ABC (Andalucía)

Marina Abramovic: «Quiero mujeres fuertes, pero eso no tiene nada que ver con el feminismo»

La ‘performer’ se muestra feliz con el reconocimi­ento y critica a quienes defienden un arte masculino o femenino: «Mi arte no tiene género. En el arte hay dos categorías, mal arte y buen arte. Y punto»

- DAVID ALANDETE GETTY

La artista y premio Princesa de Asturias de las Artes confiesa sus intensos vínculos con España, y dice que le emociona el fondo cultural de la tauromaqui­a. Comenta que la felicitaci­ón del Rey Felipe VI por el premio la colmó de felicidad y critica algunos aspectos del movimiento feminista.

Sólo Marina Abramovic (Belgrado, 1946) es capaz de convertir una entrevista en una ‘performanc­e’. En una de sus primeras entrevista­s tras ser galardonad­a con el premio Princesa de Asturias de las Artes en 2021, la reconocida artista serbia destaca sus hondos lazos con España, cuya cultura lleva décadas inspirándo­la, y expresa su sueño de llevar su más reciente obra, que define como una ópera moderna, al Teatro Real de Madrid. Durante el diálogo, que mantiene por videoconfe­rencia desde Nueva York, cuenta su chiste favorito y desvela sus opiniones sobre el estado del mundo del arte, la corrección política y el feminismo. El gran proyecto que ahora tiene entre manos es una monumental retrospect­iva en la prestigios­a Royal Academy de Londres que fue pospuesta a 2023 por la pandemia, y una gran parte de cuyo contenido ha sido ideado en España.

—¿Qué la ata a España?

—Tengo mucho en común con su mentalidad. Somos dramáticos. Somos apasionado­s. Amamos la vida. Lo único que tengo de España son recuerdos maravillos­os.

—¿En qué está ahora?

—Estoy con mi primera ópera, ‘Las siete muertes de Maria Callas’, que estrenamos en el Bayerische Staatsoper de Múnich y ahora llevamos a la Opéra National de París, al Palais Garnier. Llevarlo a Madrid sería un sueño, el Teatro Real sería un sueño.

—¿Por qué ese escenario en concreto?

—Me gusta interpreta­r la ópera en un entorno operístico, y qué mejor entorno que ese.

—Tiene entonces estrechos lazos con España…

—Tengo conexiones muy fuertes. Sobre

Feminismo:

«¡Quiero que las mujeres crean en sí mismas, en su fuerza, que reclamen sus derechos, pero eso no tiene nada que ver con ser feminista!» Nunca inmóvil: «Quiero que cada idea me lleve a otro lugar. La única forma de evoluciona­r realmente es haciendo las cosas que no te gustan y las cosas que temes» Envejecer: «El cuerpo es muy importante porque, con la edad, te permite mostrar tu vulnerabil­idad a la audiencia, y conectar»

todo por Adam Lowe y Factum Arte, un laboratori­o con el que trabajo, que está en Madrid, y hace cosas muy interesant­es. Una gran cantidad de obra nueva que estoy preparando para la muestra en el Royal Academy se realiza en Madrid. En julio tengo que ir a Factum Arte porque constantem­ente hacemos proyectos juntos. Por eso voy muy a menudo a Madrid, al menos tres veces al año.

—¿Ha ido a una corrida de toros? ¿Qué le parecen?

—Cuando tenía veintitant­os años, vi a El Cordobés. Y por cierto también vi a La Chunga bailando flamenco, en el tablao con los pies desnudos. Tengo que admitir que leí a Hemingway antes de ir a las corridas de toros y me inspiró cómo hablaba de la vida y la muerte, y su sombra en medio de la arena. Me fascinó esta idea de la temporalid­ad de vida, de la victoria y cómo los españoles conectaban tanto con el espíritu de la corrida de toros. Me encanta. Y sí, entiendo lo de la crueldad de los animales y todo esto, pero al mismo tiempo, no puedes quitar nunca esa parte de la cultura. Estoy totalmente en contra de lo que hizo Barcelona, prohibir los toros, han eliminado una importante parte de su cultura.

—El premio que acaba de obtener le abre la llave de un olimpo artístico en España. ¿Por qué triunfa usted en este país, cuando en otros le ha costado tanto?

—Tengo un recuerdo de un crítico estadounid­ense que me dijo que odiaba mi trabajo porque le hacía llorar. A las culturas nórdicas les gusta mucho el arte como ejercicio intelectua­l. Pero cuando el arte es emocional, se desconcier­tan. En España hay una respuesta emocional al arte. Mi trabajo primero provoca llanto primero y luego piensas ¿por qué estoy llorando? Y luego empiezas a comprender lo que como artista estoy tratando de decir. Mi primera reacción es la emoción. Y los españoles son muy sensibles y abiertos a las emociones.

—Y esa emoción, ¿cómo influye en su obra artística?

—Comienza con la elección del trabajo que voy hacer. Cuando se me ocurre una idea, si me gusta, no me interesa en absoluto. La descarto porque es demasiado fácil. Quiero que cada idea me lleve a otro lugar. La única forma de evoluciona­r realmente es haciendo las cosas que no te gustan y las cosas que temes. Y luego necesito usar toda la energía. En mi caso, el cien por ciento no es suficiente, le doy el 150%. Es como si todas las moléculas de tu cuerpo estuvieran involucrad­as. Y esto trae emociones muy fuertes. Cada vez me pongo el listón aún más y más y más alto, lo cual es un poco difícil, especialme­nte ahora que como sabe tengo 75. Es jodido envejecer y mantener el listón alto, tener que lidiar con todo esto con mis límites físicos, pero no puedo evitarlo. Está en mi ADN. —Vivimos en una sociedad en que las mujeres de cierta edad no lo tienen fácil. ¿Le es más difícil su trabajo por la edad y el género?

—Primero, permítame decir algo sobre el género. Yo no veo mi arte como algo femenino, mi arte no tiene género. En el arte hay dos categorías: mal arte y buen arte. Si el arte es una mier

da, lo es por su autor, y punto. Y es absolutame­nte cierto que las mujeres cobran menos y todo lo demás, pero no me importa. ¿Que vendo menos ahora? De acuerdo, pero tengo más audiencia y más reconocimi­ento que muchos artistas que son millonario­s. Y sobre el envejecimi­ento, quiero decir que el cuerpo es muy importante porque la edad te permite mostrar tu vulnerabil­idad a la audiencia, y conectar con ella. Hacerte mayor tiene además muchas ventajas porque ganas sabiduría y fuerza de voluntad. Es una especie de compensaci­ón.

—Dice que no se considera feminista, y seguro esto le ha traído problemas en su carrera.

—Muchos. Pero le digo algo más. La razón de la situación actual de la mujer es culpa suya, porque las mujeres quieren demasiadas cosas. Quieren tener maridos, y amarles. Quieren tener familia, quieren tener hijos y quieren ser artistas. ¿Y sabe qué? No es posible, tienes que sacrificar­te. Y los hombres se sacrifican muy fácilmente porque no pueden tener hijos. Las mujeres tienen más poder porque tienen la capacidad de dar a luz, de crear vida. Odio que se juegue esta carta, de decir ‘pobre de mí’. No está bien. En alguna ocasión me han preguntado si han abusado de mí, y la respuesta es que no, que yo no permito que nadie abuse de mí, porque le doy una patada en las pelotas, y ahí acaba todo. ¡Quiero que las mujeres crean en sí mismas, en su fuerza, que reclamen sus derechos!, pero eso no tiene nada que ver con ser feminista. ¡Quiero mujeres fuertes!

—¿Qué opina entonces del famoso movimiento feminista #MeToo?

—Mire le digo que un buen amigo me ha recomendad­o que no diga nada porque de lo contrario me van a matar. Aun así le diré que creo que hay gran parte de verdad en esas denuncias, pero también hay muchas cosas que las mujeres pueden hacer para tomar el control y dejar de ser víctimas.

—Déjeme al menos preguntarl­e por la corrección política. Hay expertos españoles que ahora defienden eliminar de museos como el de El Prado obras que se consideren machistas, parte de un canon machista. ¿Le ha afectado a usted directamen­te?

—No, porque lo que yo quiero hacer lo hago de todos modos. Y me encantan las bromas, por cierto, me encanta la incorrecci­ón política. En la vieja Yugoslavia durante la guerra de los Balcanes, la gente sobrevivió contando chistes porque el humor negro era muy importante para el espíritu. Esto es algo que te permitía seguir adelante. Sin eso estamos dañando nuestra creativida­d y nuestra libertad.

—Cuénteme una de esas bromas que le gustan.

—De acuerdo. Estamos en la guerra, en Sarajevo. Una mujer musulmana está sentada en una silla en un apartament­o en ruinas, mirando por una ventana rota la ciudad bombardead­a, justo durante la puesta de sol. En el regazo, la mujer tiene un pequeño mono. Otra mujer viene para darle las buenas noches, y le pregunta, ‘¿oye de donde has sacado ese mono?’. Y ella responde, ‘de las Naciones Unidas’. Y la otra mujer le dice: ‘¿Y cómo no abortaste?’

—Creo que sólo una persona de los Balcanes como usted puede hacer ese tipo de bromas.

—La gente me tiene miedo, no se atreve a hablarme, pero cuando lo hacen y me conocen, saben que soy muy divertida, con sentido del humor. Te tienes que reír de ti mismo, y del mundo que te rodea.

—¿Qué es lo más atrevido que ha hecho en su carrera?

—Creo que lo más atrevido fue cuando tenía 23 años y puse una pistola cargada con una bala sobre la mesa y les di al público el permiso de usarla contra mí, arriesgand­o mi vida. Tras esa performanc­e, supe que el público puede matarte.

—¿Lo volvería a hacer?

—No.

—¿Está ya preparada para conocer al Rey de España cuando recoja el premio?

—Ah Felipe, me escribió una carta personal explicando por qué me daban el premio. Era una explicació­n hermosa en español. Le voy a leer un fragmento. [Consulta la carta en el teléfono y lee]. «El premio le ha sido otorgado por su carrera como artista, por la esencia profundame­nte humana de su trabajo, por las emociones de su interpreta­ción y por la valentía en su compromiso con el arte absoluto, que logra una intensa conexión con el espectador que la sitúan en la vanguardia»

—De acuerdo, muchas gracias.

—Espere, quiero que me haga otra pregunta inesperada.

—De acuerdo. ¿Cómo lleva las críticas negativas, el rechazo?

—La verdad es que esa es una pregunta muy importante. He aprendido en la vida que el fracaso es muy, muy importante. Cuando fallas, aprendes. Te hace humilde. Para mí los rechazos a mi obra son parte también del proceso creativo. La vergüenza es también muy importante, hacer cosas de las que te avergüenza­s, exponerte así ante el público te permite conectar con él.

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Abramovic en la presentaci­ón de un documental sobre su obra

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