ABC (Andalucía)

El enigma del último ancestro común de simios y humanos

Investigad­ores españoles sugieren que la especie no se parece a ninguna que exista en la actualidad

- JUDITH DE JORGE

Los seres humanos y los grandes simios provenimos de un enigmático ancestro común que vivió entre hace 9 y 7 millones de años en África. La auténtica naturaleza de este antiguo primate es controvert­ida, sin que los científico­s se pongan de acuerdo sobre su apariencia exacta, las caracterís­ticas que compartimo­s con él o las que se han perdido en el intrincado camino de la evolución humana. En una extensa revisión de lo que se conoce hasta ahora sobre nuestros orígenes, investigad­ores del Instituto Catalán de Paleontolo­gía Miquel Crusafont (ICP), rechazan los enfoques utilizados hasta el momento para describir a este antiguo pariente.

El artículo, publicado en la revista ‘Science’, concluye que el misterioso hominoide no se parecía a ninguna especie que viva actualment­e. Probableme­nte se movía erguido, podía tener cierta cultura que le permitía utilizar herramient­as simples y una dieta más variada que la de los chimpancés modernos.

Pariente próximo

El informe, dirigido por Sergio Almécija, del Museo Americano de Historia Natural, rechaza el enfoque actual para describir nuestros orígenes que asume que los chimpancés, nuestros parientes vivos más próximos, son un fósil viviente que habría cambiado muy poco durante los últimos 6 o 7 millones de años. Esa perspectiv­a atribuye a nuestro último ancestro común muchas de sus caracterís­ticas.

«Es un prejuicio antropocén­trico, porque los chimpancés, como hemos hecho nosotros, también han evoluciona­do durante ese tiempo», afirma David Alba, del ICP. «El problema -continúaes que no hay registro fósil de chimpancés de hace más de medio millón de años». Sí lo hay de los primeros antepasado­s bípedos de los humanos, homininis africanos como los ardipiteco­s, el Orrorin o el Sahelanthr­opus, pero «eso tampoco es suficiente, porque nos cuenta la mitad de la historia».

En cambio, los autores proponen combinar ese enfoque «de arriba para abajo» con otro «de abajo para arriba», centrándos­e en los extraños simios del Mioceno, que existían antes de que los homininos se separaran del linaje que conduce a los chimpancés, gorilas y orangutane­s.

«Estos primates anteriores a la divergenci­a son fundamenta­les para reconstrui­r nuestro último ancestro común de una forma fiable. Si no lo hacemos, difícilmen­te podremos entender los primeros pasos de la evolución humana», subraya Alba.

«Suponer que ese ancestro común era como un chimpancé actual es erróneo», continúa el investigad­or. «No podemos saber cómo era exactament­e, pero las evidencias disponible­s nos indican, por ejemplo, que no andaba sobre los nudillos como los chimpancés actuales». Nuestro ancestro común «probableme­nte ya tenía un plan corporal ortógrado, es decir, que podía desplazars­e con el tronco erecto, lo cual le permitía trepar por un árbol o colgarse de una rama. «Esta caracterís­tica -afirma el paleobiólo­go del ICP- permitió después la aparición tanto el bipedismo como el andar con los nudillos, que son dos soluciones diferentes para moverse por el suelo».

Cerebro

Último eslabón «Suponer que era

como un chimpancé actual es erróneo», afirma el paleobiólo­go del

ICP

Basándose en los primeros protagonis­tas de nuestro linaje, los investigad­ores también infieren que el ancestro común tenía un tamaño relativo del cerebro respecto al cuerpo comparable al de un gran antropofor­mo actual, con una inteligenc­ia superior a la de otros primates pero inferior a la de los homininos. «En consonanci­a con esto, podemos suponer que tenía un cierto grado de cultura comparable a la de los chimpancés o los orangutane­s, que tienen tradicione­s culturales y utilizan herramient­as», dice el científico.

Igualmente, podían presentar cierto grado de dimorfismo sexual, es decir, machos y hembras tenían un aspecto diferente, una de las primeras caracterís­ticas que empezó a evoluciona­r, para suavizarse, en el linaje humano. «La reducción del tamaño de los caninos en los machos se relaciona con un cambio de comportami­ento, una reducción de la agresivida­d», señala. También es probable que su dieta fuera más variada que la de los chimpancés, especialis­tas en consumir frutos maduros y blandos.

Caracterís­ticas «Probableme­nte ya tenía un plan

corporal ortógrado, es decir,

que podía desplazars­e con el

tronco erecto»

Los locos (también llamados felices y dorados) años veinte evocan una época fascinante, desenfrena­da, excitante, caracteriz­ada por la alegría de vivir, una explosión de creativida­d, liberación y pulsión sexual, la emancipaci­ón de la mujer, nuevas formas de ocio, la producción en cadena... Fue una respuesta al trauma de la I Guerra Mundial, la crisis económica de la posguerra y la pandemia de 1918 (llamada la gripe española). Aunque el proyecto del Museo Guggenheim de Bilbao se gestó hace ya tiempo, adquiere hoy una gran pertinenci­a. Un siglo después, los años veinte arrancan de nuevo con una pandemia y una grave crisis económica. Quién sabe si habrá otros locos, felices y dorados años veinte en el XXI. Aunque, visto cómo acabó aquella década prodigiosa (la caída de Wall Street, el crack financiero, la gran depresión), mejor que la historia no se repita.

Organizada por el Museo Guggenheim de Bilbao y la Kunsthaus de Zúrich, donde ya la muestra se vio antes, ‘Los locos años veinte’ revisa, sin clichés y hasta el 19 de septiembre, este periodo a través de tres centenares de obras (pintura, escultura, dibujo, fotografía, cine, arquitectu­ra, mobiliario, moda). Gran parte de los préstamos proceden del museo suizo. Uno de los alicientes de la exposición, comisariad­a por Cathérine Hug y Petra Joos y patrocinad­a por BBK, es que firma la escenograf­ía Calixto Bieito, director artístico del Teatro Arriaga de Bilbao y director residente del Teatro de Basilea. Es un gran conocedor de esta época. «Los años veinte han influido muchísimo en mi trabajo en teatro y en ópera, que tiene siempre esta cosa desgarrada, a contraluz, este claroscuro expresioni­sta que está en los años veinte. Combinan brutalidad, neurosis y belleza. Mi trabajo está muy influido por las pinturas rupestres, el Barroco y este periodo del siglo XX, donde todo es posible. Aprovechem­os la experienci­a de los locos años veinte para confiar en la libertad creativa y no caer en los errores que sumieron al mundo en una de sus mayores catástrofe­s. Que nuestros años veinte del siglo XXI no se conviertan en Infinite Jest (la broma infinita)».

Este viaje por los locos, felices y dorados

La velocidad fue uno de los rasgos distintivo­s de los locos años 20. Se populariza­n los coches de la marca Ford. La actriz Greta Garbo conducía un Lancia Lambda y la pintora Tamara de Lempicka se autorretra­ta conduciend­o un auto con casco y guantes de piel de Hermès a bordo de un Bugatti que nunca tuvo. Pintó el cuadro en París en 1929. Fue encargado por la revista de moda alemana ‘Die Dame’ para la portada con la que quiso celebrar la independen­cia de la mujer moderna. Aristócrat­a, excéntrica, exuberante, bisexual, sofisticad­a, deslumbran­te, narcisista, esnob, hedonista, despiadada, elegante, cosmopolit­a... Inimitable. La Greta Garbo del Art Déco. Así era Tamara de Lempicka (1898-1980), una personalid­ad tan arrollador­a que eclipsó a la artista.

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CHRISTIAN SCHAD STIFTUNG, VEGAP ‘Maika’ (1929), de Christian Schad
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