Nueva York elimina el Día de Colón del calendario escolar
La decisión ha soliviantado a los italianos y ninguneado a los hispanos
les fue meter el cuerpo en la escena política para la comunicación de masas. El cuerpo de Mussolini se convierte en su enlace con la base electoral. Es el caso hoy de Donald Trump, con un cuerpo claramente grandón que establece un vínculo con su propio electorado.
—El lenguaje de Mussolini, en cierta forma, ha sido imitado por populistas. Él habló de «tomar al asalto la historia». Recientemente se ha podido escuchar a otro líder populista hablar de «asalto a los cielos».
—Mussolini fue un formidable periodista. Lo primero que hizo cuando llegó a Milán en 1912, desde una pequeña ciudad de provincias, fue dirigir el ‘Avanti’, el periódico bandera del socialismo italiano cuando aún era socialista. Enseguida logró cuadruplicar las copias vendidas y reducir a la mitad su sueldo, con un típico gesto demagógico. Hace una simplificación extremadamente eficaz del lenguaje periodístico y reduce cada frase a un eslogan. Se inventó un lenguaje de pura sugestión, fuertemente emocional, y lo llevó a la política.
—Entre las contradicciones que muestra en su libro está el hecho de que el padre de la Patria olvida ser padre de familia y lleva una vida sexual desenfrenada e incluso ostentada.
—El mito de Mussolini, gran amante, seductor de cientos de mujeres, era parte integrante del culto a la personalidad del dictador y de la propaganda del régimen. Es decir, no era un chisme que entraba por detrás de las puertas, era en el centro de su mito político y llegó de alguna manera incluso inflado por la propaganda oficial. La opinión pública lo convirtió en el objeto constante de chismes. Como suele suceder hoy en día, esto sucede cuando la vida política y civil de un país se apaga; entonces, la difusión del chisme sobre la vida sexual, erótica, es señal de una enfermedad de la democracia y de la vida civil. —¿Cuál es la advertencia la lección que se desprende de su libro frente a los populismos?
—Creo que cualquier lector que lea estas páginas se da cuenta de que Mussolini, además de ser el fundador del partido fascista, también fue el inventor de una figura de liderazgo populista que muchos de los dirigentes actuales, aunque no desciendan de una cultura política fascista, hacen vivir y prolongar. Y todos lo vemos. Cada vez que un líder apunta toda la pasión política en el miedo, en el resentimiento en lugar de la esperanza, tenemos un líder populista.
El distrito escolar de Nueva York no celebrará el próximo curso entre sus festivos ‘Columbus Day’, el Día de Colón, como ha hecho desde hace más de un siglo. La ofensiva de grupos de izquierdas que busca desde hace años sustituirlo por el ‘Día de los Pueblos Indígenas’ ha logrado el éxito en uno de los enclaves con mayor presencia de comunidad italiana e hispana de EE.UU. La decisión no ha dejado a nadie contento, ha provocado un escándalo político en la Gran Manzana.
El cambio se conoció sin un anuncio concreto y sin explicación. El Departamento de Educación de Nueva York comunicaba en una nota de prensa la confección del calendario escolar del año que viene. Incluía varias novedades▶ la celebración por primera vez de Juneteenth –20 de junio, conmemoración del día de 1865 en que fue anunciado por primera vez a esclavos negros que eran libres– y la eliminación del Día de Colón –previsto para el lunes 11 de octubre–, sustituido por el Día de los Pueblos Indígenas.
En Nueva York, la noticia provocó reacciones furibundas. En especial, entre los representantes republicanos locales, pero no solo. «No hay nada malo en celebrar el Día de los Pueblos
Indígenas, pero hacerlo a costa del día que celebra la cultura e historia italoamericanas es insultante», dijo Joe Borelli, concejal de Staten Island. El también concejal y miembro del comité educativo, Robert Holden, demócrata, lo calificó de «insulto vergonzoso al legado italoamericano». Pocas horas después, las autoridades intentaron resolver el entuerto. Y lo empeoraron. Optaron por que se celebre el ‘Día del legado italiano’ y el ‘Día de los Pueblos Indígenas’. Un ‘dos en uno’ que no contentará a nadie, salvo a los que buscan que se borre el nombre de Colón de donde esté, al igual que persiguen que se tumben sus estatuas.
«El consistorio quiere que sea el ‘Día del legado italiano’ y el ‘Día de los pueblos indígenas’ para que nadie se quiere fuera», trató de justificar el portavoz del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio. Nadie, excepto los hispanos. En todo el embrollo, ninguna referencia a la comunidad hispana, con el agravante de que el 42% de los niños que estudian en los colegios neoyorquinos son hispanos. No hay día que celebre la Hispanidad, el vínculo común de las comunidades hispanas de todo el continente, muchas de ellas representadas en Nueva York. El alcalde, de origen italiano, ha estado entre dos fuegos en este asunto. En 2018 instauró una ‘Comisión de monumentos’ para contener las ansias de los que quieren tumbar los de Colón. En este episodio ha parecido descolocado. Ayer aseguró que ni él ni la canciller de educación sabían del cambio y que «las cosas no se habían hecho bien». Pero se mostró de acuerdo con el resultado final.
Reacciones
El alcalde dijo que «las cosas no se habían hecho bien», pero se mostró de acuerdo
con el resultado
La idea de Zidane fue el 3-52 con Vinicius de carrilero derecho, en sus antípodas. Esto recordaba al Eto’o del Inter de Mourinho. Vinicius parecía llevar los zapatos del revés. El Madrid tuvo una buena salida. Se posicionó bien. Ganó la batalla de los cimientos, aunque el Chelsea estaba cómodo hecho una roca azul sin fisuras en su campo (un peñón, ay, de futbolistas). Además salió duro, tobillero. Cada entrada de ellos recordaba al combate de Karate Kid▶ estopa, cera.
El Madrid intentaba largas posesiones disfrutonas, pero parecía desconfigurado. Sin Vinicius, perdía el cauce de acarreo por la izquierda (Hazard estaba tras Benzema, más centrado), y por la derecha parecía torpe, dubitativo. Era como si, sabiendo que habría pocas ocasiones, Zidane optase por guardar las espaldas. Algo bueno había▶ Kanté aún parecía no estar.
El Madrid lo intentaba de lejos. Tiro de Kroos, tiro de Modric. Y a la altura del 15 ya llegó el Chelsea, que cristalizaba siempre en Mount.
Había subterráneos movimientos tácticos desesperados. Modric se iba al lateral, para salvar el abismo entre Viicius y Militao. Modric empezaba a ser ubicuo, a querer estar en muchos sitios, pero fue entonces cuando apareció el Modric de ellos, el Modric y Casemiro de ellos, pues Kanté es dos en uno. Hizo eso que ahora se llama ‘romper líneas’ y destrozó la media blanca; remató Havertz al palo y Werner aprovechó el rechazo. No era posible fallarlo. En la jugada anterior, el Madrid podía haber marcado en un violento tiro que Benzema se sacó de espaldas y que Mendy paró con categoría. Ese tiro coronaba una buena jugada larga del Madrid e indicaba que, quizás, el gol local no debía alterar nada.
Pero el Madrid sí tenía problemas.
No había profundidad por las bandas. Era todo deliberadamente central y Hazard no terminaba de aparecer. Parecía que el gran reto del Madrid seguía siendo apiñarse. Volvían a la posición defensiva como jugadores de balonmano, marcando mucho la diferencia entre defensa y ataque, mientras en el Chelsea había algo orgánico, redondo, continuo. Apretaba. Creaba rachas de agobiante presión alta que generaba una sensación de ahogo, de asfixia. El Madrid, su equipo, como un cuerpo jadeante, como un boxeador arrinconado, como un ciclista atacado. Un grupo sin oxígeno.
Pero no solo era eso. Cuando el Chelsea se replegaba no era mejor. El Madrid no pisaba los extremos, renunciaba a ellos, pero en la zona de la mediapunta, si alguien intentaba la internada diagonal, se encontraba con Kanté, que aparecía allí como el cuervo de Poe. Succionaba todo, cerraba la jugada. El Madrid sufría. Estaba afrontando el momento supremo con soluciones improvisadas y hasta inéditas.
No hubo cambios en el descanso y los males del Madrid se fueron agravando. Impenetrable el Chelsea, que además ganaba fluidez en el juego. Mount pudo marcar el segundo.
El dominio del Chelsea se hizo exhaustivo. Pero Zidane alarga la fe en las cosas y esperaría al minuto 60 habitual. Courtois sujetaba la esperanza con una parada milagrera en mano a mano con Havertz. El Madrid estaba mal colocado, incómodo, incapaz, atenazado, pero se estaban acariciando leyes futbolísticas superiores. Vinicius inauguró el extremo regateando a Chilwell en el minuto 61, pero tarde, fue cambiado. Valverde y Asensio naturalizaron las bandas, porque el sistema no se tocó. Era como si Zidane se negase a girar el cubo de Rubik. Zidane era más Zidane que nunca. Quietista puro. Valverde cortó una contra de Kanté como aquella vez contra el