De brazos cruzados ante la evidencia
En vez de huir hacia adelante e insistir en el alarmismo que generó su propio miedo, a la ministra de Sanidad le resultaría más fácil reconocer que, como a tantos otros responsables de salud pública, epidemia generalizada de pánico, se le fue de las manos la estadística que recogía los efectos adversos de la vacuna de AstraZeneca, minimizados por la propia Agencia Europea del Medicamento. Pasa el tiempo y no da marcha atrás Carolina Darias, que se deja retratar con los brazos cruzados ante la evidencia de que los pacientes ignoran sus advertencias y sus alertas. El Gobierno nunca va a reconocer el verdadero alcance de la pandemia en cuanto a número de muertos, pero, en cambio, intimida a la opinión pública con las víctimas que dejan los viales de AstraZeneca. Darias no deja de recomendar que los inoculados con una primera dosis de la vacuna de Oxford cambien de marca y elijan la de Pfizer, pero la inmensa mayoría prefiere lo malo conocido que el cóctel por conocer. Las comunidades autónomas que gobierna el PP recetan AstraZeneca, conscientes de que el cliente siempre lleva razón y de que son pocos los que abogan por hacer experimentos. Para eso está la gaseosa. Darias mete miedo mientras llegan a España nuevas dosis de la fórmula de Oxford, a un ritmo que más pronto que tarde obligará a guardarlas en una nevera, sin población ya a la que poder administrársela.