Presidentes en apuros
¿Cuándo se ha mostrado Sánchez compasivo? Con las víctimas del terrorismo, desde luego, no. Compasión sólo ha tenido con los que odian a España
DIFÍCIL decir quién lo tiene más crudo, Pedro Sánchez o Pere Aragonès. El presidente del Gobierno, dispuesto a indultar a los organizadores del referéndum del 1-O, se enfrenta nada menos que con el Tribunal Supremo, que lo considera «inaceptable» al no cumplir con ninguna de las condiciones requeridas para ello, desde su convocatoria, que cree «un ataque a la paz pública y a la observancia de las leyes de convivencia en el marco constitucional, a no haber la más mínima prueba de arrepentimiento, habiendo expresado su voluntad de reincidir». Podía haber añadido que, en un rasgo de chulería, ni se dignaron a contestar a la pregunta de si aceptaban el indulto, al admitir sólo la amnistía, o sea, libres de toda culpa, como si el equivocado hubiese sido el tribunal que los sentenció. Ante tal despliegue de argumentos, Pedro Sánchez echa mano del más vulgar sentimentalismo. Él, que tras el juicio decía que las sentencias «están para cumplirse íntegras», dice hoy: «Hay un tiempo para la venganza y hay un tiempo para la concordia», con lo que miente, como acostumbra, pues la justicia democrática, que fue la que actuó, nunca es venganza sino reparación de daños y prevención de repetirlos.
Aparte de que ¿cuándo se ha mostrado él compasivo? Con las víctimas del terrorismo, desde luego, no, e incluso con la gente de su partido que no le apoyó en su intento de apoderarse del mismo, tampoco. Compasión, lo que se dice compasión, sólo la ha tenido con los que odian a España.
En cuanto a Pere Aragonès, no ha necesitado los cien días de gracia para enterarse de que tiene un problemazo no con España, sino con quienes le ayudaron a presidir la Generalitat de Cataluña. La CUP le armó ya el primer día un cirio con un desahucio que era todo un recordatorio de que ellos son antisistema. Mientras los conservadores secesionistas de Junts le han rodeado de hombres más fieles a ellos que a él, al frente de los departamentos claves, como el de Economía, dispuestos a no conformarse con menos de lo que buscan, la autodeterminación y, además, ya.
Uno y otro aseguran actuar en «conciencia», pero si la de Pedro Sánchez es elástica, como demostró aliándose con quien le producía pesadillas, la de Pere Aragonès es tradicional, del estilo «el que la sigue la consigue». Tienen en común un enorme apetito de poder y un pobrísimo concepto de la ‘real politik’ que, según Bismark es «el arte de lo posible» pero de arte, nada, y de posible, menos, pues ambos sienten una atracción irresistible por estrellarse. Y eso, como decía el torero, no se puede hacer y, además, es imposible.