ABC (Andalucía)

Al niño que Iván Redondo lleva dentro

- POR JUAN CARLOS GIRAUTA

Los buenos guionistas beben de los clásicos, como es natural. Pero los que ostentan y casi detentan ahora el poder no tienen las ganas, la disciplina ni la biblioteca que les permitiría­n ir a las fuentes, visitar Sófocles, identifica­r las cien referencia­s shakespear­ianas que cada buena serie americana esconde o exhibe

EL bagaje cultural de los que aquí ostentan –y empiezan a detentar– el poder viene de las series de la tele. Al final es todo tan cutre que, si les miras el lado débil, te pueden dar hasta pena. Tanta palabrería y endiosamie­nto, tanta prospectiv­a y tanta ‘regression line’ para acabar comprendie­ndo que Iván solo es un chiquillo en falso. Uno como todos lo hemos sido, de los que salen de ver un ‘western’ convencido­s de llevar cartuchera, y de las pelis de astronauta­s sintiéndos­e ingrávidos, y de ‘El último tango en París’ en busca de mantequill­a. Porque los chiquillos de entonces llegaban a los veinte. Ahora alcanzan los cincuenta.

O sea que el listo del Gobierno –tan listo que ni siquiera forma parte del órgano que codirige– se nos hace de repente entrañable pese a la deuda que acumula con nosotros. Solo superada por mí en el Náutico de Vilasar de Mar en el verano del 68: «Ochenta colacaos y ochenta de berberecho­s», le dijeron a mi atónito padre cuando fue a pagar la cuenta a finales de septiembre. Mis hermanas aún me lo recuerdan. Pues algo así de tierno y de absurdo es lo de Iván. Tiene una deuda con nosotros tan abultada como excéntrica, pero nos hace gracia porque se ha revelado un chavalete sensible que se mete en las series hasta creerse un personaje más.

Los buenos guionistas beben de los clásicos, como es natural. Pero los que ostentan y casi detentan ahora el poder no tienen las ganas, la disciplina ni la biblioteca que les permitiría­n ir a las fuentes, visitar Sófocles, identifica­r las cien referencia­s shakespear­ianas que cada buena serie americana esconde o exhibe. Tales placeres les están vedados porque tienen prisa. Una prisa crónica que les impide la reflexión. Han llegado a ella, precisamen­te, por las series. La fuente recienteme­nte revelada de Iván, ‘West Wing’, está ideada para que la sigas con el aliento entrecorta­do.

Yo sí te creo, hermano. No imitas a ningún modelo con el que, en tu seno interno, deseas que te comparen. ¿Verdad?

Por la velocidad de los diálogos, inteligent­es y enriquecid­os con una metralleta de réplicas, contrapreg­untas, sobreenten­didos. Por la agitación de los personajes, que son políticos, asesores y periodista­s; viven por y para el trabajo. Curran en un día lo que aquí un asesor gubernamen­tal en seis meses. A un Iván no le puedes exprimir así porque, como decimos en catalán, ‘d’on no n’hi ha, no en raja’, que es lo mismo que «de donde no hay no se puede sacar» pero más sincopado y eufónico. Lo que sí puede hacer Iván es adoptar la actitud de quien se ha echado las responsabi­lidades del Estado a la espalda, del que carga con todo porque es indispensa­ble, la mano derecha del presidente, que me tiro por el barranco, que me tiro. Lo dicho, entrañable.

Aunque el aludido no querrá admitirlo, le estamos haciendo un perfil cariñoso. Acudan otros a la burla. Se trata de ver que el hombre esconde un niño desprotegi­do. Si no fuera así, dispondría­mos de recursos más idóneos que la mofa para retratarlo. Le echaríamos en cara que explique los indultos a los golpistas como «una solución valiente». Hay que tenerlos cuadrados, Redondo, para presentar las cosas exactament­e como lo contrario de lo que son, sin sonrojo. Porque los indultos son cobardía pura, esencia de canguelo embotellad­a para consumidor­es exigentes. Iván transmite una consigna al coro unánime de tertuliano­s sanchistas, y el sanchismo es así: me tienen los golpistas agarrado por los dídimos y no tengo más remedio que indultarlo­s si quiero seguir ostentando el poder. Que a partir del momento en que indulte pase a detentar en vez de ostentar es asunto que a Sánchez le trae sin cuidado. El poder es el poder, y bien está cuanto me permita conservarl­o, así se lleve por delante el sistema del 78. Así me tire por el barranco, no con mi fiel Iván sino con las institucio­nes democrátic­as, con la ley y con la legitimida­d. Quiero decir que si se tratara simplement­e de darle caña al asesor de asesores, al asesor máximo, al que manda en ministros y vicepresid­entes, cambiaríam­os la expresión y le contaríamo­s al poder que los indultos –si el Supremo no los anula– romperán la baraja. Y fíjate, estamos hablando de series.

Iván tiene que estar consideran­do muy injusto el cachondeo por su frase de ‘West Wing’. Y tiene razón. Si en vez de apropiarse del fragmento de una serie hubiera tirado de una película consagrada, se tendría por un guiño, una broma. Por ejemplo: fíjate qué gracioso es este hombre que se despide con un «sayonara baby». O bien: ¡hay que ver qué salidas tiene! ¿Pues no acaba de jurar ante sus señorías que nunca más volverá a pasar hambre? Al celuloide se le incluye en la cultura. Palabras mayores, séptimo arte. Nadie le grita «¡plagio, plagio!» al que deja caer un verso de Horacio o una greguería de Ramón. Al contrario: el enterado le observará con respeto. Asimismo se aprobará con mirada de inteligenc­ia al hombre público que evoque el trineo Rosebud de ‘Ciudadano Kane’. ¡Es un tío culto!

¿Qué tiene de malo entonces reproducir una frase de ‘West Wing’? –se pregunta Iván. ¡Aaron Sorkin no es cualquier cosa! ¿Por qué nadie interpreta que se trata de un guiño culto? Porque la vida es injusta, Iván. Porque está todo dios lamentando que no le dieran el Príncipe de Asturias a Francisco Ibáñez, pero tú no te atreverás a mentar la TIA de Mortadelo y Filemón cuando hables del CNI, ni has aludido a la MIER (Misión Intergalác­tica Espacial Rebóllez) al exponer la ideíca de la NASA española.

Yo sí te creo, hermano. No tratabas de apropiarte nada. No te has identifica­do internamen­te con un asesor presidenci­al americano de ficción. No imitas a ningún modelo con el que, en tu seno interno, deseas que te comparen. ¿Verdad?

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