ABC (Andalucía)

Nómada en el ángulo de la tranquilid­ad

∑El músico italiano, artista irrepetibl­e que buceó por profundida­des intelectua­les y nadó en los ritmos más ligeros, ha muerto a los 76 años

- LUIS VENTOSO

charemos mucho de menos a Franco Battiato, que se ha muerto en su casa de su isla natal de Sicilia a los 76 años, tras avisos a veces desmentido­s de que algo nada bueno estaba pasando con su salud. Era un artista muy curioso, que nos ha hecho pasar muy buenos ratos, algunos de un soplo casi místico, otros desprejuic­iadamente pachanguer­os. Un mago del pop con aspiracion­es trascenden­tes, vegetarian­o y creyente de la reencarnac­ión, que cada día dedicaba una hora a meditar. Aunque estuviese extraviado en un hotel durante una gira, Battiato aseguraba que era capaz de encontrar siempre el tiempo necesario para poner su mente totalmente en blanco durante 60 minutos.

En 1992, al año siguiente de la primera guerra de Irak, se presentó osadamente en Bagdad y ofreció un concierto memorable en favor de la concordia. Pero no se le caían los anillos para misiones más mundanas, como representa­r a Italia en Eurovisión en 1984 o cantar en el festival de San Remo. Era capaz de rubricar algo tan sublime, delicado y elevado como ‘La sombra de la luz’ y también algo tan verbenero como su adaptación del ‘Cucurrucuc­ú Paloma’. Contaba con orgullo que la escucha de algunas de sus canciones de médula religiosa habían llevado a varias chicas a buscar a Dios en conventos de clausura. Pero poseía también una vertiente lúdica, que constituyó la banda sonora de muchos romances de verano en el mundo latino, sobre todo en los ochenta. Fue un humanista y al tiempo un cantante que se enseñoreó de las listas de ventas italianas.

Proclamaba aspiracion­es de eremita, pero en el trato era un hombre enormement­e afable, con mucha guasa encima. En España conoció una gran popularida­d a finales de los 80 y algunos de sus discos han seguido contando con cuidadas ediciones en lengua castellana (en el último que se tradujo, ‘Ábrete Sésamo’, el viejo Franco se puso

ELos veranos en la piscina de Cal Arenys fueron escuela sin saberlo. En ella siempre había música de los mayores, de la generación anterior, caídos en parte hoy. Ellos traían música en directo, y en esos veranos sonaban Battiato y Grover Washington Jr. con la voz de Bill Whiters. Whiters y Battiato▶ dos maestros, dos altares en casa, dos tipos honestos. Comprometi­dos y luchadores. Bill el año pasado y hoy Franco. Me he puesto a llorar porque llevo semanas con el ‘Ábrete Sesamo’ en el coche. ¿A santo de qué lo llevé hacia allí de nuevo, qué buscaba? Vivan las salas de la Lombardía los domingos por la tarde donde se divertían obreros y sirvientas. Viva Franco Battiato. indie y se alió con Los Planetas para la misión). Su fama española de finales del siglo XX se percibía hasta en el hecho de que fue objeto de las parodias de los humoristas imitadores del momento; alguno lo presentaba bajo el zafio alias de Napiatto (y ciertament­e poseía una nariz de soneto de Quevedo, de Ovidio Nasón; él mismo dijo al respecto algún día que «con una nariz así, o te olvidas de ella o te pegas un tiro»).

Místico y esotérico

Nacido en 1945 en Riposto (Catania), en la costa oriental de Sicilia, su padre era camionero, emigrante a ratos en Estados Unidos. La química real de Franco era con su madre, Grazia, con la que vivió en muchas fases de su vida. Aunque siempre cultivó un aire intelectua­l, con constantes exploracio­nes místicas y esotéricas –reconozcam­os que a veces le volaba la pinza bastante–, lo cierto es que solo estudió el bachillera­to. En la primera veintena ya estaba en Roma buscando un futuro en la música y a los 22 años llegó a Milán, donde ha vivido casi siempre, alternado con estancias en su casa siciliana cercana a las estribacio­nes del Etna, donde ha dicho adiós. Battiato fue un autodidact­a de voraz curiosidad, siempre con las orejas abiertas a todo▶ el pop anglosajón de los sesenta, que lo maravilló de joven y del que hizo grandes versiones (escúchese su singular ‘Hey Joe’), la gran tradición del baladismo italiano, que recreó en su serie de discos de versiones titulados ‘Fleurs’, y la admiración por los genios de la música clásica y la escuela vienesa. También buceó en la vanguardia, pues Battiato arrancó en los 70 con unos atrevidos discos que divagaban a lomos de los sintetizad­ores.

Su fichaje por la EMI inicia su fase comercial, que le otorga enseguida un enorme éxito en Italia a partir de ‘La era del jabalí blanco’, de 1979. Luego

Renacentis­ta Dirigió también películas, escribió un par de óperas y fue un delicado pintor de tablas de aire bizantino

vendrá la que en mi opinión es su mejor etapa, la de su colaboraci­ón con el violinista y director Giusto Pio, que dota a sus álbumes de un delicioso fluir melódico, contagioso, pero siempre elegante. En los 90 arranca su absoluta intimidad con el filósofo Manilo Sgalambro, que pasa a hacerse cargo de buena parte de las letras, un tándem que dura hasta la muerte del pensador. Su último disco ha sido una revisión de sus clásicas junto a la Royal Philharmon­ic Orchestra, en 2019. Su irrepetibl­e voz, siempre resolutiva y enormement­e original, continuó casi intacta hasta el final. Battiato dirigió también películas, escribió un par de óperas y fue un delicado pintor de tablas de aire bizantino. En España lo vimos cantando por penúltima vez en 2015. En Madrid fue en el Price, sentado sobre su alfombra arábiga, marcando el ritmo con una mano bailona y llevado en volandas por una parroquia enardecida cada vez que entonaba uno de sus hitos ochenteros. En su banda tocaba entonces el guitarrist­a del grupo británico The Verve. Battiato siempre tuvo un ojo en la

Franco Battiato, en Barcelona en el año 2004

modernidad y un pie en el clasicismo.

Políticame­nte era un espectácul­o, un contestata­rio imprevisib­le, asqueado por el magma pútrido de la política italiana (lo denunció en una de sus canciones más célebres▶ ‘Pobre patria’). Simpatizó con el Partido Radical de Marco Pannella y hasta hizo una incursión como político, que acabó como el rosario de la aurora. En 2013, siendo asesor del Gobierno de Sicilia para temas de Cultura, soltó en el Parlamento Europeo lo siguiente▶ «Esas putas que se encuentra en el Parlamento [italiano] serían capaces de cualquier cosa». Demasiado para la corrección política actual. Battiato explicó que no se refería a hombres o mujeres, sino a la prostituci­ón política de una etapa. No sirvió de nada, hubo de dimitir de su cargo en Sicilia acusado de sexista y lo pusieron verde.

Creativo y original

Pero la política debe ser solo una anécdota a la hora de evaluar a este maravillos­o personaje de la cultura europea, que hace añorar una época en que Italia era una potencia capaz de exportar cine y música que se disfrutaba­n con gran éxito comercial por toda Europa. Hoy, obnubilado por el rodillo cultural anglosajón, el público tiende a ignorar a artistas tan creativos y originales como Battiato.

Siempre lo asociaré a una pequeña anécdota. Allá por 1987 a mi novia y a mí nos encantaban sus canciones. Un día, estando yo de prácticas en TVE en Madrid, me enteré de que allí, en el estudio de un programa llamado ‘La Tarde’, se encontraba grabando Franco Battiato. Así, el amor venció a la timidez; bajé y le pedí un autógrafo para mi novia. Me atendió con una gran simpatía. Era un tipo alto, delgado, de manos peludas y gafas, que vestía de negro y con muchos botones cerrados en plena canícula madrileña. Tan educado y cordial que hasta te preguntaba atentament­e cómo te iba cuando era claro que estaba ocupadísim­o. Por desgracia, cuando le entregué aquel autógrafo con su hermosa dedicatori­a a la destinatar­ia, ella pensó que era un bromazo mío y lo rompió. A Battiato le haría reír la historia. Y también saber que la interfecta es hoy mi mujer. De algo sirvieron las románticas tonadas del gran Franco, como ‘El animal’ o ‘La estación de los amores’...

Ha muerto Battiato, explorador sufí que de joven se trabajó el circuito de las verbenas por los barrios obreros de la Lombardía. Pero nos quedan sus magníficas canciones. Un buen homenaje puede ser escuchar ‘La Cura’, su maravilla de 1996, y dejarse volar un poco. Battiato cantaba que «los horizontes perdidos no regresan jamás». Pero guiados por su mano excéntrica muchos europeos conocieron los horizontes ganados de otros mundos, que están ahí, muy cerca, y que casi nunca queremos ver.

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