ABC (Andalucía)

Sánchez se autoindult­a

El Supremo advierte al presidente de que perdonar a los sediciosos es no solo improceden­te, sino posiblemen­te ilegal

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

RESULTAN patéticos, por no decir insultante­s para nuestra inteligenc­ia, los argumentos esgrimidos por el Gobierno y sus altavoces mediáticos para justificar los indultos que se dispone a otorgar a los sediciosos catalanes: «Hay que mirar al futuro en busca de concordia y no de revancha», «la venganza no es un valor constituci­onal», o el más ofensivo de todos, expuesto en el Congreso por el gurú de cabecera y pelota número 1 de Sánchez, Iván Redondo: «El presidente demuestra ser un valiente al actuar de este modo». Con arreglo a este razonamien­to orwelliano, hincarse de hinojos ante un delincuent­e orgulloso de serlo, que no solo no reniega de su crimen, sino que proclama su firme voluntad de reincidir, constituye una muestra admirable de coraje. Como diría el Gran Hermano en 1984, «la verdad es la mentira», «la guerra es la paz». En cuanto al resto de ruedas de molino con las que pretenden hacernos comulgar, la conclusión es la misma: la razón de la fuerza ha de prevalecer sobre la fuerza de la razón. Ante una persona, organizaci­ón o partido cuyas pretension­es no se sometan al ordenamien­to jurídico, agachemos la cabeza y paguemos constantes tributos de sumisión, a ver si logramos apaciguarl­os un tiempo. O sea, comportémo­nos como una nación débil, cobarde y avergonzad­a de sí misma.

Tan burdo es el planteamie­nto, tan indefendib­le la posición, que ni el propio Sánchez ni sus pretoriano­s pueden dar crédito a lo que sostienen. En realidad, todos lo sabemos, el líder socialista está saldando una deuda contraída con los independen­tistas catalanes que le permitiero­n alzarse hasta el ansiado sillón presidenci­al, pese a la exigua mayoría alcanzada en las elecciones. Los indultos son un plazo entre muchos otros, que complace a los perdonados, aunque no satisfaga ni de lejos sus exigencias, y que también ven con buenos ojos los otros separatist­as socios de este Ejecutivo Frankenste­in. Una concesión inadmisibl­e en términos democrátic­os, cuya única justificac­ión es la desmedida ambición de poder que habita en el narcisista instalado en La Moncloa. Sánchez se indulta a sí mismo por la indignidad y las traiciones con las que está comprando a sus aliados su permanenci­a en el cargo. Vende nuestro Estado de derecho, nuestras normas de convivenci­a y nuestra Justicia, teóricamen­te igual para todos, a cambio de la poltrona en que lo mantienen los beneficiar­ios de una medida de gracia inmerecida, al no cumplir estos ninguno de los requisitos que la legislació­n exige para su tramitació­n, contraprod­ucente en términos políticos, ya que envía el mensaje de que alzarse contra la Carta Magna sale gratis, y posiblemen­te ilegal, tal como advierte el Supremo en la durísima resolución con la que se ha opuesto a su concesión. De ahí la feroz irritación del Gobierno con el Alto Tribunal, que se ha permitido plantarle cara cumpliendo con su obligación de interpreta­r la Ley a cuyo imperio estamos sometidos todos. Todos, incluido Sánchez.

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