Sin tutelas, pero con tutías
El pacto separatista para gobernar Cataluña incluye, hasta nueva orden, la prórroga del chiringuito con todos los gastos pagados que Puigdemont mantiene en Waterloo
Dice Jordi Sànchez, el preso que salió de permiso para presentar un gobierno negociado entre rejas, grado superior del teletrabajo, que Carles Puigdemont se mantuvo siempre al margen del trapisondeo entre ERC y Junts, y que no leyó un solo papel de los que cruzaban y corregían las partes contratantes. Estaba el presidente del Consell per la República en otra cosa, llamando a los del seguro belga para que fueran unos albañiles a poner en su casa de Waterloo una placa como la que el otro día se llevaron de recuerdo unos españolazos. En vísperas del desconfinamiento de los condenados del ‘procés’, patriotas que nunca generaron estados de alarma o desvelo en Pedro Sánchez, Puigdemont conserva el título de reina madre y emérita de la confrontación que la superliga separatista –ERC, Junts, la CUP, ANC y Òmnium, constituidos en Espacio de Coordinación, Consenso y Dirección Estratégica; otra placa para los albañiles– se han marcado como medio para alcanzar el fin de la independencia. La cosa queda más o menos así▶ Aragonès preside, Iceta pone la mesa de diálogo, la ANC y Òmnium levantan acta de los incumplimientos y Puigdemont aporta victimismo de extrarradio mientras se reformula (sic) a sí mismo para no perder comba ni regalías. La «reformulación en consenso» de la figura de Puigdemont que, como tarea pendiente, aparece en los papeles de ERC y Junts viene a ser la traducción provisional y a la carrera de la palabra indulto.