JOHN PROFUMO & CHRISTINE KEELER
La relación entre el ministro de Defensa británico y su joven amante provocó una gran crisis política que acabó con la dimisión de Macmillan en 1963 pleitos con sus amantes. Se sentó en el banquillo y fue condenada a nueve meses de cárcel por perjurio, de los que cumplió seis.
Poco antes de la dimisión de Profumo, Keeler echó más leña al fuego al posar desnuda, sentada en una silla, para una revista que la pagó 21.000 libras, una cifra desorbitada para la época. Mientras Profumo se esforzaba por rehacer su matrimonio y desaparecía de los titulares, Keeler optó por refugiarse en España. Vivió en una pequeña cabaña de pescadores en Altea, donde aún se la recuerda paseando por sus calles y bebiendo en los bares.
Christine había nacido en una familia desestructurada. Su padre se marchó de casa cuando ella era muy pequeña y su madre contrajo matrimonio con un hombre que vivía en un vagón de tren. Se negó a abortar al quedarse embarazada con 16 años, pero el niño murió una semana después de nacer. Su padrastro abusaba sexualmente de ella. Decidió marcharse a Londres para ganarse la vida. Una amiga la encontró trabajo en un cabaret del Soho. Así fue como conoció a Stephen Ward, su propietario y amoral hombre de negocios que cultivaba la relación con el poderoso Profumo. Ward, que se convirtió en amante de Keeler y le proporcionaba contactos, se suicidó en pleno escándalo en 1963.
Profumo murió en 2006, pero mucho antes pudo ver rehabilitado su nombre por Margaret Thatcher, que le invitó a su cumpleaños y pronunció unas palabras de reconocimiento. Keeler volvió a su país tras un año en España y se casó dos veces. Tuvo dos descendientes, que se distanciaron de ella. «Mis hijos no querían que su nombre se asociara a una puta», dijo. Falleció en 2017 sin que los británicos hubieran olvidado el ‘affaire’. Los más viejos aún recuerdan, como sucedió con el asesinato de JFK, dónde estaban cuando estalló el escándalo hace ahora 58 años.