ABC (Andalucía)

La estabilida­d de Simeone, las incógnitas de Zidane

Los dos entrenador­es afrontan desde ópticas muy diferentes el desenlace del campeonato en el que se juegan el título

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

En contra de la usanza que decreta la historia, los papeles se han cambiado. Llega el desenlace de la Liga, un último partido a todo o nada, y el Real Madrid no maneja la situación por la mano como suele proclamar su sala de trofeos▶ 92 títulos, 34 Ligas, 13 Champions, 19 Copas del Rey. Abrumador para cualquiera compararse con este esplendor. Hoy no es el jerarca que alza o baja el pulgar, sino el súbdito que espera el error ajeno. En semana tan decisiva, se habla más en la capital de Zidane y su nube de incógnitas respecto al futuro que del Villarreal y sus necesidade­s europeas. Por una vez, y no han sido muchas durante su ciclo de la vida, el Madrid depende del Atlético. El enemigo tantas veces invisible es ahora el dueño de su destino. Si gana al Valladolid, es campeón y deja al Madrid vacío de contenido. Ningún título este curso. En el Atlético no hay incertidum­bres, solo la rutina del ‘partido a partido’. Simeone va a seguir en el club, segurament­e hasta que él quiera, según han dicho más de una vez Gil Marín, el CEO y máximo accionista, y Enrique Cerezo, el presidente. Diez años de estabilida­d, prosperida­d económica y siempre en la Champions, que contrastan con el pasado volcánico de Jesús Gil padre, devorador de entrenador­es.

Simeone y Zidane se parecen. Son dos exjugadore­s con plaza en el salón de la fama de ambos clubes, venerados por sus hinchadas en época de futbolista­s, apreciados mayoritari­amente como técnicos. La imagen que enlaza a Zidane con el madridismo es la volea en la final de la Champions contra el Leverkusen. Para Simeone es ese cabezazo contra el Albacete que significó la Liga rojiblanca en 1996, el año del doblete, que cumple ahora veinticinc­o años. Los dos llevan una vida medio impercepti­ble en Madrid, familia, trabajo y poco más, residente Simeone en la urbanizaci­ón la Finca, habitante Zidane de la colonia elitista Conde de Orgaz. Los dos han criado hijos futbolista­s. Enzo, Luca, Theo y Elyaz Zidane. Giovanni, Gianluca y Giuliano Simeone.

De alguna manera también les une la frecuencia constante en las ruedas de prensa en la que sus palabras resuenan durante días en telediario­s, radios, periódicos o webs. Simeone, que es rápido y ágil en el cuerpo a cuerpo, es un esquivador nato. Despeja preguntas, cambia guiones y suele llevar la conversaci­ón a su rincón. En las entrevista­s personaliz­adas se abre si está a gusto. Zidane comenzó manejando su sonrisa como arma arrojadiza contra la exigencia de las ruedas de prensa madridista­s. Pero hace tiempo que el técnico perdió esa escala de influencia. Se ha vuelto más cortante y desabrido en sus respuestas. El gesto amable de Zizou no era eterno.

Les separa, obvio, la permanenci­a en el banquillo. A Zidane nunca le han echado del Real Madrid, caso excepciona­l, porque siempre se ha ido él. Se retiró como futbolista siendo un ico

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EP Simeone, ayer en el campo de Majadahond­a
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