ABC (Andalucía)

El PSOE del antiguo testamento

González, Guerra y Leguina son socialista­s levíticos. La gran evangelist­a es Lastra

- ALBERTO GARCÍA REYES

EL día que Felipe González dijo que el marxismo lo había abandonado a él, Pedro Sánchez estaba viendo ‘Barrio Sésamo’. El felipismo es una antigualla. Y su césar se pregunta ahora lo mismo que Brines desde la oquedad infinita▶ «Borrada juventud, perdida vida, ¿en qué cueva de sombras arrojar las palabras?». Que Felipe haya dicho que no daría los indultos a los que intentaron separar Cataluña de España con una segueta es un anacronism­o. La nubilidad del sanchismo, fuente de sabiduría, no tiene oídos para la senectud de aquel PSOE que hizo el hormigón de nuestro Estado de Derecho. Para la reata de la que tira el comandante Iván Redondo, que hace barranquis­mo en todos los descolgade­ros de la dignidad, no sólo son nadie los jueces, también lo son los maestros, meros viejos vacunados. La sociedad contemporá­nea no mide a las personas por su conocimien­to, las mide por su edad. Y los políticos, como reflejo de ella que son, se aferran a esa magnitud porque sólo así pueden evitar ser los desechos de tienta. Felipe González, Alfonso Guerra, Joaquín Leguina, Nicolás Redondo y cualquier otro que agite la lengua constituye­n el antiguo testamento del PSOE. Son la socialdemo­cracia levítica. Un arcaísmo.

Los matusalene­s saben mucho pero chochean. Es mejor seguir a los jóvenes evangelist­as aunque sean ceporros. El futuro es Adriana Lastra, que presenta un folio de El Galgo cuando le piden una vida laboral, o María Jesús Montero, que cuando le preguntan por los indultos responde con una concavidad verbal más hueca que el currículum de Lastra▶ «En el momento oportuno se tomarán las decisiones que correspond­an». Me remito otra vez a Brines▶ ¿en qué cueva de sombras arrojar las palabras? Los apóstoles del nuevo tiempo las lanzan contra sus propios creadores. Por eso en la lógica benaventin­a los profetas del antiguo testamento, tan añorados ahora, son también los culpables del ocaso. Porque mientras ellos huían de Marx, sus sucesores ya veían Espinete en las casas del pueblo▶ bienaventu­rados sean nuestros discípulos porque de ellos serán nuestros defectos.

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