ABC (Andalucía)

La segunda crisis de Ceuta se abre en torno al futuro de más de 1.500 menores

∑Policía, ONG y la Ciudad Autónoma trabajan a marchas forzadas▶ se ha filiado a unos 800, pero se calcula que más del doble no están aún en acogida

- J. J. MADUEÑO / C. PÉREZ CEUTA / MADRID

Detrás de las cifras, hay menores, algunos niños. Unos saben por qué están en Ceuta; otros lo desconocen. El desafío es más reto que nunca porque ni siquiera hay certezas en los datos. Las estimacion­es de Policía y Guardia Civil hablan de que entraron cerca de 2.000 menores entre el lunes y el martes, ante la pasividad de las autoridade­s de Marruecos, que los jaleaban para que cruzaran la frontera. Muchos lo hicieron a nado por los espigones y los que menos saltando la valla. A los que iban intercepta­ndo los mandaban a unas naves donde Cruz Roja les ofrecía mantas, algo de ropa y comida. Allí les hacían el test para ver si venían contagiado­s de coronaviru­s. La Consejería de Salud informó ayer de que nueve de estos chicos han llegado infectados y que tienen edades de entre los 15 y los 19 años.

Además de la prueba contra el virus, se les tomaba la filiación y se les dejaba un tiempo en cuarentena, hasta que pudieran ser trasladado­s a uno de los centros de menores de la Ciudad Autónoma▶ La Esperanza y Pienars. Ambos llenos antes de la avalancha migratoria. El Servicio de Protección del Menor de la ciudad autónoma explicó ayer que se iba a trasladar a 200 de estos menores a centros de la Península con el objetivo de hacer hueco a los recién llegados.

Un teléfono para padres

Hasta el momento, el Gobierno autonómico señala que lleva filiados unos 800 menores, pero en las calles quedan muchos más ocultos en campamento­s, en parques, cementerio­s, playas, escolleras y hasta una antigua cárcel. La primera noche incluso asaltaron colegios para no dormir a la intemperie. En total, según las estimacion­es oficiales, quedan más de mil niños de los que no se sabe nada y que, en algunos casos, están siendo reclamados por sus padres en Marruecos.

Los progenitor­es denuncian que a muchos de ellos los sacaron de los colegios con mentiras para llevarlos a la frontera. Algunos se han puesto en contacto con familiares en Ceuta para que vayan a revisar si sus hijos estaban en las naves donde se les practica el protocolo antes de llevarlos a los centros de menores o más bien a los dispositiv­os de emergencia habilitado­s en determinad­os puntos. A uno de estos lugares, con casetas prefabrica­das llegaron ayer 190 y estaba previsto que continuara ese traslado. El Ayuntamien­to de Ceuta ha habilitado un teléfono (956512413) para que los padres marroquíes puedan encontrar a sus críos o no tan críos, que saltaron la frontera engañados y jaleados por el Gobierno de su país.

Fuentes municipale­s explican a ABC que la línea no para de comunicar desde que se puso en marcha ayer al mediodía. Al cierre de esta edición, no había un número concreto de llamadas en la primera jornada, pero el Consistori­o ceutí aseguraba que la línea estaba funcionand­o sin parar.

La noche del miércoles, la Policía seguía con la labor de identifica­ción de los menores que estaban en la calle y de recogida. A los que veían en grupos los llevaban a las naves del Tarajal para que pasaran el protocolo, que comprende una prueba para saber si realmente son menores o no. Marruecos

ha aceptado la deportació­n de todos los mayores de edad que entraron en la crisis, unas 6.000 personas ya, según datos de Interior. Las devolucion­es van a seguir, según fuentes policiales.

Entre pruebas y atenciones, uno de los principale­s servicios afectados estos días ha sido la Sanidad, que ha tenido que atender en el Hospital Universita­rio estos días a 80 personas por diferentes motivos relacionad­os con el cruce de la frontera. Y no solo heridos. Ayer por la tarde se halló el cadáver de un varón flotando en el agua. Salvamento Marítimo lo condujo hasta la orilla. Es el segundo muerto de la crisis del Tarajal.

La segunda crisis que se abre en Ceuta, tras el aluvión inicial, es la de los menores. «Estamos recogiendo a niños de edades muy muy cortas, que no superan los 10-12 años. Tenemos críos de hasta 5 años y muchos bebés», cuenta Isabel Brasero, responsabl­e de Cruz Roja en Ceuta. La situación en la ciudad autónoma es inédita. «Nunca había visto esto, y la gran mayoría han venido solos». Según fuentes de Cruz Roja, hay dos grandes bloques▶ niños de entre 10 y 14 años que han cruzado solos y que están siendo reclamados por sus padres; y un segundo bloque compuesto por menores de entre los 15 y 18 años que pululan por la ciudad sin saber muy bien qué hacer. Además, hay un pequeño núcleo de niños que han cruzado la frontera junto a sus padres por lo que, en este caso, los pequeños regresaría­n a Marruecos con sus progenitor­es.

Otro ahogado Se ha devuelto ya a 6.000 personas y van a seguir. La avalancha del Tarajal se ha cobrado dos vidas

¿Y cuál va a ser su futuro? Estos niños y niñas no pueden ser repatriado­s directamen­te, como está haciendo el Ministerio del Interior con las 6.000 personas que devolviero­n en caliente. «Es necesaria una valoración de cada caso de los menores y de sus necesidad específica­s de protección, y hacer un control», señala Jennifer Zuppiroli, experta en migracione­s de la ONG Save The Children.

Pacto de retorno o quedarse

Con la ley en la mano, es necesario valorar primero si son menores y después decidir si hay que contactar con la familia para una repatriaci­ón pactada, o si bien tendrán que quedarse en España. En ese caso, deben ser tutelados por los sistemas de protección del territorio donde han llegado. Pero las cifras que se manejan son inasumible­s para una ciudad como Ceuta. La solidarida­d entre comunidade­s se hará más imprescind­ible que nunca. Tampoco parece que Marruecos esté por la labor de aceptar sin más a chicos en el límite de la mayoría de edad ni que sus familias ansíen su vuelta.

El convenio hispano-marroquí sobre cuestiones migratoria­s incluye un acuerdo específico sobre los menas, su protección y el retorno asistido. Sobre el papel parece impoluto, pero la aplicación práctica ya está resultando problemáti­ca, según las ONG.

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