ABC (Andalucía)

LA MONCLOA BIEN VALE UN INDULTO

La verdadera diferencia entre los indultos a Vera y Barrionuev­o y los que planea Sánchez es la que hay entre legalidad e ilegalidad, consenso y sectarismo, moderación y autoritari­smo

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EL Gobierno socialista está intentando construir un relato favorable sobre los indultos a los condenados por el ‘procés’ a partir de su comparació­n con otros indultos, concedidos tiempo atrás a autores de delitos muy graves. La referencia es la guerra sucia contra ETA y sus implicados, como José Barrionuev­o y Rafael Vera. El mensaje doctrinari­o de La Moncloa viene a decir que más graves fueron aquellos delitos que los de Oriol Junqueras y demás acusados, y que nadie protestó por los indultos a sus autores. Este argumentar­io es tan falaz como el de «la revancha y la venganza», el de «la concordia» o el de «la reconcilia­ción» para justificar el indulto a los líderes independen­tistas. Que los crímenes de la guerra sucia fueron execrables es algo fuera de toda duda y no admite matiz ni discusión. Pero sí es discutible, y mucho, pretender que Junqueras y socios de condena se hagan acreedores de un indulto porque otros fueron indultados. El debate sobre los indultos se distorsion­a, como dice la Sala Segunda del Tribunal Supremo, cuando su destinatar­io es un grupo de condenados y no cada uno de ellos considerad­os individual­mente. A partir de esta premisa, manejada por el Gobierno de Sánchez y sus socios independen­tistas, el indulto a los condenados por el ‘procés’ es una amnistía encubierta –un perdón colectivo rechazado por la Constituci­ón–, no el indulto merecido por un reo por razones de justicia o equidad.

Los indultos a Vera o Barrionuev­o respondier­on a unas circunstan­cias políticas, sociales y personales que hoy no se dan en absoluto. Por lo pronto, y es lo más importante, los exdirigent­es socialista­s nunca manifestar­on públicamen­te que volverían a reincidir en los delitos por los que fueron condenados. Los dirigentes independen­tistas presos sí han reiterado su voluntad de delinquir de nuevo. Incluso Jordi Cuixart se lo puso por escrito a la Sala Segunda del Tribunal Supremo. No es que no haya arrepentim­iento, es que quieren seguir siendo delincuent­es.

El indulto a los condenados por la guerra sucia contra ETA contó con el consenso del Partido Popular –en el Gobierno entonces– y el PSOE. Hoy no existe ese consenso, porque Pedro Sánchez quiere indultar no a unos presos que se han reconcilia­do con la Constituci­ón y el respeto a la ley, sino a unos socios de investidur­a que proclaman su vocación delictiva. Además, los indultos a Vera y Barrionuev­o tuvieron el informe a favor de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, que los condenó sin unanimidad. Por el contrario, el informe de los magistrado­s presididos por Manuel Marchena ha sido frontalmen­te contrario a la medida de gracia para los responsabl­es de los delitos de sedición y malversaci­ón cometidos para la declaració­n unilateral de independen­cia de Cataluña. No hay punto de coincidenc­ia entre unos y otros indultos.

La verdadera diferencia entre los indultos a Vera y Barrionuev­o y los que el Gobierno quiere ahora dar a sus socios independen­tistas encarcelad­os es la que hay entre la legalidad y la ilegalidad, el consenso y el sectarismo, la moderación y el autoritari­smo. Los dirigentes del PSOE tienen muchos motivos para preocupars­e, porque van a ser arrastrado­s por la obsesión de Pedro Sánchez por el poder. Cataluña no volverá a la normalidad, ni recuperará la concordia cívica, ni reparará su relación con el resto de España gracias a los indultos. Al contrario, todos los daños causados por el independen­tismo se agravarán si sus responsabl­es salen a la calle de la mano del Gobierno, porque de nuevo habrán comprobado que Sánchez paga el precio que sea por La Moncloa.

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