La ciencia no tiene la última palabra
El pasado 19 de mayo, en el marco de la última reunión del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud y en relación al debate suscitado tanto por las propias autoridades públicas como en la opinión pública, se solicitó del Comité de Bioética de España un informe urgente acerca de si era éticamente correcto permitir a las personas menores de 60 años que habían sido vacunadas en primera pauta con AstraZeneca, elegir ser vacunados en segunda pauta con la misma vacuna o con una vacuna distinta de ARNm. Algunos llegaron a interpretar que la propuesta del Comité sería la que decidiría el problema, lo que es bueno aclarar que constituye un error de concepto sobre la naturaleza y funciones de este organismo. El Comité de Bioética de España es un órgano independiente de carácter consultivo, lo que significa, lisa y llanamente, que sus informes y propuestas no son vinculantes, aunque pueden y, en cierto modo, deben ayudar a los poderes públicos a tomar la decisión.
En relación al papel de la Bioética en un debate como el generado por la segunda dosis de la vacuna, puede ser bueno recordar varias cuestiones: en primer lugar, la Bioética se mueve precisamente en el marco de esta toma de decisiones complejas que tienen impacto en la salud, por lo que puede decirse, sin acudir a términos muy complejos, que precisamente la decisión por la que se le ha preguntado es su hábitat natural. En segundo lugar, la Bioética ofrece también el lado humano de la toma de decisiones complejas. El humanismo supone, frente al denominado cientifismo, colocar al ser humano y su dignidad en el centro de la toma de decisión. El debate sobre la segunda dosis no es sustancialmente sobre vacunas, sino sobre personas a las que se va a vacunar y sobre la salud colectiva. Por ello, la ciencia ni tiene ni debe tener la última palabra, aunque su voz sea muy relevante. Y menos aún, puede tenerla, cuando la evidencia científica se ve envuelta de incertidumbre. Como dirían los clásicos, si el logos es incierto, el ethos cobra un gran protagonismo para proteger al ser humano frente a la consecuencia incierta. Ni las pandemias son nuevas ni las vacunas la última invención del ser humano. Pero la Ciencia avanza, a pasos agigantados, y ello genera nuevos logros pero también nuevos riesgos.