ABC (Andalucía)

Sin árbitros no hay partidos

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Soy madre de un árbitro de fútbol, el deporte rey. Rey en todo menos en respeto al prójimo, y menos aún si el prójimo es el árbitro.

Todas las semanas, cuando mi hijo llega a casa, le hago la misma pregunta▶ ¿qué tal fue hoy? ¿muchos insultos? Si les han insultado poco, la cosa ha ido bien y si el público se ha cebado con ellos es porque han sido malísimos. Da igual si eso fue así o no objetivame­nte, el ‘insultómet­ro’ es quien mide su trabajo.

Es muy lamentable que el trabajo de unos chicos, a los que se les exija una responsabi­lidad importante, lo midamos por la cantidad de insultos recibidos. Los más ofensivos no son aquellos en los que se acuerdan de sus madres. No. A mí eso me da igual. Pero duelen los que desprecian su labor▶ inútil, retrasado, imbécil, cegato, vendido… Y, cómo no, si se trata de mujeres ya rayamos en la repugnanci­a.

Para los ignorantes que piensan que el título de árbitro de fútbol se obtiene en una tómbola, voy a contarles que exige unos exámenes, una preparació­n teórica y física, una formación continua y un sacrificio importante. Igual que los jugadores, también madrugan, se cuidan, recorren kilómetros para ir a los partidos... No son diferentes.

Desde que son prácticame­nte unos niños asumen una responsabi­lidad que, cuanto menos, merece un respeto. Se equivocan, seguro, pero cuántos goles se fallan o no se paran y no se insulta a los jugadores. Sólo faltaba. A todos nos gusta ganar y a ellos hacerlo bien. Pitan lo que ven y estoy segura de que con un poco más de colaboraci­ón por parte de todos podrían hacerlo mucho mejor. Así que, por favor, antes de entrar en un campo, una buena dosis de empatía, y grabado en la mente que el partido ni lo pierde ni lo gana el árbitro y, sobre todo, que sin árbitros no hay partidos.

MARÍA JESÚS NÚÑEZ

OVIEDO

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