ABC (Andalucía)

La primera ley importante de Podemos rozó la unanimidad

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La norma aprobada este jueves definitiva­mente en el Congreso es la primera ley de relieve que saca adelante Unidas Podemos desde el Gobierno. Lo hizo además con un respaldo casi unánime de la Cámara Baja, con todos los partidos posicionán­dose a favor, salvo Vox, que votó en contra del texto que lideró el exvicepres­idente Pablo Iglesias. Contrasta con otras iniciativa­s de Unidas Podemos, incapaces de aunar consensos y de prosperar en su tramitació­n. Sin ir más lejos, esta semana la abstención del PSOE, socio de Podemos en el Ejecutivo, fue clave para tumbar la toma en considerac­ión de la ‘ley trans’ que promovía la ministra de Igualdad, Irene Montero. La ley de la infancia, conocida también como ‘ley Rhodes’ por la implicació­n del pianista británico, tuvo otros intentos en anteriores legislatur­as de la mano del PP y del PSOE, pero ahora por fin ve la luz. Entre otras cosas, amplía la prescripci­ón de los delitos sexuales contra menores para impedir la impunidad.

Amaia Guridi tenía 48 años, dos hijos, Jon y Oihana, y un futuro lleno de ilusiones y proyectos junto a su marido, Santiago Oleaga, director financiero de ‘El Diario Vasco’, hasta que la mañana del 24 de mayo de 2001 ETA rompió su vida para siempre.

Hacía un mes que Santi, a sus 54 años, acudía a la Fundación Matia de San Sebastián para realizar ejercicios de rehabilita­ción por una lesión en el hombro provocada por su afición a la pala. ETA lo sabía y le esperó en la zona de aparcamien­to. El etarra Luis Carrasco Aseginolaz­a aguardó a que se bajara del coche y le acribilló hasta la muerte.

Le descerrajó siete tiros por la espalda, mientras otro miembro de la banda, Ibon Etxezarret­a Etxaniz, se escondía en los alrededore­s del centro para emprender la huida. Los dos etarras están hoy en tercer grado, se arrepintie­ron de su pasado criminal, pidieron perdón y ahora son disidentes de la banda. Amaia nunca ha querido reunirse con ellos como lo han hecho otras víctimas. Asegura que no necesita que le digan nada. Han pasado 20 años y todavía no puede entender por qué sus hijos «están sin padre».

—Ha escrito unas líneas sobre estos 20 años. ¿Las quiere leer?

—Esto es lo que he escrito▶ «Su ausencia sigue viva. Hay muchas situacione­s de la vida cotidiana que le echo de menos (se emociona). Cuando surge cualquier problema echo en falta su opinión y su ayuda. Hay muchas ocasiones que con él sería más fácil. Era un gran apoyo para mis hijos y para mí. Ha habido situacione­s muy importante­s en mi vida y en la de mis hijos en estos veinte años que su ayuda hubiese sido muy valiosa para ellos y también para mí. Es duro no tener la referencia de Santi».

—Se emociona mucho...

—Cuando leo lo que pienso me emociono, porque lo veo tan injusto que, aunque hayan pasado veinte años, sigue doliendo. Es difícil...

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