Peor que una guerra
Las nuevas generaciones deben tener presente que entre nosotros hay individuos capaces de matar y dejar morir
AUNQUE ha intentado presentarse como una guerra, no es una guerra; es un asesinato masivo, continuado y ejecutado con toda la malicia y cobardía que pueden destilar el cerebro y el corazón humanos. Aunque puede matar militares o policías, el objetivo del terrorismo no es el Ejército o las Fuerzas de Seguridad, es la población civil, hombres, mujeres y niños indiscriminadamente, cuanto mayor sea su carnicería, mejor, ya que el último objetivo, como su nombre indica, es sembrar terror, causar espanto. Infundir miedo. O sea que, aparte de atentar contra lo más sagrado que tenemos, la vida, intenta provocar espanto entre los que continúan viviendo. ¿Se puede ser más canalla? Pues sí, se puede. Me refiero a los que faltándoles la crueldad para cometer tales fechorías las encubren, disculpan, esconden y protegen a los verdugos.
Son muchos los países que han sufrido esta plaga criminal, y España se cuenta por desgracia entre los más afectados. Ha habido atentados de la extrema derecha, con diversos nombres, GAL, Batallón Vasco Español, pero la inmensa mayoría corrieron a cargo de ETA, que montada en la euforia de haber acabado con el presidente del Gobierno, Carrero Blanco, inició una orgía de atentados que acercaron a mil el número de sus víctimas, aparte de los secuestros y chantajes. Sin embargo, y a diferencia de otros países que han sufrido tal ataque, como Estados Unidos en las Torres Gemelas o Noruega en el campamento juvenil de la isla de Utoya, no tenía un monumento conmemorativo. Desde ayer lo tiene.
En Vitoria, el Rey inauguró el Centro Memorial de Victimas del Terrorismo, con más de mil testimonios de víctimas, 220 piezas testimoniales y 25 audiovisuales, más la reproducción del zulo en el que estuvo retenido el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara durante 532 días y noches. Un cubículo sin luz exterior, donde apenas cabían un camastro, una mesa y dos sillas, bajo la maquinaria de una empresa cuyos guardianes estaban dispuestos a dejarle morir si no se accedía a sus demandas. Felipe VI hizo hincapié en la importancia de que nada de esto se olvide. Añadiríamos que, sobre todo, las nuevas generaciones deben tener presente que entre nosotros hay individuos capaces de matar y dejar morir a personas por una causa que ni siquiera es compartida por todos los vascos, pues abundan los que quieren seguir siendo españoles, aunque signifique riesgo para su vida. Acompañaban al Rey el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el lehendakari, Iñigo Urkullu, que no hablaron. Tampoco hacía falta: hace poco, se entregó a las autoridades vascas la política carcelaria. Así, los familiares de las víctimas del terrorismo podrán cruzarse en la calle con sus verdugos.