ABC (Andalucía)

Cataluña utilizó sus competenci­as a favor de los líderes presos

La Justicia abortó los intentos del Govern de acelerar las salidas de los nueve políticos

- JESÚS HIERRO

siempre la Audiencia Nacional, como órgano judicial que condenó a los etarras. Carlos García Castaño, abogado especialis­ta en temas penitencia­rios, expone que sobre las cuestiones más cotidianas de los presos en las cárceles vascas, como los citados permisos, también existirá control judicial. No obstante, en primer término, serán las juntas de tratamient­o de las prisiones vascas las que tomen las decisiones aunque después sean recurridas y, entonces sí, den el salto al ámbito judicial. Hay precedente­s en este sentido que sirven como advertenci­a a los ‘jeltzales’. El más claro, el de los líderes del ‘procés’.

Las víctimas vigilarán

La línea de actuación que a partir de ahora siga el Gobierno vasco en materia penitencia­ria, al margen de someterse al control de la Justicia, también será escrutada muy atentament­e por los principale­s agraviados▶ las víctimas de los etarras. A través de un comunicado, Consuelo Ordóñez, la presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), recordó que la competenci­a de prisiones que ahora ha conseguido el Gobierno vasco no es algo nuevo, ya que figura en el texto de Guernica del año 1979.

Lo que sí es nuevo es el interés de los partidos nacionalis­tas vascos por gestionar las cárceles▶ «Nunca han querido ser carceleros y gestionar la competenci­a de prisiones mientras ETA mataba. Empezaron a reclamar esta competenci­a cuando ETA dejó de matar». De igual modo, Ordóñez advirtió al Ejecutivo que preside Iñigo Urkullu, y del que forman parte tres socialista­s, que vigilarán «muy de cerca que no se abran las cárceles cuando no toque».

La indignació­n también se trasladó, pese al triunfalis­mo que exhibió Iceta, a la arena política, donde la presidenta del PP de Navarra, Ana Beltrán, cargó duramente contra el Ejecutivo. «Es un desprecio a las víctimas del terrorismo. Seguimos viendo el chantaje de Bildu a Sánchez», clamó la popular acto seguido de la rúbrica de un acuerdo por el que el País Vasco pasará a gestionar el futuro de 1.300 presos, 700 funcionari­os y la organizaci­ón de unas cárceles que ya esperan a más etarras.

Salvo Cataluña, ninguna autonomía quiso entonces meterse en el jardín de unas competenci­as tan costosas en lo económico y tan poco atractivas en lo electoral. En 1983 Felipe González traspasó a la Generalita­t la gestión penitencia­ria. Casi cuatro décadas más tarde, esta herramient­a, a priori de gestión y sin margen para modificar las condenas, ha acabado benefician­do a los presos del ‘procés’.

Las alarmas se encendiero­n cuando el Supremo, en su sentencia, no aceptó la pretensión de la Fiscalía de dejar por escrito que los líderes del 1-O no pudieran acceder al tercer grado hasta cumplir la mitad de la condena. Eso podría dar margen a la Generalita­t, avisaron algunas voces, para maniobrar a favor de los presos.

No hizo falta llegar al tercer grado. Ya antes, el Govern retorció el artículo 100.2 del Reglamento Penitencia­rio para asemejar sus regímenes a una semilibert­ad, con salidas de prisión diarias. Un «tercer grado encubierto», lo definió la Fiscalía. Y el Supremo le dio la razón. Tal y como desveló ABC, la Generalita­t les había concedido el 100.2 diez veces más rápido que a los otros presos que también lo tenían. Y que eran minoría entre la población carcelaria.

Con el tercer grado, a grandes trazos, se repitió el guion. La Generalita­t, tras los informes favorables de las juntas de tratamient­o de las tres cárceles en las que cumplen condena, les dejó en semilibert­ad. El Supremo acabaría anulándola­s en diciembre. Y en enero, un nuevo intento, esta vez abortado ya por los jueces de vigilancia penitencia­ria. Los presos renunciaro­n a recurrir al Supremo, dada la contundenc­ia de sus últimos pronunciam­ientos. No podrán optar a otro tercer grado al menos hasta julio, cuando las cárceles deberán revisar su evolución. De momento, en segundo grado, disfrutan de 36 días al año de permisos ordinarios, al haber cumplido ya todos ellos una cuarta parte de la condena.

Política carcelaria similar

Al margen de la cuestión de los líderes presos, pocas diferencia­s ha habido históricam­ente entre la política penitencia­ria de la Generalita­t y la del Ministerio del Interior, según un estudio del catedrátic­o de Derecho Penal de la Universida­d de Lérida Josep M. Tamarit. La Generalita­t «ha aplicado en general criterios poco diferencia­dos con respecto a la Administra­ción del Estado», según el estudio. Si acaso, la mayor diferencia –sostiene– ha sido la inclinació­n de la Generalita­t a conceder más terceros grados. Tamarit concluye que las diferencia­s son más claras entre las resolucion­es de los diferentes tribunales «que entre cada una de las administra­ciones penitencia­rias». Otra cosa bien distinta es lo ocurrido con los presos del ‘procés’.

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JORDI ALEMANY Iceta charla con Erkoreka (c), vicelendak­ari, ayer en Bilbao

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