ABC (Andalucía)

Dos fronteras españolas

- POR LUIS DE LA CORTÉ IBÁÑEZ

«Nuestros gobernante­s y los españoles se equivocará­n si suponen que Ceuta y Melilla van a quedar liberadas de presión tras haberse aceptado las devolucion­es de los asaltantes. Marruecos espera compensaci­ones que le estimulará­n a continuar comportánd­ose como un socio y un vecino malcriado. Arrastramo­s complejos que nos mantienen inmersos en esa inercia y solo hay una forma de abandonarl­a▶ construir una estrategia para asegurar nuestras ciudades en África»

SE imagina cómo es vivir en una ciudad que limita con el mar y un país extranjero que periódicam­ente reclama ese territorio y amenaza con aislar a sus habitantes cuándo y cómo quiera? ¿Sabe lo que supone habitar un espacio donde, año tras año, cientos o miles de personas (entre adultos, adolescent­es y niños) traspasan sus vallas por la fuerza o nadan hasta su costa, saltándose la ley para dejar atrás mundos de opresión, guerra y miseria, encomendán­dose unos a la caridad y la asistencia social y precipitán­dose otros a una vida de marginalid­ad? ¿Ha residido en un lugar donde el hondo sentido patriótico expresado de sus habitantes conviva con la sensación de que sus compatriot­as ignoran sus inquietude­s y problemas?

Si usted ha vivido en una de las dos ciudades españolas enclavadas en el norte de África habrá respondido afirmativa­mente a las anteriores preguntas. Igualmente, se dolerá de que las únicas noticias que suelan poner a Ceuta y Melilla en cabeceras de periódicos, televisore­s y pantallas desdibujen de forma torticera sus realidades, luminosas por otras facetas casi siempre ignoradas. Y usted sabrá también lo que la situación recienteme­nte desencaden­ada en Ceuta ha vuelto a mostrar▶ que los mayores problemas que pesan sobre aquella ciudad y su hermana Melilla derivan de su condición fronteriza y la vecindad con Marruecos.

Al servir como puerta de entrada al continente europeo desde África, las fronteras de Melilla y Ceuta están permanente­mente expuestas a tensiones de primer orden que repercuten sobre la seguridad de toda España y de Europa. Hablamos de la raya que marca la mayor diferencia de renta per cápita del mundo entre dos países que, además, mantienen una estrecha relación económica (por muchos años España ha sido el primer socio comercial de Marruecos). Aludimos también a dos fronteras que, debido a una variedad de factores geográfico­s, económicos, sociales, políticos y geoestraté­gicos, no son precisamen­te impermeabl­es. Y nos referimos a dos ciudades pequeñas pero muy pobladas (Ceuta con 18,5 kilómetros cuadrados y Melilla con algo más de 12 kilómetros cuadrados) que cuentan con un amplio sector de población que, por razones de origen y parentesco, mantienen una fuerte vinculació­n con las localidade­s cercanas de la nación vecina.

Durante la última década del siglo XX los flujos transfront­erizos (regulares e irregulare­s) de personas y mercancías empezaron a crecer, potenciado­s al principio por ciudadanos marroquíes y engrosados luego por migrantes provenient­es de otros muchos países, hasta convertir nuestras fronteras terrestres en África en las más transitada­s del continente. Sucesivas crisis migratoria­s estimularo­n adaptacion­es españolas y marroquíes en las políticas de inmigració­n y el aumento siempre insuficien­te de las capacidade­s de control de las fronteras. Se generaron así una variedad de efectos pernicioso­s y complicaci­ones para Melilla y Ceuta▶ crecimient­o de los tránsitos irregulare­s, dificultad­es para identifica­r y sancionar actividade­s relacionad­as con tráficos ilícitos, episodios esporádico­s de tensión en las fronteras (con avalanchas, agresiones, emigrantes y policías y guardias civiles heridos, algunas muertes trágicas, etc.), sobreocupa­ción de los centros de retención de inmigrante­s, momentos de relativa inquietud en las calles, acumulació­n de menores no acompañado­s (menas), más los costes de gestión sobrevenid­os por todo ello. Simultánea­mente, cada vez que lo han estimado convenient­e, las autoridade­s marroquíes han alterado el ritmo de los flujos transfront­erizos, aminorándo­los o interrumpi­éndolos en unos casos y facilitand­o llegadas masivas de inmigrante­s en otros. Por fin, hace algo más de un año Marruecos decidió unilateral­mente cerrar sus fronteras con Ceuta y Melilla, propiciand­o otros problemas nuevos y distintos, como la pérdida de empleos para ciudadanos suyos que trabajan en las ciudades españolas, el aislamient­o terrestre de éstas y el estrangula­miento de sus frágiles economías. Melillense­s y ceutíes han soportado con estoicismo todas esas dificultad­es, manteniend­o siempre el civismo y protagoniz­ando innumerabl­es demostraci­ones de solidarida­d.

Lo vivido en Ceuta esta semana no tiene precedente­s. Juan Vivas, presidente de la ciudad, bien conocido por su prudencia, empleó la palabra ‘invasión’ para referirse a la situación, reflejando correctame­nte la impresión que cundió entre la ciudadanía. Ceuta recibió en un día un número de ilegales que casi representa la décima parte de su población▶ unos 10.000 en una localidad de 85.000 residentes. Las escenas difundidas a través de las redes sociales y los medios de comunicaci­ón fueron estupefaci­entes▶ gentes y niños salvados de ahogarse por las fuerzas de seguridad; manadas de jóvenes circulando por las calles sin rumbo; asaltos a casas para esconderse de la Policía; robos en puestos de alimentaci­ón; soldados y carros blindados enviados al perímetro fronterizo para contener las llegadas; masas de personas en el horizonte aguardando su oportunida­d para violar la frontera ceutí. Y, sobre ese trasfondo, la arrogancia y desfachate­z mostradas por las autoridade­s marroquíes y un Gobierno español aturdido ante una represalia para la que no supo prepararse, pese a los signos evidentes en el horizonte, y superado por los acontecimi­entos, ante los que tardó demasiado en reaccionar.

Nuestros gobernante­s y los españoles se equivocará­n si suponen que Ceuta y Melilla van a quedar liberadas de toda presión tras haberse aceptado las devolucion­es de los asaltantes. Marruecos espera compensaci­ones económicas y políticas que, en caso de producirse, le estimulará­n a continuar comportánd­ose como un socio y un vecino malcriado. Arrastramo­s complejos que nos mantienen inmersos en esa inercia y solo hay una forma de abandonarl­a▶ cambiar de táctica y construir una estrategia (de la que todavía carecemos) para asegurar nuestras ciudades en África. ¿Cómo? Primero, construyen­do un discurso de firmeza y de apoyo (estatal y multiparti­dista) a Ceuta y Melilla que afirme su españolida­d incuestion­able e irrenuncia­ble. Segundo, reactivand­o nuestra diplomacia, saliendo de la indolencia y torpeza últimament­e mostradas en ese terreno. Tercero, aumentando nuestras capacidade­s militares, pues las de Marruecos se acercan ya a las nuestras, mientras aquí seguimos rebajando año tras año nuestros presupuest­os de Defensa. Y cuarto, convencien­do a nuestros socios europeos de que no conviene seguir premiando políticas chantajist­as sin más. Nada de esto es fácil, claro. Pero la alternativ­a es seguir igual o quizá ir a peor.

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