¿Cuentos chinos?
El mundo merece saber la verdad sobre el origen de esta pesadilla del Covid
PUEDE ser un milagro. O un ejemplo de eficacia suprema. O puede ser una coña marinera y un ejemplo flagrante de manipulación a cargo de un régimen dictatorial. Elija usted... Los datos son ciertamente asombrosos. China, el país donde se originó la epidemia, de 1.400 millones de habitantes, solo ha sufrido según sus cifras 4.846 muertos. Pero el pequeño Portugal, con solo diez millones de vecinos, reconoce 17.000 fallecidos, es decir: más del triple que la inmensa China. Por su parte India, con una población de 1.392 millones, informa de 315.000 muertes (una cifra demoledora, sí, pero proporcionalmente mejor que la de España, donde los cálculos reales, descontado el lamentable maquillaje de Sánchez, estiman más de cien mil muertos, cuando nuestra población es 29 veces menor que la de India).
Los primeros casos de Covid-19 fueron reconocidos oficialmente por China a comienzos de diciembre de 2019. Arrancaba la mayor calamidad sanitaria en cien años, que ha provocado hasta hoy 3,5 millones de muertos. Lógicamente el mundo tiene derecho a intentar saber cómo y dónde empezó todo. La primera versión fue que el brote provenía del mercado húmedo de Wuhan, pero a día de hoy todavía no se ha podido probar de manera concluyente. Tampoco se ha conseguido concretar cuál fue el supuesto animal que habría transmitido el virus a los humanos. En Wuhan se encuentra el Instituto de Virología, un centro de referencia que investiga con coronavirus y está administrado por la Academia China de las Ciencias, que reporta al consejo supremo del país. Mi abuelo Manuel Castiñeira Antelo solía decir que «si algo tiene cuernos, cola, ubres, rumia y parece una vaca, lo normal es que sea una vaca». Siempre se sospechó que el virus pudo haber salido accidentalmente de ese laboratorio. Pero en enero, un equipo de investigadores de la OMS desplazado allí lo consideró «altamente improbable». Sin embargo, el valor de su indagación ha sido cuestionado, por la opacidad china y porque llegaron allí un año después del inicio de la crisis. El Partido Comunista que domina China con férula de hierro –al que no hay que confundir con el laborioso pueblo chino– ha intentado echar balones fuera y culpar a otros países. Ha señalado como fuente del Covid a un equipo de militares estadounidenses que compitió en unos juegos castrenses en Wuhan y a partidas foráneas de congelados.
Con el nuevo Gobierno estadounidense el caso está dando un giro. El domingo ‘The Wall Street Journal’ reveló que según un informe de inteligencia en noviembre de 2019 tres científicos del laboratorio de Wuhan fueron hospitalizados. Biden ha pedido a sus agencias que en 90 días concreten si el Covid salió del laboratorio o si es realmente de origen animal. Todo este asunto es importantísimo por la pregunta que late de fondo: ¿queremos vivir en un mundo dominado por una potencia opaca, con culto al líder, represión de la libertad de opinión y cíbervigilancia de los ciudadanos; o queremos preservar la democracia liberal que China y Rusia consideran ineficaz y obsoleta? Yo lo tengo claro. La izquierda española creo que no.