Una pequeña ventana
La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca ha frenado el repliegue de Estados Unidos sobre sí mismo. La superpotencia occidental regresa al mundo, recupera su poder blando y ocupa otra vez los espacios abandonados. Para los europeos supone a la vez un alivio y un reto. Biden se siente irlandés, conoce nuestro continente y le gustaría contar con las capacidades europeas a la hora de resolver problemas globales. Ahí es donde se plantea el desafío. No está claro que los dirigentes de la UE entiendan que se ha abierto una pequeña ventana de oportunidad en la que es posible renovar la relación transatlántica y hacer que funcione de nuevo. Sobre todo, tendrían que convertirla en transpacífica y esto requiere una mutación estratégica muy seria, así como dotar a la Unión de una ambición y unos medios de los que hoy carece.
Si Europa consigue dejar atrás su ensimismamiento y se vuelca hacia afuera, se convertirá en el socio preferente de Estados Unidos en una globalización que ya no responde solo a ideas occidentales. A pesar de las diferencias, las dos orillas del Atlántico norte comparten en gran medida valores e intereses. La interdependencia es enorme y las amenazas son comunes, desde una China cada vez más nacionalista a la ola populista contra la democracia liberal, tanto en suelo norteamericano como europeo. Pero hay que recordar que Joe Biden ganó en noviembre de 2020 con la promesa de poner en práctica una política exterior al servicio de la clase media, que proteja los trabajos norteamericanos. Su prioridad es atender los asuntos domésticos y tiene prisa por demostrar buenos resultados en vacunación y crecimiento económico antes de las elecciones legislativas en el otoño de 2022.
En política exterior, desde Barack Obama no hay nada más importante que el ascenso de China. Europa debe encontrar el camino para auparse al puente de mando de un orden internacional en gestación. Su ticket de entrada es ser capaz de trabajar con Washington en la doble tarea de proteger la democracia frente a las amenazas internas y contener al gran rival asiático. flaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura». Y también cuando leía: «... los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente