Dueños incívicos
Vivo en un piso que, como tantos, queda cerca de una tienda de alimentación, de un bar y de un banco. Dueños mal educados dejan atados sin bozal a sus puertas a sus perros, que, con frecuencia les reclaman atención con fuertes ladridos, que soportamos todos menos sus amos.
Como antes con el fumar en interiores, sus responsables se ríen de nuestras molestias, queriendo ignorar que ese escandaloso e innecesario ruido fomenta en muchas personas enfermedades. Unas multas a esos desaprensivos ayudarían a mejorar la salud de todos. base aérea de Torrejón, Don Felipe, como jefe de las Fuerzas Armadas, recibía a pie de pista a los últimos militares españoles desplegados en Afganistán, cuyo jefe informaba al Rey▶ «Señor, realizado el repliegue sin novedad». Era este el último acto de la sobria liturgia militar con el que se cerraban dos décadas de misión en Afganistán, ese remoto país tan castigado por la guerra y desfavorecido por la naturaleza. Atrás quedó el trabajo de más de 30.000 militares en sucesivos contingentes, precedido de muchos meses de intensa preparación antes de su despliegue en suelo afgano, a más de 6.000 kilómetros de casa. Allí quedaron cientos de operaciones de combate y miles de patrullas en zona hostil, frente a un enemigo implacable y en un terreno siempre difícil. Pero también quedó nuestra labor de apoyo a las legítimas autoridades afganas, nuestro afán de modernizar su Ejército y su Policía, y de ayudar a jueces y funcionarios en su intento de levantar un Estado viable en lugar de uno fallido. Y quedó también nuestra asistencia a una población sumida en la pobreza▶ hospitales, agua corriente, centros agrícolas, carreteras, escuelas… Todo a base de esfuerzo y coraje, pero también y, sobre todo, de la vida de los cien militares y dos intérpretes caídos. Hoy no sabemos qué será de Afganistán ni cómo afrontará ahora la lucha contra el fanatismo talibán. En cualquier caso, los militares españoles hicimos nuestra parte por Afganistán, y siempre nos sentiremos orgullosos de ello.