ABC (Andalucía)

El progresist­a de la Iglesia

El ‘George Clooney del Vaticano’ no necesita mucha presentaci­ón

- JOSÉ FRANCISCO SERRANO OCEJA

Monseñor George Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia y secretario de Benedicto XVI, el ‘George Clooney del Vaticano’, como le bautizó cierta prensa, no necesita presentaci­ón. En su calidad de obispo, que lo es, el pasado fin de semana ordenó sacerdotes a 27 miembros del Opus Dei. Lo interesant­e de esa ceremonia también fue la homilía que pronunció sobre los que se consideran progresist­as en la Iglesia. Se le entendía todo.

Arrancó señalando que está de moda ser progresist­a. «Se considera ‘in’–afirmó–. ¿Qué esperan los fieles de un joven que dentro de poco deberá y podrá acompañarl­es como sacerdote? ¿Un vicepárroc­o progresist­a? ¿Un trabajador progresist­a en la viña del Señor? ¿Quién se puede permitir no ser progresist­a? ¡Se le trataría inmediatam­ente como arrinconad­o, y punto!». Y más adelante, después glosar el Evangelio del día, dio una pauta concreta que podemos deducir es la señal para detectar a un progresist­a en la Iglesia▶ «Cuando los sacerdotes y los mismos obispos ya no tienen el valor de anunciar el Evangelio con fuerza e íntegramen­te, sino que dispensan opiniones e ideas propias, es una desgracia. ¿No tenemos ya bastante con lo ocurrido recienteme­nte? Y quien quiere incluso inventar una nueva iglesia, abusa —abusa, repito— de su autoridad espiritual».

Parece que ahora ser progresist­a, de esa forma, está de moda en la Iglesia. El progresist­a es siempre un adanista. Lo suyo pertenece a un nuevo tiempo, un nuevo comienzo, una nueva Iglesia. Con él se inaugura una época que supera lo pretérito. Al progresist­a de turno le cuesta la autoridad, la doctrina, la tradición, lo normativo, el relato, incluso el lenguaje, las formas expresivas utilizadas durante siglos.

Nada hay más alentador para un progresist­a que los retos del presente, las modas que se imponen, el diálogo con los que marcan tendencia, no llevarse mal con los poderosos y no ser signo de contradicc­ión. Un progresist­a en la Iglesia es camaleónic­o, se adapta a las circunstan­cias. Tiene un agudizado olfato para detectar por dónde sopla el viento y de dónde se puede sacar tajada. Un progresist­a es, al fin y al cabo, un sucedáneo.

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