo ni comieron cerdo ni abandonaron el resto de hábitos musulmanes
No hay quizás mejor modo de conocer a una civilización que rebuscando en su cubo de la basura. El ser humano tiende históricamente a delatar allí, en los desperdicios, su día a día. También era así en el siglo XVI. Los resultados de un estudio arqueológico realizado en Granada, justamente en un pozo utilizado como basurero en la época, detalla que los moriscos que habitaban en esa zona, a pesar de su prohibición tras la Reconquista por los Reyes Católicos, continuaron manteniendo sus costumbres musulmanas.
Los resultados de esta investigación internacional financiada por el ‘Arts and Humanities Research Council’ del Reino Unido, y encabezada por la Universidad de Granada y la Universidad de York, detalla que aquellos que tuvieron que convertirse al cristianismo y desechar, al menos públicamente, el islam, no llegaron nunca a comer cerdo, como los cristianos, y que incluso su ritual a la hora de sentarse a la mesa, con platos grandes y compartidos por todos los comensales, siguió siendo el mismo.
Sin comer cochino
Los restos de origen animal hallados son solo de carneros, que también comercializaban los moriscos
Unos detalles sorprendentes por lo específico, pero exactos, derivados del estudio de los restos de alimentos de origen animal que las familias consumían, únicamente de carneros, y de los restos cerámicos de sus vajillas encontrados en el basurero. Estos tendrían la forma de los «ataifores», unas fuentes típicas andalusíes que fueron paulatinamente desapareciendo en favor del plato individual, propio de la cultura cristiana, y a los que se denominaba como «escudillas».
Las conclusiones han sido posibles gracias al estudio pormenorizado en la identificación de especies y otros métodos de análisis propios de la arqueozoología, disciplina imprescindible, según apunta el arqueólogo participante en la investigación Guillermo
García-Contreras, «para conocer, 500 años después, qué se metían en la boca estas familias».
Innovación económica
Pero los resultados no se limitan a las actividades privadas que realizaba la población morisca que habitaba en la zona. A la continuidad cultural musulmana, se le sumaba una innovación económica derivada de la presencia cristiana. Se deduce del estudio que parte de esa comunidad de moriscos fueran probablemente carniceros, y que se dedicaban a la distribución y abastecimiento de carne de carnero, a razón de las evidencias del tratamiento altamente estandarizado de las reses, cortada y seleccionada específicamente al gusto de la cultura andalusí. Esto correspondería además con las prácticas mercantiles surgidas tras la conquista castellana, por lo que, aunque no hubiera de facto una transformación en la vida de casa, sí que se produjo una adaptación en lo económico al nuevo poder en Granada.
El cambio que no fue
La zona del campus universitario granadino de Cartuja, lugar donde se han llevado a cabo el estudio, ha sido habitada desde hace miles de años, prácticamente desde el neolítico. Aunque también tuvo presencia romana, e incluso llegó a ser una necrópolis en el siglo IX, se trata de un punto de intensa ocupación musulmana durante la época nazarí, cuando se la conocía como la ‘finca de Aynadamar’. Desde allí partía la acequia construida en el siglo XI para abastecer de agua al núcleo urbano original de Granada, el Albaicín. Algunos poetas árabes, como así han asegurado los historiadores, hablaban hiperbólicamente de «la belleza de una colina cubierta de jardines y casas palaciegas».
Unas circunstancias que cambiaron radicalmente con la conquista castellana en 1492, cuando la zona fue adquirida progresivamente por colonos cristianos, comerciantes italianos y, especialmente, la Orden de la Cartuja, que construyó una iglesia y un monasterio y cerró todas sus propiedades en la zona, que comenzó a ser conocida como el Cercado de Cartuja. Es de ese contexto de transición de donde se extraen estos restos, datados entre los años 1515 y 1525, que se encontraban en el basurero de uno de los cármenes de la zona.
La existencia misma del carmen, un tipo de vivienda de origen netamente musulmán, es sintomática de la ausencia de cambios en el modo de vida de esta comunidad de moriscos. Ni la alimentación, ni la comida, ni las casas, ni siquiera las vajillas, sufrieron cambio alguno, a excepción de intensa persecución que estos sufrían y que empeoraría progresivamente a medida que pasaron los años.
Mientras que en la esfera pública los moriscos se mostraban fieles a su forzosa nueva religión cristiana, el ámbito privado seguía siendo su lugar de recogimiento como musulmanes. Unos hechos que no sólo explicarían las fuertes tensiones entre ambas comunidades, sino que dan aún más veracidad a la ineficaz política de evangelización por parte de la Corona castellana, que nunca llegó a arraigar del todo en la población morisca granadina.
Prueba de ello es que medio siglo más tarde, en 1568, llegaría la denominada Rebelión de las Alpujarras, en la que, tras limitarse aún más las libertades culturales de la población morisca y aumentar las medidas de control para ello, parte de los, en teoría, conversos iniciarían una cruenta batalla, fuertemente represaliada después por la Corona. Decenas de miles de moriscos fueron entonces deportados, lo que hizo que su expulsión definitiva en 1609 apenas se notase en el Reino de Granada.
Viviendas
Tampoco hubo cambios en el tipo de viviendas: la tipología más abundante es el carmen musulmán