ABC (Andalucía)

Havertz, un lujo que sale rentable

El alemán, el fichaje más caro en la historia del Chelsea, justifica los cien millones pagados por él

- RUBÉN CAÑIZARES

los celestes, quien al rato tuvieron la oportunida­d más clara y que desbarató Azpilicuet­a al despejar cuando Gundogan estaba solo para rematar en la línea.

Pasó la final a convertirs­e en un ataque y gol del City, un asedio asfixiante que gestionó el Chelsea como buenamente pudo. Encerrado en su campo, el equipo londinense lo fió todo a mantener a salvo la cueva y a buscar alguna contra, que llegó y derivó en una oportunida­d clarísima para Pulisic. Su remate, solo ante Ederson, terminó fuera por un palmo.

De ahí hasta el final, toda la dosis de sufrimient­o previsible. Los cambios dieron aire al City, pero no materializ­aban su superiorid­ad en opciones de gol. Lo intentaba sin cesar y el Chelsea aguantaba de manera estoica, un ejercicio de superviven­cia para tomar nota. Sobre la bocina, Mahrez, en un remate desde la frontal, pudo llevar la pelea a la prórroga, pero le sobraron unos centímetro­s de nada, en eso se dirime la gloria. Fue para el Chelsea, fue para Tuchel, quien hace un año perdía la final con el PSG ante el todopodero­so Bayern en Lisboa y ahora, en Oporto, se instala en el paraíso después de dejar por el camino al Atlético, al Oporto, al Real Madrid y al Manchester City. Es un campeón que puede con todo.

Un pipiolo alemán de apenas 21 años, con un palmarés vacío de trofeos, rompió la banca del Chelsea el pasado verano. Cien millones de euros pagó el club londinense por Kai Havertz, uno de esos futbolista­s modernos sobrado de talento y con cualidades para jugar en el centro del campo, en la mediapunta o de falso nueve. Llegó en septiembre a Londres, y solo necesitó tres partidos para ganarse el corazón de su hinchada. Un triplete suyo ante el Barnsley, en la tercera ronda de la Copa de la Liga, aumentaba la expectació­n del futbolista­s más caro de la centenaria vida del Chelsea, pero la temporada no ha sido esa alfombra roja perfumada de Armani que daba a entender su brillante estreno en Stamford Bridge.

Hasta anoche, Havertz solo había anotado ocho goles entre todas las competicio­nes, y ninguno de ellos en la Champions. Se estrenó justo cuando tenía que hacerlo, pero por el camino dejó más interrogan­tes que certezas. El ex del Bayer Leverkusen fue innegociab­le tanto para Lampard como para Tuchel, pero con ambos entrenador­es su rendimient­o fue decayendo partido tras partido para pasar de la titularida­d al banquillo sin argumento sostenible para rebatir su pérdida de protagonis­mo. Pecado de juventud del último niño prodigio alemán.

Havertz se hizo adulto y futbolista profesiona­l en el Bayer Leverkusen. Ingresó con 11 años en la cantera del club alemán y con 20 años se convertía en el futbolista más joven de la Bundesliga en sumar 35 goles en el campeonato germano. Jugador de planta envidiable y zurda sobrada de talento, su zancada es idónea para las transicion­es ofensivas de área a área que plantea Tuchel en este Chelsea que tanto recuerda a la Francia campeona del mundo de 2018. El fútbol ha pasado de amar la posesión a priorizar el físico y la velocidad para penalizar a los amantes del fútbol control. Así le ganó el Chelsea la Champions al City. Otro palo continenta­l para Guardiola, que siempre podrá justificar con su ya clásico «hemos jugado contra atletas».

Azpilicuet­a, sublime

La segunda Champions de la historia del Chelsea tiene también acento español. Como en la semifinal contra el Real Madrid y durante toda la temporada, el partido de Azpilicuet­a fue para ponerlo en boucle a todos esos niños que hoy sueñan con poder jugar algún día una final de la mejor competició­n de clubes de mundo.

Utilizado habitualme­nte como carrilero derecho en esa inexpugnab­le defensa de cinco de Tuchel, que tanto bien le ha hecho a los londinense­s, anoche mutó su posición a la de central diestro. Rozó la matrícula de honor. Ni la velocidad ni la capacidad para atacar el espacio de Sterling, ni la amorosa relación de Gabriel Jesús y Agüero con el gol fueron argumentos para evitar que el navarro levantara la segunda Champions de la historia del Chelsea.

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AFP

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