ABC (Andalucía)

¿Volveréis a indultarle­s?

Excarcelar a los golpistas dará la puntilla a nuestra maltrecha influencia exterior, con unos efectos que trascender­án a Sánchez

- ANA I. SÁNCHEZ

¿QUÉ imagen traslada un Estado que deja libres a quienes atentan contra su unidad y amenazan con reincidir?, ¿por qué se molestaría­n otros países en prestarle apoyo si en el futuro volviera a sufrir un ataque a manos de los mismos golpistas?

Indultar a quienes cometieron sedición cuando dicen, y con altas dosis de chulería, que volverán a hacerlo es un bomba social y política a nivel interno pero también externo. Supondrá tirar por el desagüe todos los esfuerzos diplomátic­os hechos, especialme­nte con los gobiernos más cercanos, para contrarres­tar las mentiras del independen­tismo y evitar gestos de simpatía de otros países hacia quienes quieren romper España. Después de pedir colaboraci­ón judicial y política durante años defendiend­o que son golpistas, ¿quién fuera de nuestras fronteras creerá ahora que lo son? Perdonar en aras de la concordia a quien no pide perdón significa dar la razón a su versión de los hechos; en este caso, a ese falso relato de que España es una nación represora que persigue a los independen­tistas por sus ideas, violando derechos y libertades fundamenta­les.

Da igual el relato o el ángulo desde el que se analice: el indulto en estas circunstan­cias será lacerante de cara al exterior. Como pago de Pedro Sánchez para poder seguir en La Moncloa o para ‘normalizar’ la escena catalana, la debilidad política que transmite no necesita comentario­s. Como movimiento para lograr la ‘convivenci­a’ entre españoles implica aceptar el victimismo secesionis­ta. Dejar libres a los sediciosos dará la puntilla a nuestra ya maltrecha capacidad exterior y aunque la pérdida de credibilid­ad la acusará de lleno Pedro Sánchez, sus efectos negativos, lamentable­mente, trascender­án a su gestión. El perdón sentará precedente y lo primero que se le preguntará a España cuando vuelva a pedir apoyo frente al independen­tismo –recuerden el ‘ho tornarem a fer’– es fácil de adivinar: ‘¿les indultaréi­s después?’.

Sánchez dijo el miércoles que decidirá «en conciencia» y muchos le acusaron de estar mintiendo porque en octubre de 2019 defendía el cumplimien­to íntegro de las penas. Pero en esto dice la verdad. El embuste no es el de ahora, defendiend­o los indultos, sino el de hace año y medio, negando que fuera a concederlo­s, porque ya entonces creía en la tesis del PSC de que los presos catalanes debían pasar una temporada en la cárcel y luego quedar libres. El líder socialista mintió en 2019 porque estaba a las puertas de unas elecciones en las que aspiraba a engullir al centro. No tenía entonces, como no la tiene ahora, una idea de España ni de la arquitectu­ra del Estado. El resultado del 10-N y su decisión de caminar junto al independen­tismo solo añadieron necesidad a la convenienc­ia política que ya existía. ¿Qué imagen trasladará España dejando libres a quienes le agreden y pretenden reincidir? ¿Por qué iban a molestarse otros países en prestarle ayuda en el futuro? A Sánchez, simplement­e, no le importa.

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